26 agosto 2008

Literatura e infierno: Fernando Vallejo

A pedido de los lectores, les alcanzo esta entrevista que realizara Juan Villoro al siempre polémico Fernando Vallejo, cuya obra, tanto como su vida, son ya una cicatriz imborrable en el panorama de las letras sudamericanas.
'Yo resolví hablar en nombre propio porque no me puedo meter en las mentes ajenas, al no aberse inventado todavía el lector de pensamientos'

Cronista de la devastación, Fernando Vallejo escribió en La Virgen de los sicarios (1994) una insólita historia de amor y un evangelio al revés, donde los asesinos disparan balas rezadas y el mayor delito consiste en sobrevivir. Testigo de cargo de la violencia en su natal Medellín, Vallejo inventa momentos de humor y compasión en la metralla. Como la legendaria Rosita Alvírez del corrido mexicano, sus personajes tienen suerte cuando reciben cuatro tiros y sólo uno es de muerte. Maestro de la injuria como una de las bellas artes, el narrador suele apartarse de la trama para levantar la voz como un libelista indómito y a veces disparatado. Sus peroratas imprecatorias caen sobre Colombia como una lluvia ácida, una tempestad desaforada, un cataclismo del idioma. Fernando Vallejo o la música del desconcierto. La recién publicada El desbarrancadero (Alfaguara) confirma que un nihilista nunca es tan inquietante como cuando se pone de buen humor y mezcla la dicha con el apocalipsis. La novela narra la historia de un hombre que regresa a Medellín a velar la agonía de su hermano, enfermo de sida. Ante esa vida que no puede salvar, el narrador revela la condición moral del sobreviviente: el testigo de la mortandad es un cadáver que recuerda. Como siempre, Vallejo acude al pacto autobiográfico y asume el riesgo de que sus argumentaciones sexuales, raciales o veterinarias sean vistas como recetas para la vida por los amantes de la literalidad. Apenas hace falta repetir que estamos ante una novela y no ante un libro de superación personal.
Quizá porque vuelca la pólvora en su escritura, Fernando Vallejo es un hombre de cortesía excepcional. Ignoro la graduación de sus lentes de contacto, pero debe ser muy alta. El novelista mira dos veces a sus invitados. La primera con la sonrisa. Luego se produce el reconocimiento y el huésped pasa al salón que da a las frondas de la calle de Amsterdam. El enfático narrador en primera persona es ahí un personaje deliberadamente secundario, interesado en la suerte de los otros. Sin imponer su tono, menciona de pasada los muchos asuntos que le interesan: las películas que llegó a hacer a México y que iniciaron su estancia en el país, la música clásica que suele interpretar al piano, la cocina, los chismes sobre las vanidosas potestades de la república de las letras, las minucias científicas y, por supuesto, los perros (un galgo de pelambre bicolor, como los favoritos de los zares, vigila el pasadillo).
Para esta conversación nos reunimos en un sitio menos propicio. El 6 de diciembre intercambiamos preguntas y respuestas por correo electrónico. Seis días después, un millón de feligreses llenaba la basílica de Guadalupe. Vallejo le había pedido a la patrona de México ánimos para no dar entrevistas.
Abrumada por tantas plegarias de ocasión, celosa de la preeminencia de la Virgen de los sicarios o partidaria de los periodistas a los que tanto debe, Nuestra Señora de Guadalupe permitió la entrevista.

