27 septiembre 2009

Entrevista a Carlos Calderón Fajardo, el escritor vampiro...


El jueves pasado el escritor Carlos Calderón Fajardo presentó su última publicación: "El viaje que nunca termina" (La verdadera historia de Sarah Ellen). Este libro tiene una historia detrás de a historia: hace muchos años (casi 20 si mal no recuerdo) Calderón Fajardo se reunió con sus amigos Iván Thays, José Donayre y Ricardo Sumalavia para escribir una novela a cuatro manos. Pues bien, sólo Calderón Fajardo cumplió su parte, y esa breve versión fue desarrollada posteriormenta hasta llegar a verse editada en impecable trabajo de Ediciones Altazor. Sobre esta novela lo entrevista Harold Alva. Los dejo con un par de interesantes preguntas, puede seguir el enlace más abajo.

Publicó un adelanto de esta novela en 1993. Han pasado más de quince años y publica la versión definitiva ¿Por qué tuvo reposando tanto tiempo a Sarah Ellen?
La novela durmió 16 años porque maduró dentro de mí. La volví a reescribir después del sismo del 2007, cuando se creó un culto en relación a ella, después de que un hombre salvó la vida cobijado bajo su tumba. En 1993 era todavía un vampiro, pero a partir del 2007 se convirtió en una santa de culto. La idea de una vampiro que hace milagros me fascinó, y me reenganchó con la historia.

La vida como un viaje, el viaje como metáfora de una existencia que nunca se termina, representado en Sarah Ellen, la inglesa que se alucinaba Vampiro. ¿Existió realmente esta mujer o se trata de otra leyenda urbana?
La mujer existió, la leyenda nacida en Pisco, en Perú, llegó a Inglaterra y fue muy publicitada en la prensa inglesa y varios periodistas británicos hicieron una investigación exhaustiva sobre esta mujer. En google se puede hallar estas investigaciones hechas en Inglaterra. Lo mío es una novela inspirada en la leyenda urbana peruana. No recreo la leyenda, la leyenda me sirve de punto de partida para continuar ampliando mi horizonte expresivo. Esta novela no es extraña al corpus de mi narrativa, se emparenta con el cuento Gyula, con el tema de los verdugos de ese libro y con los rasgos góticos de mi novela La conciencia de límite último, novela con la que El viaje que nunca termina está emparentada; ambas novelas fueron escritas más o menos en la misma época, en el 91 y el 93 en los tiempos que estaba fresca de la embriaguez de sangre que hubo en la guerra interna.




26 septiembre 2009

Cuentos y familia

Encuentro en el blog de Rafo Díaz unas interesantes reflexiones sobre la relación entre en el cuento, los padres e hijos, el desarrollo de la imaginación y los procesos educativos. Los dejo con un adelanto que pueden seguir haciendo clik al final del párrafo.

“Había una vez…” sigue siendo una frase mágica. A través de ella, somos transportados a mundos imaginarios que tienen el color y la forma de nuestra imaginación. Esta frase resulta siempre gratificante para quien lo escuche, ya sea grande o chico; y nos predispone para el disfrute de la palabra y a la poderosa influencia de un narrador.
Según * Bruno Bettelheim: “La tarea mas importante y mas difícil en la educación de un niño, es ayudarlo a encontrar un sentido a la vida”. Para ello, es fundamental que los adultos establezcan un contacto mas directo con los niños y para esa tarea, los cuentos son un gran aliado.
La narración de cuentos ha sido desde siempre un instrumento educativo. Las culturas africanas siguen utilizando los cuentos para dar lecciones importantes a sus comunidades. Del mismo modo que muchas culturas alrededor del mundo. Los cuentos siempre tienen algo que enseñar.
Los cuentos ayudan a estimular la memoria del niño, así como le brinda motivaciones excepcionales para expresarse. Con los cuentos también desarrollan y amplían su capacidad de percepción y comprensión. Seguir leyendo

23 septiembre 2009

La pasión murió en España 82´

En una reflexión bastante controvertida (cada quien ve el fútbol peruano con sus tarantinescos ojos personales) Julio Cabrejos, autor de "Pequito el aventurero", publica el día de hoy una crónica sobre su experiencia cuando niño, en aquel hermoso y lejano año 82´(¿recuerdan la serie animada de naranjito y limoncito o de Sport Billy?), pues bien, esta crónica publicada en el diario El Comercio de hoy, nos remonta a aquella época. Los dejo con un adelanto. Para continuar con su lectura, hagan click (como siempre) en el link de abajo. Disfrútenlo.

"Cuando a Estados Unidos le tocó ser anfitrión del Mundial de Fútbol en 1994, tuve la suerte de estar en Argentina, precisamente en la ciudad de Tucumán. En esa época estudiaba en la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino. Digo suerte porque desde 1982 no sentía —a pesar de no ser argentino— la emoción de estar en un país que participaba en esta importante competencia futbolística, además de la rica tradición copera que tienen los gauchos. Ese día, como era de esperar, se paralizaba todo menos los negocios que esperaban con la carne en el asador a los numerosos hinchas que habían acordado ver el debut de su país ante Grecia. Dentro de ese grupo, estaba un infiltrado peruano que había aceptado la invitación de sus compañeros universitarios a un restaurante que nos acogió con un vino tinto para brindar por el triunfo, ya que se daba por descontado que los argentinos ganarían ese encuentro. El resultado final fue 4 a 0 a favor de la albiceleste. Luego la historia es conocida por el escándalo de Maradona y la efedrina y la posterior debacle del equipo".

Luz paralela - PRESENTACION

Esta colección de cuentos transita por los escenarios más disímiles: una escuela de brujos, un hospital donde el paciente va directamente a morir, una biblioteca donde una secta comete un crimen, un lugar donde no se puede amar. Marialaura lavado explora en este libro varios géneros de la narrativa, de lo urbano a lo fantástico, combinado historias con pasajes de leyendas, con imágenes paganas, con ese eterno desafío que es el amor no correspondido. Una colección de cuentos que se presenta auspiciosa para esta novel narradora.

Luz paralela se presentará hoy miércoles 23 de setiembre a las 7:00 pm en el Jazz Zone (Av. La Paz 656, Miraflores, pasaje El Suche)
Los comentarios estarán a cargo de Julio Zavala Vega y Gabriel Rimachi Sialer (ed.)
Ingreso Libre

Los esperamos.