En El desbarrancadero habla de Internet como una epidemia equivalente al sida. Supongo que tiene ciertas prevenciones para responder por correo electrónico.
Ni la más mínima: es la única forma de que los periodistas no me cambien lo que digo, y ni aun así: me cambian sus preguntas, me cambian mis respuestas, sacan una frase mía de contexto y la ponen de título y quedo como Dios Padre tronando desde el Sinaí, e indefectiblemente, cuando veo mis entrevistas publicadas se me cae la cara de vergüenza. Les tengo más miedo a los entrevistadores que llegan a mi casa con papel y lápiz que a los sicarios de Medellín.
El desbarrancadero explora la elocuencia de la enfermedad. 'En cuanto se tiene un padecimiento se tiene una opinión propia', decía Lichtenberg. El hermano del protagonista adquiere una perturbadora lucidez en agonía tras derrochar su vida. ¿Podría comentar algo sobre la expresividad de los enfermos?
La vida para mí es una desgracia; en cambio para mi hermano Darío era una fiesta, y en consecuencia se entregó en cuerpo y alma a derrocharla y a quebrar todos los platos y los muebles de la casa. ¡Qué bueno que ya no siga aquí en este horror, qué bueno que se murió!
La novela también celebra la juventud y la belleza, no sólo de los muchachos de Medellín, sino de un pasado, si no idílico, al menos muy superior a la realidad actual. Toda su literatura parece venir de esa pérdida. Pero su memoria es vengadora: no busca la evocación nostálgica sin motivos para denostar con brillantez el presente.
Ya lo dijo Manrique: todo tiempo pasado fue mejor. En cuanto al mío, lo fue no tanto porque yo fuera entonces un niño o un muchacho siendo que ahora soy un viejo (o casi), sino porque entonces había menos gente; y mientras más gente, peor: el infierno son los demás, dijo Sartre. Sartre el bienaventurado, que se murió cuando éramos tan sólo tres mil millones. Hoy ya pasamos de los seis mil y me siguen contaminando el agua, empuercando el mar y respirando el aire.
Se describe como un novelista de primera persona. La voz narrativa suele ser la de alguien muy parecido a Fernando Vallejo. Esto refuerza la impresión de que se trata de un relato autobiográfico, 'verdadero'. ¿Podría comentar algo sobre la novela de tercera persona y la novela de primera persona?
Sí, aunque por ahí no va a faltar quien diga que me repito. Durante los últimos doscientos años, la novela (entendiendo por novela la ficción en tercera persona) ha sido el gran género de la literatura. Ya no puede serlo más, ése es un camino recorrido, trillado, y no lleva a ninguna parte. ¿Qué originalidad hay en tomar, por ejemplo, una persona de la vida (o varias armando un híbrido) y cambiarle el nombre dizque para crear un personaje? Yo resolví hablar en nombre propio porque no me puedo meter en las mentes ajenas, al no haberse inventado todavía el lector de pensamientos; ni ando con una grabadora por los cafés y las calles y los cuartos grabando lo que dice el prójimo y metiéndome en las camas y en las conciencias ajenas para contarlo de chismoso en un libro. Balzac y Flaubert eran comadres. Todo lo que escribieron me suena a chisme. A chisme en prosa cocinera.
Desde Voltaire, casi nadie había sostenido un mano a mano tan intenso contra el Papa como usted. Christopher Domínguez Michael le compara, a mi modo de ver con razón, con un moralista del XVIII.
A Voltaire lo educaron los jesuitas, y a mí los salesianos. Y los jesuitas comparados con los salesianos son unas mansas palomas. Yo conozco lo peor de lo peor. Pero mi polémica no es con este Papa, que al fin de cuentas no es más que un pobre diablo que ya por fortuna se va a morir; mi polémica es con Cristo, uno al que tampoco le dio el alma para entender lo que tenía que entender: que los animales también son nuestro prójimo, y no sólo el hombre, que es el más malo de los animales. Y después de Cristo con Mahoma, esa bestia reproductora y lujuriosa.
Como en Buñuel, en su ateísmo hay algo muy religioso. En La Virgen de los sicarios escribó un furibundo contraevangelio.
Los muertos de ese libro hace mucho que están podridos y enterrados y ya los olvidé.
Su narrador es un misántropo capaz de ofender con corrosiva ironía a todas las causas de la corrección política. Pero en su trato con los animales es de una piedad franciscana. Lo mismo puede decirse de los recuerdos sobre el padre y de la naturaleza colombiana anterior a los años de la violencia. Se diría que sus preocupaciones más profundas tienen que ver con la ecología.
No, los ecologistas son especialmente infames y mentirosos: quieren preservar las especies de esta tierra para el hombre, para que el hombre las disfrute y se las coma. Yo no. Yo pienso muy distinto de ellos: especie que se extingue, especie que deja de sufrir. Que se mueran los perros, que se mueran las vacas, que se mueran las ratas, mis hermanas las ratas, eso es lo que quiero yo.
Me parece que ha escrito una refutación de Darwin.
Darwin era un impostor. Otro, ya que venimos hablando de papas. Y El origen de las especies, un libro estúpido, feo y mal escrito y por momentos lo único que no podía ser: ¡lamarckiano! Lo publicó ese impostor en 1859, 12 años antes de que Oscar Hertwig descubriera la fecundación del óvulo por el espermatozoide. ¿Cómo uno que no sabe que proviene de un óvulo fecundado por un espermatozoide se puede meter a explicar dizque 'el origen de las especies'? El mecanismo que él propuso, el de la selección natural, es una tautología, una perogrullada, la vuelta del bobo, una explicación que no explica nada. Como la de Dios, que explica todo, ¿pero a Él quién lo entiende? Por supuesto que la evolución es una realidad, para mí tan clara como un día despejado con sol. Pero ésa no la descubrió él, la descubrieron otros: Maupertius, Lamarck, y sin ir más lejos de la familia del santo en cuestión, su abuelo Erasmus Darwin.
Recuerdo su conferencia en Cali, hace un par de años. Se iba al día siguiente y dejó la impresión de que esa noche sería peligrosísima para usted. Se lanzó contra todos: la guerrilla de las FARC, los paramilitares, la Iglesia, los narcos, los políticos. ¿Hay remedio para la violencia en Colombia?
Colombia es un desastre sin remedio. Máteme a todos los de las FARC, a los paramilitares, los curas, los narcos y los políticos, y el mal sigue: quedan los colombianos.
Thomas Bernhard se sirvió de su odio por Austria como de un combustible creativo. Desde hace muchos años vive en México, la capital de la mentira, como la llama, y va con arriesgada frecuencia a Colombia. ¿Se imagina escribiendo desde un entorno plácido o necesita, como Bernhard, el roce con lo que detesta?
No he leído a Bernhard pero sé que él insultaba a Austria, su patria, porque la odiaba; yo en cambio insulto a Colombia, la mía, porque la quiero. Y porque la quiero, quiero que se acabe: para que no sufra más.
A lo largo de El desbarrancadero dice que nada es tan suicida como pedirle a un taxista que baje el volumen de su radio. Pero cuando su narrador lo hace, sobrevive. Me parece una clave para entender que es un artista de la exageración. También involucra su sentido del humor, como cuando describe a un dandi que va por los barrios miserables dejando caer cubitos de consomé Maggi desde su coche deportivo. Sus efectos cómico-dramáticos le deben mucho a la desmesura. ¿O exagero?
Cubitos de consomé y naranjas envenenadas. Y de lo único que me considero artista es de la supervivencia: en un mundo de locos rabiosos llegué a la vejez.
Ha escrito dos espléndidas biografías de poetas, una sobre José Asunción Silva y otra sobre Porfirio Barba Jacob. ¿Qué tan importante ha sido la poesía para escribir en prosa?
La poesía hay que hacerla en prosa. El verso no tiene razón de ser desde que se inventó la escritura, o sea un poquito después de Homero. Yo escribí las biografías de esos dos poetas colombianos que dices por desocupación. Y respetando la convención literaria que pide que el biógrafo crea en su biografiado, sostuve que eran dos de los más grandes poetas del idioma, pero no. Los versos son sonsonete. Quiero decir los de antes, los que tenían ritmo y rima; en cuanto a los de hoy, son pedacería de frases.
Es un pianista más que solvente, ¿con qué compositores encuentra afinidades narrativas?
Lo que yo hubiera querido ser en la vida es músico, compositor. Pero como no tenía música en el alma, no me quedó más remedio que dedicarme a esas dos artes menores del cine y la literatura. Gluck y Mozart son lo máximo. Después sigue El Quijote.
Desde La isla del tesoro nadie mataba a tantos personajes de forma tan necesaria. También dice que el contacto con la muerte le ha convertido en un autor póstumo. Su ironía parece fundarse en este principio tragicómico: las bromas del que ya está en el más allá. ¿Me comenta algo o estoy loco?
Me encanta eso que dice 'de forma tan necesaria'. Es que si no abrimos campo ya no caben más. Hay que ir sacando por un lado para meter por el otro.
El final de El desbarrancadero me recuerda mucho al de Almas muertas, de Chéjov, los personajes parten, uno en un taxi letal, otro en una carreta, después de haber levantado inventario de las muertes. Me parece una coincidencia feliz. No sé si la tenía en mente.
Lo único que recuerdo de Las almas muertas, de Gógol, es que el protagonista (¿Chichikov?) vendía esclavos muertos sobre el papel, en las escrituras, como si estuvieran vivos; y que la leí en una edición de la editorial Porrúa de México.
Le prometió a la Virgen de Guadalupe que ya no haría entrevistas a no ser que ella le ordenara lo contrario. ¿Inscribimos este diálogo en los milagros guadalupanos?
Sí, porque dentro de seis días es su fiesta.