22 septiembre 2009

Zeppelin en Le Monde Diplomatique

A pesar de encontrarse en un límite casi inclasificable, éste es un libro que deslumbra en su revisión de intensidades inesperadas. Fragmentario como pocos e intencionalmente críptico, la obra se lee como una serie de piezas independientes o “cuadros” que van desde un tratado matemático (la razón áurea de Fibonacci), pasando por un breve estudio acerca de la monstruosidad y la deformidad humana –vista desde distintas épocas–, hasta cerrar con un ensayo sobre la obra cinematográfica de diversos maestros y autores como Brakhage, Buñuel, Hitchcock y David Lynch, que curiosamente deja mayores claves para entender la obra. Y es que el libro de Salvador Luis se encuentra organizado con la lógica de una película de Lynch: partes abstractas que nos hablan de lo irreal y de lo absurdo, con marcadas dosis de sordidez, sobre todo en lo referente a la monstruosidad, pero que de alguna forma apelan a la naturalidad de la rutina dentro de la vida humana.
CONTINUAR LEYENDO AQUI

21 septiembre 2009

Cuando se grita en silencio - PRESENTACION


El amor es una de las motivaciones más fuertes en el ser humano, de eso qué duda cabe. Pero, ¿qué sucedería cuando las personas que te rodean destruyen ese amor? ¿Qué sentimientos albergarías cuando todos te dan la espalda? ¿Qué harías si quienes quieres te traicionan? ¿Cuánto te torturarías por encontrarte?
Escrita a manera de un diario íntimo, "Cuando se grita en silencio" es una novela cargada de sensaciones y de emociones encontradas. Una voz adolescente torturada por la traición y por la falta de amor, un adolescente que empieza a descubrir lo duro que es convertirse en adulto.

"Cuando se grita en silencio" primera novela del joven escritor Giancarlo Trigoso, se presentará mañana martes 22 de setiembre a las 7:00 pm en el Jazz Zone (Av. La Paz 646 Pasaje El Suche, Miraflores)

Los comentarios estarán a cargo de los escritores Willy Del Pozo, Max Palacios y Gabriel Rimachi Sialer (Ed.)

Ingreso Libre

20 septiembre 2009

40 años de Conversación en La Catedral

Hoy 20 de setiembre se cumplen 40 años de la aparición de Conversación en La Catedral, obra indispensable en el panorama literario internacional, y que encumbrara a Mario Vargas Llosa como uno de los novelistas más importantes del siglo pasado y figura indiscutible del Boom literario. Sin embargo pocos medios han comentado la noticia, una lástima. Perú 21 le dedica una página en su sección cultural que pueden leer AQUI
Dice un extracto de la nota
"Novela íntima por un lado, y política por el otro, Conversación en La Catedral cumple 40 años. Alguna vez, Vargas Llosa dijo que esta había sido la obra que más le había costado escribir. Ahora, otros escritores peruanos –de varias generaciones– manifiestan su admiración por este libro convertido en clásico. Y todavía se preguntan si Zavalita no era una metáfora del Perú".
Y Acá una entrevista a Mario Vargas Llosa realizada por el periodista Luis Felipe Gamarra, emitida en el programa La Ventana Indiscreta del domingo 27 de julio de 2008. Disfrútenlo.

15 septiembre 2009

Un cuento de Ribeyro (IMPERDIBLE)


Hace muchos años, mientras conversábamos sobre los mejores inicios del cuento que podríamos utilizar, nos dimos cuenta que el mejor inicio (yo voté por el de Conversación en la catedral, de Vargas Llosa, pero luego de leerlo entré en dudas sostenibles) leímos este texto que es básico para poder comprender el desarrollo de la literatura nacional. Hace una semana, Ribeyro hubiera cumplido 80 años, y en este blog, Ribeyreano desde siempre, cometimos el error de no postear nada debido a un viaje imprevisto. Pues bueno, acá los dejamos con un clásico, acaso el mejor cuento de Ribeyro para algunos, pero incuestionablemente el mejor inicio de un cuento universal, donde la poesía y la prosa se funden para dar a conocer un entorno tan cruel como poéticamente hermoso. Espero lo disfruten y, sobre todo, lo comenten:


LOS GALLINAZOS SIN PLUMAS


A las seis de la mañana la ciudad se levanta de puntillas y comienza a dar sus primeros pasos. Una fina niebla disuelve el perfil de los objetos y crea como una atmósfera encantada. Las personas que recorren la ciudad a esta hora parece que están hechas de otra sustancia, que pertenecen a un orden de vida fantasmal. Las beatas se arrastran penosamente hasta desaparecer en los pórticos de las iglesias. Los noctámbulos, macerados por la noche, regresan a sus casas envueltos en sus bufandas y en su melancolía. Los basureros inician por la avenida Pardo su paseo siniestro, armados de escobas y de carretas. A esta hora se ve también obreros caminando hacia el tranvía, policías bostezando contra los árboles, canillitas morados de frío, sirvientas sacando los cubos de basura. A esta hora, por último, como a una especie de misteriosa consigna, aparecen los gallinazos sin plumas.
A esta hora el viejo don Santos se pone la pierna de palo y sentándose en el colchón comienza a berrear:
–¡A levantarse! ¡Efraín, Enrique! ¡Ya es hora!
Los dos muchachos corren a la acequia del corralón frotándose los ojos legañosos. Con la tranquilidad de la noche el agua se ha remansado y en su fondo transparente se ven crecer yerbas y deslizarse ágiles infusorios. Luego de enjuagarse la cara, coge cada cual su lata y se lanzan a la calle. Don Santos, mientras tanto, se aproxima al chiquero y con su larga vara golpea el lomo de su cerdo que se revuelca entre los desperdicios.
–¡Todavía te falta un poco, marrano! Pero aguarda no más, que ya llegará tu turno.
Efraín y Enrique se demoran en el camino, trepándose a los árboles para arrancar moras o recogiendo piedras, de aquellas filudas que cortan el aire y hieren por la espalda. Siendo aún la hora celeste llegan a su dominio, una larga calle ornada de casas elegantes que desemboca en el malecón.Ellos no son los únicos. En otros corralones, en otros suburbios alguien ha dado la voz de alarma y muchos se han levantado. Unos portan latas, otros cajas de cartón, a veces sólo basta un periódico viejo. Sin conocerse forman una especie de organización clandestina que tiene repartida toda la ciudad. Los hay que merodean por los edificios públicos, otros han elegido los parques o los muladares. Hasta los perros han adquirido sus hábitos, sus itinerarios, sabiamente aleccionados por la miseria.
Efraín y Enrique, después de un breve descanso, empiezan su trabajo. Cada uno escoge una acera de la calle. Los cubos de basura están alineados delante de las puertas. Hay que vaciarlos íntegramente y luego comenzar la exploración. Un cubo de basura es siempre una caja de sorpresas. Se encuentran latas de sardinas, zapatos viejos, pedazos de pan, pericotes muertos, algodones inmundos. A ellos sólo les interesa los restos de comida. En el fondo del chiquero, Pascual recibe cualquier cosa y tiene predilección por las verduras ligeramente descompuestas. La pequeña lata de cada uno se va llenando de tomates podridos, pedazos de sebo, extrañas salsas que no figuran en ningún manual de cocina. No es raro, sin embargo, hacer un hallazgo valioso. Un día Efraín encontró unos tirantes con los que fabricó una honda. Otra vez una pera casi buena que devoró en el acto. Enrique, en cambio, tiene suerte para las cajitas de remedios, los pomos brillantes, las escobillas de dientes usadas y otras cosas semejantes que colecciona con avidez.
Después de una rigurosa selección regresan la basura al cubo y se lanzan sobre el próximo. No conviene demorarse mucho porque el enemigo siempre está al acecho. A veces son sorprendidos por las sirvientas y tienen que huir dejando regado su botín. Pero, con más frecuencia, es el carro de la Baja Policía el que aparece y entonces la jornada está perdida.Cuando el sol asoma sobre las lomas, la hora celeste llega a su fin. La niebla se ha disuelto, las beatas están sumidas en éxtasis, los noctámbulos duermen, los canillitas han repartido los diarios, los obreros trepan a los andamios. La luz desvanece el mundo mágico del alba. Los gallinazos sin plumas han regresado a su nido.Don Santos los esperaba con el café preparado.
–A ver, ¿qué cosa me han traído?Husmeaba entre las latas y si la provisión estaba buena hacía siempre el mismo comentario:
–Pascual tendrá banquete hoy día.Pero la mayoría de las veces estallaba:
–¡Idiotas! ¿Qué han hecho hoy día? ¡Se han puesto a jugar seguramente! ¡Pascual se morirá de hambre!Ellos huían hacia el emparrado, con las orejas ardientes de los pescozones, mientras el viejo se arrastraba hasta el chiquero. Desde el fondo de su reducto el cerdo empezaba a gruñir. Don Santos le aventaba la comida.
–¡Mi pobre Pascual! Hoy día te quedarás con hambre por culpa de estos zamarros. Ellos no te engríen como yo. ¡Habrá que zurrarlos para que aprendan!
Al comenzar el invierno el cerdo estaba convertido en una especie de monstruo insaciable. Todo le parecía poco y don Santos se vengaba en sus nietos del hambre del animal. Los obligaba a levantarse más temprano, a invadir los terrenos ajenos en busca de más desperdicios. Por último los forzó a que se dirigieran hasta el muladar que estaba al borde del mar.
–Allí encontrarán más cosas. Será más fácil además porque todo está junto.
Un domingo, Efraín y Enrique llegaron al barranco. Los carros de la Baja Policía, siguiendo una huella de tierra, descargaban la basura sobre una pendiente de piedras. Visto desde el malecón, el muladar formaba una especie de acantilado oscuro y humeante, donde los gallinazos y los perros se desplazaban como hormigas. Desde lejos los muchachos arrojaron piedras para espantar a sus enemigos. El perro se retiró aullando. Cuando estuvieron cerca sintieron un olor nauseabundo que penetró hasta sus pulmones. Los pies se les hundían en un alto de plumas, de excrementos, de materias descompuestas o quemadas. Enterrando las manos comenzaron la exploración. A veces, bajo un periódico amarillento, descubrían una carroña devorada a medios. En los acantilados próximos los gallinazos espiaban impacientes y algunos se acercaban saltando de piedra en piedra, como si quisieran acorralarlos. Efraín gritaba para intimidarlos y sus gritos resonaban en el desfiladero y hacían desprenderse guijarros que rodaban hacía el mar. Después de una hora de trabajo regresaron al corralón con los cubos llenos.
–¡Bravo! –exclamó don Santos–. Habrá que repetir esto dos o tres veces por semana.
Desde entonces, los miércoles y los domingos, Efraín y Enrique hacían el trote hasta el muladar. Pronto formaron parte de la extraña fauna de esos lugares y los gallinazos, acostumbrados a su presencia, laboraban a su lado, graznando, aleteando, escarbando con sus picos amarillos, como ayudándoles a descubrir la pista de la preciosa suciedad.