25 agosto 2008

Entrevista a César Aira

César Aira es posiblemente el escritor argentino más importante de su generación. Autor de una treintena de novelas, además de cuentos, ensayos y obras de teatro, y traductor de Jan Potocki o Saint-Exupéry, entre otros. Su obra le ha merecido el reconocimiento del público dentro y fuera de su país. La crítica le ha dedicado diversos adjetivos a lo largo de su carrera: inteligente, original, descreído, chocante, divertido, imprevisible. Lo cierto es que su estilo es inconfundible. Nunca le hubiera preguntado a nadie qué es la novela excepto a este escritor que, a sus cincuenta y pico años, descubre que se le multiplican los lectores tanto como las ediciones de sus libros. Esta es una entrevista que realizó el periodista Ernesto Escobar para la siempre interesante Barcelona Review. Disfrútenla.

CA: Nunca me ha preocupado mucho la cuestión de los géneros. Lo mío es la narración, y trato de llegar a una extensión que permita hacer un libro, eso es todo. No me gusta que haya más de una historia en un libro, no sé bien por qué. Mis historias se han ido haciendo más breves con el tiempo; ya me cuesta pasar de las cien páginas, y me da trabajo convencer a los editores de que hagan un libro con eso. Me resisto a las recopilaciones que me proponen. No entiendo qué tiene de malo un libro de pocas páginas. Como lector, son mis favoritos.
TBR: Cierto que tus libros son de pocas páginas pero en ellos se cuentan a veces varias historias, El Bautismo, por ejemplo, las historias son como un pretexto para reflexionar sobre infinidad de cosas.
CA: Yo no hablaría de pretexto, sino de un juego de transformaciones, que es lo que hace la dimensión temporal del trabajo de la novela. Por breve que sea, una novela lleva un tiempo para ser escrita, y las huellas visibles de ese lapso son esos cambios de nivel entre lo escrito y su escritura. Me gusta dejar bien visibles esas huellas, y de ahí debe de venir la mala fama que me he hecho de autor de "metaficciones" y todo eso. Una huella principal del tiempo es el desvarío de las intenciones originales. El Bautismo salió de una anécdota que me contó un cura, como hecho real: un colega suyo se negó a bautizar a un recién nacido por encontrarlo demasiado poco humano. El modo de hacer un libro con esa anécdota era olvidarla, para fecundar la historia con su olvido. Y el cura mismo, en la segunda parte de la novela, la ha olvidado. Y ahora que pienso en el olvido, me acuerdo de una cosa. Yo conocía al recién nacido protagonista de la historia, era un compañero de estudios, al que después perdí de vista. Pues bien, hace poco abrí el diario y lo vi: es obispo, y jerarca principalísimo del Opus Dei. Si eso no es desviarse de las intenciones originales...
TBR: ¿Prefieres la literatura que se deja llevar por la improvisación que aquella que lo tiene todo previsto, medido y estudiado?
CA: Quizás las dos opciones no son excluyentes. Yo siempre creí practicar la improvisación más descarada e irresponsable, cercana a la escritura automática. Pero siempre mantuve una saludable desconfianza hacia ese "fondo salvaje" del pensamiento, del que al fin de cuentas no pueden salir más que los trillados lugares comunes que nos dictan las determinaciones sociales, históricas y familiares que nos han formado. Así que trato de que la improvisación corra por vías trazadas por la inteligencia.
TBR: ¿Esa "escritura automática"bretoniana te convierte también en un escritor prolífico? Por la frecuencia con que se publican tus libros se diría que escribes mucho.
CA: Ya se me ha vuelto un hábito aclarar que no escribo mucho sino poco, y hasta poquísimo. Nunca paso de una página por día, negociada muy lentamente y con toda clase de preparativos. Y no todos los días. Es cierto que publico dos novelas por año, pero son novelitas de menos de cien páginas. Y es cierto que vengo haciéndolo así desde hace treinta años. El surrealismo era algo muy vivo y estimulante en la Argentina de los años sesenta, los años de mi formación, que sucedió entre poetas. Todos mis amigos y maestros fueron poetas, incluidos de un modo u otro en la estela del surrealismo. De ellos tomé el procedimiento y los gestos. Nunca fui de esos novelistas que se sientan a la máquina de escribir y escriben en extenso. Lo mío fue, y sigue siendo, el dibujo laborioso de una escena, y al día siguiente otra, como los collages de Max Ernst o las cajas de Joseph Cornell.
TBR: ¿Esto te lo permite más la novela que otros géneros?
CA:La palabra "novela" ha ampliado tanto su significación que es ideal en términos de libertad. Ni se me ocurre escribir otra cosa. El cuento no me gusta porque depende demasiado de la calidad; si no es bueno, no funciona. De la novela en cambio pueden apreciarse otras cosas además del virtuosismo del autor; es un formato más relajado, que permite cambios de idea, arrepentimientos, asimetrías, y unos recorridos sinuosos que creo que se adaptan más a mi imaginación. La poesía nunca la he intentado, porque no tengo el sentimiento de la materialidad de la lengua. Las piezas de teatro que he escrito son experimentos de novelita dialogada. Y en cuanto a ensayos o artículos, me he obligado a escribirlos para alivianar un poco a mis novelas de una carga reflexiva que amenazaba con crecer. Me da trabajo escribirlos porque siento todo el tiempo a un guardián de la verdad vigilando sobre mi hombro. Pero tienen la ventaja de que cuando termino uno, con indescriptible alivio, disfruto más la vuelta a la novela.
TBR: ¿De qué manera plasmas en la novela tu visión de la realidad?
CA: Por algún motivo, siempre he sentido que la realidad es algo que hacen los otros y que yo estoy condenado a ver desde afuera. Supongo que esa distancia debe darle un tono especial a lo que escribo, quizás un matiz de extrañeza, quizás (ojalá) de libertad. Pero debo decir que a mis libros, más que como reflejo o representación, los pienso como instrumentos o herramientas, para operar sobre la realidad, precisamente.
TBR: ¿Dónde entran el lector y los personajes?
CA: Me temo que ni el personaje ni el lector son prioridades para mí. Me ocupo más bien del verosímil, de la visibilidad de las escenas, de la continuidad. Por supuesto que el lector debe de estar presente en algún rincón de mi conciencia, pero creo que cumple una función más bien instrumental, de "control de calidad". Y respecto de los personajes, prefiero los estereotipos o marionetas, sin psicología ni profundidad. El personaje es un mal necesario para la clase de novelista que soy.
TBR: Tienes atracción por personajes que no son precisamente estereotipos, enanos, monjas, curas, ignorantes, travestidos, delincuentes de poca monta.
CA: Me parece que estamos usando definiciones distintas de la palabra "estereotipo". Para mí, no hay nada más estereotipado que un enano, una monja, un travesti o un asesino serial. La literatura popular, la televisión, la imaginación colectiva, se han encargado de tipificarlos hasta la caricatura, y ahí es donde los tomo yo. Todos los mitos de la profundidad y la psicología se concentran en el hombre común, cuyos misterios insondables me asustan y desalientan.
TBR: En la literatura latinoamericana no abundan tales estereotipos, quizás pensaba yo en esos, en el personaje escritor, el revolucionario, el dictador, el cacique, el indio, el señorito.
CA: Depende de la literatura latinoamericana que uno lea. No hay revolucionarios ni caciques en los libros de Borges o de Felisberto Hernández o de Elena Garro o de Adolfo Couve o de Machado de Assis. Reducir lo latinoamericano a Rulfo y Ciro Alegría es difamatorio.
TBR: Ahora que dices esto, recuerdo que Ignacio Echevarría dijo algo así como que el efecto del Realismo Mágico había sido tan invasivo, que de Rulfo se podían reclamar deudores"desde Sergio Pitol hasta César Aira".
CA: Contextualizar está bien, pero hay que tener en cuenta que una parte importante del trabajo del novelista es descontextualizar. Por lo pronto, se descontextualiza a sí mismo; su educación casi no es otra cosa. Que uno sea latinoamericano no significa que sus lecturas o influencias sean necesariamente latinoamericanas.
TBR: ¿En todo caso qué te permiten los estereotipos?
CA: Llego más rápido al relato, y puedo hacerlo marchar más rápido, sin el lastre de la causalidad psicológica. Puedo permitirme otras causalidades, las de la fábula.
TBR: "Imaginativo, sorprendente, no llega a convencer, tal vez por una excesiva pretenciosidad y cierto descuido formal barojiano, aunque no lo haya leído, como cabe suponer." Comentario de Joaquín Marco sobre Las noches de flores.
CA: Le doy la razón, y creo que se queda corto. Las reseñas negativas siempre me parecen provenir de una lectura más inteligente y más atenta que las positivas. De hecho, siempre que me elogian tengo la sospecha de que no han leído el libro.
TBR: Qué piensas de que muchos escritores jóvenes te consideren una de sus principales influencias.
CA: No creo que sean muchos. No creo que ningún escritor joven se proponga escribir libros como los míos, y por cierto que no se lo deseo. En cambio, sí me gustaría llegar a ser un buen ejemplo de vocación, de compromiso con la literatura, y de empeño en la busca de libertad.