Fue al regresar de una de esas excursiones que Efraín sintió un dolor en la planta del pie. Un vidrio le había causado una pequeña herida. Al día siguiente tenía el pie hinchado, no obstante lo cual prosiguió su trabajo. Cuando regresaron no podía casi caminar, pero Don Santos no se percató de ello, pues tenía visita. Acompañado de un hombre gordo que tenía las manos manchadas de sangre, observaba el chiquero.
–Dentro de veinte o treinta días vendré por acá –decía el hombre–. Para esa fecha creo que podrá estar a punto.
Cuando partió, don Santos echaba fuego por los ojos.
–¡A trabajar! ¡A trabajar! ¡De ahora en adelante habrá que aumentar la ración de Pascual! El negocio anda sobre rieles.
A la mañana siguiente, sin embargo, cuando don Santos despertó a sus nietos, Efraín no se pudo levantar.
–Tiene una herida en el pie –explicó Enrique–. Ayer se cortó con un vidrio.
Don Santos examinó el pie de su nieto. La infección había comenzado.
–¡Esas son patrañas! Que se lave el pie en la acequia y que se envuelva con un trapo.
–¡Pero si le duele! –intervino Enrique–. No puede caminar bien.
Don Santos meditó un momento. Desde el chiquero llegaban los gruñidos de Pascual.
–Y ¿a mí? –preguntó dándose un palmazo en la pierna de palo–. ¿Acaso no me duele la pierna? Y yo tengo setenta años y yo trabajo... ¡Hay que dejarse de mañas!
Efraín salió a la calle con su lata, apoyado en el hombro de su hermano. Media hora después regresaron con los cubos casi vacíos.
–¡No podía más! –dijo Enrique al abuelo–. Efraín está medio cojo.Don Santos observó a sus dos nietos como si meditara una sentencia.
–Bien, bien –dijo, rascándose la barba rala, y cogiendo a Efraín del pescuezo lo arreó hacia el cuarto–. ¡Los enfermos a la cama! ¡A podrirse sobre el colchón! Y tú harás la tarea de tu hermano. ¡Vete ahora mismo al muladar!
Cerca del mediodía Enrique regresó con los cubos repletos. Lo seguía un extraño visitante: un perro escuálido y medio sarnoso.
–Lo encontré en el muladar –explicó Enrique– y me ha venido siguiendo.
Don Santos cogió la vara.–¡Una boca más en el corralón!
Enrique levantó al perro contra su pecho y huyó hacia la puerta.
–¡No le hagas nada, abuelito! Le daré yo de mi comida.
Don Santos se acercó, hundiendo su pierna de palo en el lodo.
–¡Nada de perros aquí! ¡Ya tengo bastante con ustedes!
Enrique abrió la puerta de la calle.
–Si se va él, me voy yo también.
El abuelo se detuvo. Enrique aprovechó para insistir:
–No come casi nada..., mira lo flaco que está. Además, desde que Efraín está enfermo, me ayudará. Conoce bien el muladar y tiene buena nariz para la basura.
Don Santos reflexionó, mirando el cielo donde se condensaba la garúa. Sin decir nada, soltó la vara, cogió los cubos y se fue rengueando hasta el chiquero.
Enrique sonrió de alegría y con su amigo aferrado al corazón corrió donde su hermano.
–¡Pascual, Pascual... Pascualito! –cantaba el abuelo.
–Tú te llamarás Pedro –dijo Enrique acariciando la cabeza de su perro e ingresó donde Efraín.
Su alegría se esfumó: Efraín inundado de sudor se revolcaba de dolor sobre el colchón. Tenía el pie hinchado, como si fuera de jebe y estuviera lleno de aire. Los dedos habían perdido casi su forma.
–Te he traído este regalo, mira –dijo mostrando al perro–. Se llama Pedro, es para ti, para que te acompañe... Cuando yo me vaya al muladar te lo dejaré y los dos jugarán todo el día. Le enseñarás a que te traiga piedras en la boca.
–¿Y el abuelo? –preguntó Efraín extendiendo su mano hacia el animal.
–El abuelo no dice nada– suspiró Enrique.
Ambos miraron hacia la puerta. La garúa había empezado a caer. La voz del abuelo llegaba:
–¡Pascual, Pascual... Pascualito!
Esa misma noche salió luna llena. Ambos nietos se inquietaron, porque en esta época el abuelo se ponía intratable. Desde el atardecer lo vieron rondando por el corralón, hablando solo, dando de varillazos al emparrado. Por momentos se aproximaba al cuarto, echaba una mirada a su interior y al ver a sus nietos silenciosos, lanzaba un salivazo cargado de rencor. Pedro le tenía miedo y cada vez que lo veía se acurrucaba y quedaba inmóvil como una piedra.
–¡Mugre, nada más que mugre! –repitió toda la noche el abuelo, mirando la luna.
A la mañana siguiente Enrique amaneció resfriado. El viejo, que lo sintió estornudar en la madrugada, no dijo nada. En el fondo, sin embargo, presentía una catástrofe. Si Enrique enfermaba, ¿quién se ocuparía de Pascual? La voracidad del cerdo crecía con su gordura. Gruñía por las tardes con el hocico enterrado en el fango. Del corralón de Nemesio, que vivía a una cuadra, se habían venido a quejar.
Al segundo día sucedió lo inevitable: Enrique no se pudo levantar. Había tosido toda la noche y la mañana lo sorprendió temblando, quemado por la fiebre.
–¿Y tú también? –preguntó el abuelo.Enrique señaló su pecho, que roncaba. El abuelo salió furioso del cuarto. Cinco minutos después regresó.
–¡Está muy mal engañarme de esta manera! –plañía–. Abusan de mí porque no puedo caminar. Saben bien que soy viejo, que soy cojo. ¡De otra manera los mandaría al diablo y me ocuparía yo solo de Pascual!
Efraín se despertó quejándose y Enrique comenzó a toser.
–¡Pero no importa! Yo me encargaré de él. ¡Ustedes son basura, nada más que basura! ¡Unos pobres gallinazos sin plumas! Ya verán cómo les saco ventaja. El abuelo está fuerte todavía. ¡Pero eso sí, hoy día no habrá comida para ustedes! ¡No habrá comida hasta que no puedan levantarse y trabajar!
A través del umbral lo vieron levantar las latas en vilo y volcarse en la calle. Media hora después regresó aplastado. Sin la ligereza de sus nietos el carro de la Baja Policía lo había ganado. Los perros, además, habían querido morderlo.
–¡Pedazos de mugre! ¡Ya saben, se quedarán sin comida hasta que no trabajen!Al día siguiente trató de repetir la operación, pero tuvo que renunciar. Su pierna de palo había perdido la costumbre de las pistas de asfalto, de las duras aceras y cada paso que daba era como un lanzazo en la ingle. A la hora celeste del tercer día quedó desplomado en su colchón, sin otro ánimo que para el insulto.
–¿Si se muere de hambre –gritaba– será por culpa de ustedes!