20 agosto 2008

Semana Fantástica en el Centro Cultural de España

David Roas viene desde Barcelona haciendo un alto en su cátedra de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universidad Autónoma de Barcelona. Autor de Teorías de lo fantástico (2001); La recepción de la literatura fantástica en la España del siglo XIX (2001); Hoffmann en España (2002); De la maravilla al horror. Los orígenes de lo fantástico en la cultura española, 1750-1860 (2006) y de varios libros de microrrelatos. Sus obras han sido recogidas en importantes antologías y en revistas literarias, así como en la red. Tiene en su haber cuatro obras científicas relacionadas con el género fantástico. Presentará dos de sus obras recientes este lunes 25 de Agosto a ls 8pm.: Horrores cotidianos y Meditaciones de un arponero. Además, los días lunes 25 y martes 26 (de 10:00 a.m.- 1 p.m.) dictará el Taller de autor: El microrrelato. Dirigido a jóvenes narradores. Plazo de inscripción hasta el día miércoles 20, 15 vacamtes, enviar CV a yprada@aecid.pe

Por otro lado, Jordi Carrión (España, 1976) es escritor, crítico literario, periodista de viajes y doctor en Humanidades por la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, donde imparte clases de literatura contemporánea. Es co-director de la revista Quimera. Ha publicado la novela corta Ene (2001), el libro de crónicas La brújula (2006), el libro de artista GR-83 (2007) y dos novelas de no-ficción, Australia. Un viaje (2008) y La piel de La Boca (2008); sus crónicas americanas han sido reunidas en Norte es Sur (2008). Además, ha editado el volumen El lugar de Piglia. Crítica sin ficción (2008) y ha adaptado a clásicos como Bernat Metge o Dante. Ha colaborado en revistas hispanoamericanas como Travesías, Etiqueta Negra o Punto de vista. Sus relatos han sido antologados en Alemania, Cuba, Argentina, México y España. Invitado a aprticipar en la semana de autor, dará una conferencia sobre Crónicas de viaje en el Centro Cultural de España: El viaje visto desde Google Earth. Comenta: Juan Manuel Robles. Además brindará un taller sobre crónicas de viaje los días Jueves 28 y viernes 29 (10:00 a.m.) para participar seguir los mismos pasos que en el caso de David Roas. Esta misma conferencia se dará en la ciudad del Cusco, el jueves 21 (7:00 p.m.) en el auditorio del Convento de Santo Domingo. En la mesa estarán los escritores, Pasos Paz, Mario Carrión (escritor y periodista), Wilden Portilla (escritor y periodista) y como moderador el escritor Miguel Angel Pimentel.

18 agosto 2008

Entrevista a Ernesto Sábato

El fin de semana salió al debate en el taller la obra de Sábato y su influencia en las letras castellanas. Esto último es inobjetable, aunque muchos escritores y críticos hayan comentado en su momento que la prosa de Sábato arruinó la manera de contar. El debate, como siempre, continuará, porque la literatura, la buena literatura, no tiene tiempo. Los dejo con esta mini entrevista en la que un agrio Sábato se muestra bastante harto de preguntas.