Desde entonces empezaron unos días angustiosos, interminables. Los tres pasaban el día encerrados en el cuarto, sin hablar, sufriendo una especie de reclusión forzosa. Efraín se revolcaba sin tregua, Enrique tosía. Pedro se levantaba y después de hacer un recorrido por el corralón, regresaba con una piedra en la boca, que depositaba en las manos de sus amos. Don Santos, a medio acostar, jugaba con su pierna de palo y les lanzaba miradas feroces. A mediodía se arrastraba hasta la esquina del terreno donde crecían verduras y preparaba su almuerzo, que devoraba en secreto. A veces aventaba a la cama de sus nietos alguna lechuga o una zanahoria cruda, con el propósito de excitar su apetito creyendo así hacer más refinado su castigo.Efraín ya no tenía fuerzas para quejarse. Solamente Enrique sentía crecer en su corazón un miedo extraño y al mirar a los ojos del abuelo creía desconocerlo, como si ellos hubieran perdido su expresión humana. Por las noches, cuando la luna se levantaba, cogía a Pedro entre sus brazos y lo aplastaba tiernamente hasta hacerlo gemir. A esa hora el cerdo comenzaba a gruñir y el abuelo se quejaba como si lo estuvieran ahorcando. A veces se ceñía la pierna de palo y salía al corralón. A la luz de la luna Enrique lo veía ir diez veces del chiquero a la huerta, levantando los puños, atropellando lo que encontraba en su camino. Por último reingresaba en su cuarto y quedaba mirándolos fijamente, como si quisiera hacerlos responsables del hambre de Pascual.La última noche de luna llena nadie pudo dormir. Pascual lanzaba verdaderos rugidos. Enrique había oído decir que los cerdos, cuando tenían hambre, se volvían locos como los hombres. El abuelo permaneció en vela, sin apagar siquiera el farol. Esta vez no salió al corralón ni maldijo entre dientes. Hundido en su colchón miraba fijamente la puerta. Parecía amasar dentro de sí una cólera muy vieja, jugar con ella, aprestarse a dispararla. Cuando el cielo comenzó a desteñirse sobre las lomas, abrió la boca, mantuvo su oscura oquedad vuelta hacia sus nietos y lanzó un rugido:
–¡Arriba, arriba, arriba! –los golpes comenzaron a llover–. ¡A levantarse haraganes! ¿Hasta cuándo vamos a estar así? ¡Esto se acabó! ¡De pie!...
Efraín se echó a llorar, Enrique se levantó, aplastándose contra la pared. Los ojos del abuelo parecían fascinarlo hasta volverlo insensible a los golpes. Veía la vara alzarse y abatirse sobre su cabeza como si fuera una vara de cartón. Al fin pudo reaccionar.
–¡A Efraín no! ¡El no tiene la culpa! ¡Déjame a mí solo, yo saldré, yo iré al muladar!El abuelo se contuvo jadeante. Tardó mucho en recuperar el aliento.
–Ahora mismo... al muladar... lleva los dos cubos, cuatro cubos...Enrique se apartó, cogió los cubos y se alejó a la carrera. La fatiga del hambre y de la convalecencia lo hacían trastabillar. Cuando abrió la puerta del corralón, Pedro quiso seguirlo.
–Tú no. Quédate aquí cuidando a Efraín.
Y se lanzó a la calle respirando a pleno pulmón el aire de la mañana. En el camino comió yerbas, estuvo a punto de mascar la tierra. Todo lo veía a través de una niebla mágica. La debilidad lo hacía ligero, etéreo: volaba casi como un pájaro. En el muladar se sintió un gallinazo más entre los gallinazos. Cuando los cubos estuvieron rebosantes emprendió el regreso. Las beatas, los noctámbulos, los canillitas descalzos, todas las secreciones del alba comenzaban a dispersarse por la ciudad. Enrique, devuelto a su mundo, caminaba feliz entre ellos, en su mundo de perros y fantasmas, tocado por la hora celeste.
Al entrar al corralón sintió un aire opresor, resistente, que lo obligó a detenerse. Era como si allí, en el dintel, terminara un mundo y comenzara otro fabricado de barro, de rugidos, de absurdas penitencias. Lo sorprendente era, sin embargo, que esta vez reinaba en el corralón una calma cargada de malos presagios, como si toda la violencia estuviera en equilibrio, a punto de desplomarse. El abuelo, parado al borde del chiquero, miraba hacia el fondo. Parecía un árbol creciendo desde su pierna de palo. Enrique hizo ruido pero el abuelo no se movió.
–¡Aquí están los cubos!
Don Santos le volvió la espalda y quedó inmóvil. Enrique soltó los cubos y corrió intrigado hasta el cuarto. Efraín apenas lo vio, comenzó a gemir:
–Pedro... Pedro...–¿Qué pasa?
–Pedro ha mordido al abuelo... el abuelo cogió la vara... después lo sentí aullar.
Enrique salió del cuarto.
–¡Pedro, ven aquí! ¿Dónde estás, Pedro?
Nadie le respondió. El abuelo seguía inmóvil, con la mirada en la pared. Enrique tuvo un mal presentimiento. De un salto se acercó al viejo.
–¿Dónde está Pedro?
Su mirada descendió al chiquero. Pascual devoraba algo en medio del lodo. Aún quedaban las piernas y el rabo del perro.–
¡No! –gritó Enrique tapándose los ojos–. ¡No, no! –y a través de las lágrimas buscó la mirada del abuelo. Este la rehuyó, girando torpemente sobre su pierna de palo. Enrique comenzó a danzar en torno suyo, prendiéndose de su camisa, gritando, pataleando, tratando de mirar sus ojos, de encontrar una respuesta.
–¿Por qué has hecho eso? ¿Por qué?
El abuelo no respondía. Por último, impaciente, dio un manotón a su nieto que lo hizo rodar por tierra. Desde allí Enrique observó al viejo que, erguido como un gigante, miraba obstinadamente el festín de Pascual. Estirando la mano encontró la vara que tenía el extremo manchado de sangre. Con ella se levantó de puntillas y se acercó al viejo.
–¡Voltea! –gritó–. ¡Voltea!Cuando don Santos se volvió, divisó la vara que cortaba el aire y se estrellaba contra su pómulo.
–¡Toma! –chilló Enrique, y levantó nuevamente la mano. Pero súbitamente se detuvo, temeroso de lo que estaba haciendo y, lanzando la vara a su alrededor, miró al abuelo casi arrepentido. El viejo, cogiéndose el rostro, retrocedió un paso, su pierna de palo tocó tierra húmeda, resbaló, y dando un alarido se precipitó de espaldas al chiquero.
Enrique retrocedió unos pasos. Primero aguzó el oído pero no se escuchaba ningún ruido. Poco a poco se fue aproximando. El abuelo, con la pata de palo quebrada, estaba de espaldas en el fango. Tenía la boca abierta y sus ojos buscaban a Pascual, que se había refugiado en un ángulo y husmeaba sospechosamente el lodo. Enrique se fue retirando, con el mismo sigilo con que se había aproximado. Probablemente el abuelo alcanzó a divisarlo pues mientras corría hacia el cuarto le pareció que lo llamaba por su nombre, con un tono de ternura que él nunca había escuchado.
–¡A mí, Enrique, a mí!...
–¡Pronto! –exclamó Enrique, precipitándose sobre su hermano–. ¡Pronto, Efraín! ¡El viejo se ha caído al chiquero! ¿Debemos irnos de acá!
–¿Adónde? –preguntó Efraín.
–¿Adonde sea, al muladar, donde podamos comer algo, donde los gallinazos!
–¡No me puedo parar!Enrique cogió a su hermano con ambas manos y lo estrechó contra su pecho. Abrazados hasta formar una sola persona cruzaron lentamente el corralón. Cuando abrieron el portón de la calle se dieron cuenta que la hora celeste había terminado y que la ciudad, despierta y viva, abría ante ellos su gigantesca mandíbula.
Desde el chiquero llegaba el rumor de una batalla.

14 septiembre 2009

Conversando con Vargas Llosa

Hace un par de horas se cerró el chat de la edición on line del diario El país, donde los internautas pudimos conversar con Mario Vargas Llosa sobre una gran variedad de temas. El motivo, la presentación de su último trabajo: "Sables y utopías". Las preguntas tuvieron los matices más variados, desde cómo concibió algunas de sus obras más famosas hasta cuál es su opinión sobre el "holocausto ecológico", esta fue una estupenda oportunidad para conversar con uno de los escritores más importantes de la lengua castellana. Los dejo con el link donde se han publicado algunas de las preguntas y respuestas. Siempre controvertido en sus opiniones, Vargas Llosa no se calló nada. CLICK AQUÍ

13 septiembre 2009

Fernando Iwasaki: “Algunos están ninguneando al cuento” (En: REVISTA DE LETRAS)


Buenas noticias desde España sobre el escritor peruano Fernando Iwasaki, los dejo con la entrevista que aparece en la siempre interesante "Revista de letras":

Fernando Iwasaki (Lima, 1961) vuelve a sorprendernos con un libro de cuentos en los que desmonta el chiringuito de los premios literarios locales. Pero hay más: España, aparta de mí estos premios (Páginas de Espuma), un título que remite al clásico poemario escrito por César Vallejo España, aparta de mí este cáliz, ofrece una radiografía de la España autonómica, de los topicazos, de la clase política, de la invasión japonesa a nivel cultural, social y económico, del “efecto adormidera” provocado por los medios de comunicación. Un libro de múltiples lecturas, prisma en el que aparecemos reflejados a través del humor.
Iwasaki demuestra de qué manera se puede escribir la misma historia (un personaje japonés que ha sido brigadista y ha permanecido oculto/a durante décadas aparece de repente en el lugar más insospechado de España, ocupando portadas y programas de televisión y convirtiéndose en un mito) adaptándola a las bases de siete premios locales diferentes. Para que el lector no se confunda, el autor incluye las bases y el acta dando como ganador el relato presentado, siempre con alguna pega que provoca la sugerencia para cambiar las bases del concurso. No olvida Iwasaki animar a los que quieran intentar semejante proeza incluyendo un Decálogo del concursante consuetudinario.
Como siempre en él, humor reflexivo, sarcasmo y mucho “cashondeo” propio de quien, siendo peruano de ascendencia japonesa, ha logrado mimetizarse en sevillano.

10 septiembre 2009

Tarde fantástica y Conferencia Gótica en el Centro Antonio Cornejo Polar (IMPERDIBLE)

Continuando con la programación de actividades del Coloquio Internacional de Literatura Fantástica que se realiza en el Centro de estudios literarios Antonio Cornejo Polar, acá los dejo con la programación del sábado 12 de setiembre, fecha final de un encuentro que ya es indispensable en la programación anual de actividades literarias de esta parte del continente.
Habrá mesas redondas, debates y conferencias magistrales, como la que brindará Carlos Calderón Fajardo, sobre la novela gótica en el Perú (además de venta de libros sobre la temática fantástica a precios especiales).

El ingreso es LIBRE, perdérselo: imperdonable.
Nos vemos

Dónde: Av. Benavides 3074-La Castellana. Miraflores. Altura del Óvalo Higuereta.

Sábado 12 septiembre de 2009
MESA 4 09:15 - 10:30 hrs.

Modernidades de lo fantástico
Jorge Ramos Cabezas (Universidad Nacional Mayor de San Marcos)
El microrrelato fantástico peruano y la Generación del 50
Diana Rodríguez Díaz (Universidad Nacional Mayor de San Marcos)
El Supercholo como discurso icónico de la modernización y la cultura popular
Fernando García (Universidad Antonio Ruiz de Montoya)
Constatación de Tlön
Modera: Christian Elguera

MESA 5 10:45 - 12:00 hrs.
Nuevos mundos fantásticos
Christian Elguera Olórtegui (Universidad Nacional Mayor de San Marcos)
Albores de la literatura fantástica en el Perú: estilos e influencias en la literatura gótica del XIX
Daniella Wurst (Pontificia Universidad Católica del Perú)
Criaturas desafiantes: los conejos en Carta a una señorita en Paris de Julio Cortázar; y las papas en Dearth de Aimee Bender. Un contraste de elementos neo-fantásticos y los factores que influyen su mensaje
Rubén Quiroz Ávila (Universidad Científica del Sur)
Máquinas voladoras en la Colonia: El caso de Santiago de Cárdenas, natural de Lima
Modera: Marcel Velázquez

Conferencia virtual 12:15 - 13:15 hrs.
David Roas (Universidad Autónoma de Barcelona, España)
Lo fantástico según Edgar Allan Poe
Modera: Elton Honores

RECESO


Conferencia Magistral 3:00 pm
Carlos Calderón Fajardo

Por qué escribir literatura gótica (Lo gótico y lo neo-gótico en el Perú)

MESA 6 16:15 - 17:30 hrs.
Latinoamérica fantástica
Juan R. Cuya Nina (Universidad Nacional Mayor de San Marcos)
La antropofagia como imagen neofantástica. Una lectura de La apoteosis de la maestra de María Tellería Solari
Hernando Motato C. (Universidad Industrial de Santander-Colombia)
Lo fantástico de los dobles en tres cuentos latinoamericanos: Doblaje, de Julio Ramón Ribeyro;Lejana de Julio Cortázar, y Trinidad, de Germán Espinosa
Nehemías Vega (Universidad Nacional Mayor de San Marcos)
El tema del doble en dos autores peruanos: Clemente Palma y Julio Ramón Ribeyro
Modera: César Espinoza

MESA 7 17:45 - 19:00 hrs.
Realidades fantásticas
Raúl Calderón Bird (Universidad de las Américas, Puebla, México)
El doble estatuto sociocultural en los cuentos fantásticos de La semana de colores de Elena Garro Elton Honores (Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Universidad San Ignacio de Loyola) Alegoría del Apocalipsis en El tiempo del fin de Manuel Mejía Valera
Álvaro Bernal (University of Pittsburgh at Johnstown, EEUU)
Releyendo El guardajugas de Arreola: entre lo fantástico y el pragmatismo del día a día latinoamericano
Modera: Nehemías Vega

Conferencia Magistral 19:15 - 20:15 hrs.
Melvin Ledgard (Pontificia Universidad Católica del Perú)
Poe y Cortázar: universos en contacto
Clausura. 20:15 - 20:25 hrs.

Actividades paralelas: Exhibición y venta de revistas de literatura peruana y libros de autores nacionales y extranjeros 14:30-19:00 hrs.
Participan: Ajos & zafiros, Ínsula Barataria, Casa de citas, Tinta Expresa.

Más información:
http://celacp.perucultural.org.pe/concurso.asp
http://www.letralia.com/216/0911fanperu.htm
http://jorgeramoscabezas.blogspot.com/

Fotografia: Gyula, la vampira de Calderón Fajardo.

Cuenta atrás (Un cuento de Teresa Muñoz)

Había contado más de mil veces las cenefas, combinadas en marrón y beige del papel que forraba la pared y que tiempo atrás había escogido ella misma; veinticuatro y media. Las patitas de la butaca donde José dejaba su ropa; tres. Los agarradores de los cajones de la cómoda; dos por tres, seis. Los libros del estante; cuatro de lomo parecido. Los dedos de las manos de la virgen de yeso del tocador; sólo tenía nueve. Las cuerdas de tender la ropa que veía a través de la ventana; cinco, verde clorofila. Lo que nunca había acabado de contar eran las flores tejidas de la vánova de ganchillo que cubría su cama; siempre se empezaba a ahogar a medio contar. Asma crónica.

La acompañaba todo el día aquel murmullo, como de agua al hervir, procedente de la bombona de oxígeno que necesitaba para respirar. Al principio, ese rumor se le metía en la cabeza y le había llegado a parecer insoportable, más todavía cuando supo que tendría que oírlo por siempre más. «¿Siempre, doctor?», había preguntado con miedo de recibir una respuesta que presumía afirmativa. «Desgraciadamente sí». Esas palabras quedaron cosidas en su cerebro. Pero con el tiempo se acabó acostumbrando hasta el punto que el hervor se había convertido en la melodía que la acompañaba mientras contaba cosas y revivía sus recuerdos. Todo lo contaba, todo lo que la vista le ofrecía entre las cuatro paredes en que estaba condenada a permanecer, a pesar de su juventud. Para siempre. Observar y recordar eran de las pocas cosas que podía hacer cuando no se ahogaba. De vez en cuando miraba de reojo el libro que tenía en la mesilla de noche; el punto de libro estaba más o menos por la mitad. Sabía que no lo acabaría de leer nunca y en cierta manera prefería que así fuera porque le daba miedo que las cosas se acabaran.

Los recuerdos no le dolían, a pesar de todo. Recordar era la única manera que tenía de vivir, la única manera de sentir emociones que sabía que nunca más volvería a sentir. Cerraba los ojos y vivía en aquella oscuridad deseando que cuando llegara el momento de morir fuera en uno de ésos en que sentía que vivía intensamente. Su vida había sido bien corta, pensaba. Podía contar, también, con los dedos de las manos las cosas más importantes que confeccionaban su historia.

Se habían casado a toda prisa y de escondidas, antes de que se le empezara a notar la barriga, un lunes a las ocho de la mañana en la iglesia más recóndita del barrio, sin vestido de novia. Tampoco hubo celebración, pero ni siquiera la austeridad del día pudo reprimir la felicidad que sentía, y su sonrisa quedó perpetua en una fotografía que en ese momento estaba al lado de los cuatro libros de lomo parecido, y que a menudo contemplaba mientras respiraba con la ayuda de la bombona. No podía evitarlo; aunque se estuviera ahogando, cada vez que la miraba, recordaba feliz ese día. José era el chico más guapo del barrio, estaba enamorada y pronto tendría a su hijo. Pero no hubo llanto después que el médico dijera que el niño ya estaba fuera, y José entró y salió de la habitación, esa misma habitación de la butaca de cuatro patas y la virgen de nueve dedos, sin abrir la boca, mientras a ella le resbalaban las lágrimas por el rostro y tendía los brazos pidiendo que le dejaran abrazar a su hijo.

Le había preguntado mil veces si ya no la quería porque no había sabido traer a su hijo al mundo, o si porque nunca más podrían ser padres; le había preguntado, ya había perdido la cuenta de cuántas veces, el porque de su silencio. Pero la última respuesta que recibió fue un golpe desesperado con el puño sobre el tocador que hizo caer la virgen de yeso al suelo. Se le rompió un dedo y nunca nadie se lo volvió a poner. Desde ese momento el silencio fue total.

Sonreía cuando recordaba cómo había llegado a la ciudad, de la mano de su padre y con unas trenzas que le llegaban a la cintura. Su padre era un hombre distinto a la mayoría. Siempre bromeaba y a pesar de haber perdido a su mujer y haberse hecho cargo de su pequeña hija solo, siempre lo veía todo con optimismo. Y ella, por consecuencia, era una niña alegre, sonriente, con ganas de vivir. Pronto se entusiasmó con el dibujo y la costura, aprendió a coser y a cortar patrones y ya de jovencita, se empezó a ganar la vida con ello. Casi no había espacio en ella para la desdicha o la infelicidad. Pero también recordaba, desdibujándose su sonrisa, el momento en que creyó haber perdido su inocencia cuando un día, poco después de haberse casado, oyó un gemido, doloroso y femenino, y un posterior llanto provenientes de la habitación de los suegros, con quien convivían. Poco después había visto, desde la cocina, donde preparaba la cena, al suegro salir de la habitación abrochándose el cinturón. Cuando quiso preguntar, José la hizo callar y le preguntó, ante su expresión atónita, si la cena ya estaba lista, porque estaba hambriento después de una dura jornada de trabajo. La suegra no cenó. Aquella noche descubrió que había cosas de las que no se hablaba en esa casa y punto.

José dejó de ser, en algún momento, el de antes; siempre se quejaba del trabajo, de lo duro que era sacar a flote el negocio familiar, del que se había hecho cargo sin ni si quiera plantearse si era lo que quería. Al final del día llegaba a casa sudado, con la mirada amargada y triste, y muy pronto dejó de darle aquel beso de bienvenida. Se había olvidado de ella, había dejado de quererla sin que ella supiera el porque. A alguien le oyó una vez hablar de aquella chica a quien no dejaron que se casara con él, que des de entonces a él ya todo le daba igual. Pero ella no quiso creer nunca que José amara a otra mujer, y cuando le venían a la cabeza esos recuerdos, punzantes y venenosos, los rehuía. Había cosas en las que no debía de pensar y punto. Pero no podía evitar sentir una especie de angustia y entonces, inconscientemente, reseguía con los dedos las flores incontables de ganchillo de la vánova. Todo había ido tan deprisa… Y no sabía qué había hecho mal, ni por qué ni si quiera había podido llegar a ver la cara de su hijo…

Un día, mientras contaba los pétalos de unas margaritas que alguna visita le había llevado, se retiró el respirador que se sujetaba con una gomita alrededor de la cabeza, como las máscaras de carnaval. Con algo más de esfuerzo alargó su brazo hasta la válvula que regulaba la salida de oxígeno de la bombona y la giró poco a poco hasta que dejó de oírse el murmullo. Se hizo un silencio absoluto. Qué descanso. Miró el libro de la mesilla de noche, pasó su débil y temblorosa mano por encima de la cubierta y comprobó que el punto de lectura estaba más o menos por la mitad, como siempre. Se vio en aquella sonrisa de años atrás, y continuó resiguiendo con la mirada las cosas que la rodeaban, una tras la otra. Se detuvo en las rayas de la cortina pero eran infinitas y mientras en vano intentaba contarlas se le cerraron los ojos. Y, ya en la oscuridad, recordó con una sonrisa que mientras envolvían a su hijo en una sábana blanca le había podido ver un pie, un piececito morado y largo, y que se había fijado en sus dedos y los había contado: tenía cinco.

08 septiembre 2009

Encuentro fantástico este viernes y sábado



Sala de Conferencias del Centro de Estudios Literarios Antonio Cornejo Polar(Av. Benavides 3074-La Castellana. Miraflores. Altura del Óvalo Higuereta)
Ingreso Libre.
Costo de certificación:
Público en general: 25 soles
Estudiantes: 20 soles

Programa
Viernes 11 de septiembre de 2009
Inscripción y entrega de credenciales: 09:00 - 10:00 hrs.
Inauguración: Gonzalo Portals Zubiate, Presidente del Comité Organizador10:00 – 10:15 hrs.
Conferencia Magistral 10:15 – 11:15 hrs.: Vicente Luis Mora. (Instituto Cervantes de Albuquerque, EE. UU.)Las ciudades invisibles de la literatura fantástica latinoamericana, de Jorge Luis Borges a César Aira

MESA 1 11:30 - 12:45 hrs. Construcciones de lo fantástico
José Güich Rodríguez (Universidad de Lima)Estrategia narrativa en el cuento La trama celeste, de Adolfo Bioy Casares
Jim A. Anchante Arias (Universidad Nacional Mayor de San Marcos)Configuración del lecto-personaje en dos cuentos hispanoamericanos
Andreas Kurz (Universidad de Guanajuato, México)
Conceptos confusos – contenidos compartidos: lo fantástico entre Hoffmann y Arguedas
Modera: Edwin Canaza

RECESO

MESA 2 15:00 - 16:15 hrs. Travesías de lo fantástico
César Espinoza García (Universidad Nacional Federico Villarreal) Elementos fantásticos en Oshta y el duende (1955) de Carlota Carvallo: transgresión y tiempo
Nini Johanna Sánchez Ávila (Universidad Distrital Francisco José de Caldas - Colombia) Los juegos del demiurgo, los asedios del creador: consideraciones a La noche de la Trapa de Germán Espinosa y Frankenstein de Mary Shelley
Edwin Canaza (Universidad Nacional Mayor de San Marcos)Consideraciones en torno a “lo fantástico” y “lo siniestro” en el cuento Casa tomada de Julio Cortázar
Modera: Raschid Rabí

Conferencia Magistral 16:30 - 17:30
Isaac León Frías (Universidad de Lima)
Lo fantástico en el cine

MESA 3 17:45 - 18:45 hrs.
Lo fantástico en Hispanoamérica
Raschid Rabí (Universidad Antonio Ruiz de Montoya)
¿Es Mort Cinder un superhéroe latinoamericano? La obra de Breccia y Oesterheld en relación con el género de superhéroes
Patricia García García (Dublin City University, Irlanda. Universidad Autónoma de Barcelona, España) Los escondites de la realidad: el espacio fantástico en Mi hermana Elba(1980) de Cristina Fernández-Cubas
Modera: Jorge Ramos Cabezas

Mesa de narradores peruanos 19:00 – 20:15 hrs.
Lenguaje y realidad: la representación de lo imposible
Participan: Enrique Prochazka, Nilo Espinoza Haro, Edgardo Rivera Martínez

Modera: Elton Honores

06 septiembre 2009

Oswaldo Reynoso en Argentina

Hace un par de meses, mientras devoraba la nueva edición de "En octubre no hay milagros" editada en Argentina por Ediciones El Andariego, su autor, el escritor Oswaldo Reynoso (tan querido como criticado y por eso más querido aún), me comentó de su gira promocional, y esta irá del 7 al 13 de setiembre en la ciudad de Buenos Aires. Es una gran noticia sobre todo porque Reynoso es un escritor que merece desde hace mucho tiempo la internacionalización de una obra que es considerada de culto en el Perú y forma desde su primera aparición (con "Los inocentes" a fines de los 50) un referente ineludible en la historia de la literatura peruana. Ya en Argentina su obra ha causado el primer impacto en medios de prensa. Los dejo con la nota, más que auspiciosa, aparecida en el blog informativo La 5 Pata con motivo del lanzamiento de "En octubre no hay milagros".


Reeditan emblemática novela de escritor de culto Oswaldo Reynoso
Con "En octubre no hay milagros", el narrador escandalizó el ambiente literario de su país en los años 60 con un lenguaje descarnado que algunos críticos tildaron de inmoral y pornográfico.Acusada en su tiempo de obscena e inmoral, la novela "En octubre no hay milagros", del narrador peruano Oswaldo Reynoso (Arequipa, 1931), se reedita ahora en la Argentina luego de casi 25 años de su aparición en Perú.Reynoso escandalizó el ambiente literario peruano de los años 60 con un lenguaje descarnado que algunos críticos tildaron de inmoral y pornográfico.La polémica se desató con uno de sus primeros libros, "Los inocentes" y continuó precisamente con la aparición, en 1965, de la novela "En octubre no hay milagros", a la que algunos críticos sugirieron "arrojar al estercolero".En defensa se levantaron las voces de escritores peruanos como José María Arguedas y Mario Vargas Llosa. El primero señaló que a partir de Reynoso había que hablar de un antes y un después en la narrativa peruana. Y el autor de "Conversación en la catedral" lamentó el "prejuicio feroz" de quienes descalificaron a la novela que "es de una crudeza fría y áspera como la realidad".Reeditada por la editorial El Andariego, la novela cruza ficción y realidad apelando a la imagen del Señor de los Milagros, rescatada de las ruinas de un terremoto del siglo XVIII y que sigue convocando a miles de fieles que claman al cielo lo que les es negado en la tierra. Continuar leyendo AQUI

01 septiembre 2009

Juan Luis Godoy y el misterio de la poesía


Durante la 14 Feria Internacional del Libro se dieron cita varios de los poetas más importantes (entre los jóvenes y los no tan jóvenes) para conversar sobre letras y los procesos que como creadores atraviesa de forma particular cada uno de ellos. Augusto Rubio, director del blog "marea cultural" entrevistó entonces a Juan Luis Godoy Becerra, poeta de esta casa quien acaba de editar hace pocos meses su muy comentado libro "Sombrademares", los dejo con la entrevista. CLICK AQUÍ