"La razón no sirve para la existencia"
Santos Lugares a pesar de estar a sólo 40 minutos de Buenos Aires parece un pueblo de provincia. Pocos autos, plaza con iglesia, casas con jardín. En Santos Lugares todos saben dónde vive Ernesto Sábato. "Cerca de la vía, tres cuadras a la derecha, una a la izquierda. Ahora, ¿él la espera?", dice el obrero de Ferrocarriles. "Porque a esta hora a él le gusta caminar hasta Sáenz Peña, hasta la estación anterior. El sabe hacer ese camino casi todos los días."
La casa de Sabato, amplia y con una dignidad donde se rastrean viejas vidas más esplendorosas, está al fondo de un jardín sombreado por cipreses, gomeros y enredaderas. Una manta espesa de hojas secas cubre el suelo. A la izquierda un camino de baldosas blancas y negras conduce a la puerta de entrada. Por ese camino avanzo, y levantando la mano saludo a Sábato que, de pie, tras una ventana, me mira llegar. Aunque no sé si me ve.
En la habitación en penumbra Sábato sigue de pie mirando hacia afuera. Cuando entro se vuelve. Su rostro es el que conocemos de la televisión y las fotografías: sombrío, pesimista. Mientras nos saludamos me pregunto cómo hará para infundir optimismo a los jóvenes, cómo podrá pasar por encima de tanto pesimismo, para cumplir con esa misión que apasionadamente se propone. Lo pienso, pero aunque es una buena pregunta no la hago.
Casi a modo de saludo le cuento lo difícil que es elegir cinco o seis preguntas entre las 30 que tenía preparadas. Pero él no está distraído. "Tres o cuatro, tres o cuatro" responde.
- ¿Con cuál de sus personajes se identificaría hoy? ¿Martín Bruno, Juan Pablo? ¿O tal vez con alguna de las mujeres?
- ¿Por qué hoy? -dice mientras ordena algunos papeles sobre la mesa.
- Porque han pasado muchos años y es posible que usted haya descubierto en ellos cosas nuevas que no había visto antes, cuando los creó. Usted cambió; ellos también cambiaron.
- Tendré que decirle que salvo alguna excepción (una persona, por ejemplo, fue la inspiradora total de un personaje), todos los demás salieron de mi corazón. Todos son emanaciones de mi propia inconciencia, que jamás engaña. - Se sentó, miró hacia el techo y quedó en silencio. Finalmente añadió -: El corazón de cualquier mortal es un conjunto de contradicciones, algunas aterradoras, como sucede con las pesadillas. Todos somos, no digo algunos, sino todos, una mezcla de bondad y maldad, ateísmo y espíritu religioso, generosidad y egoísmo, valentía y cobardía.
- ¿Cuál de esos seres de ficción creados por usted le resulta el más querido?
- Hay varios, sí, sí varios -dice, y poniéndose de pie vuelve a mirar hacia afuera por la ventana-. Martín adolescente en Sobre héroes y tumbas. Y la sirvientita de la calle Reconquista, hotel de marineros. ¿Recuerda algo de eso?
- Sí, claro, la que lo salva del suicidio.
- Vive en un altillo, pobrecita, con un retrato de Gardel en la pared y una lámina de esas que parecen de un tratado de anatomía de Testut, donde Cristo muestra su corazón en el centro de su pecho abierto.
- También hay un retrato de Evita.
- Sí, le da un mate cocido caliente y trata de reanimarlo. "Niño, hay tantas cosas lindas en la vida, dice mostrándole el cajón de verduras donde duerme su hijito. Mire, aquí me dejan tenerlo conmigo. Tengo esta vitrola vieja y unos discos de Gardel. Hay tantas cosas lindas. Las flores, los perros, los pájaros". Cuando el pobre Martín se levanta ya no se suicidará como pensaba.
- ¿Es ese pequeño personaje uno de los que más ama?
- Claro que sí, no se puede mentir en cosas tan graves, y mucho menos en personajes de ficción. A menudo he sido duro, sarcástico, peleador, pero también he podido sentir cosas tan sencillas y fundamentales como esta de la pobre sirvientita inventada. Esta posibilidad es la que desde que era un adolescente me ha inclinado hacia los pobres, los humillados, las razas perseguidas.
- ¿Qué lo mueve a elegir un tema?
- El instinto.
- ¿Nunca la razón?
- La razón no sirve para la existencia. Sólo sirve para demostrar teoremas o fabricar aparatos. El alma del ser humano en lo más profundo, no está para esas cosas.
- Mucho se dijo sobre usted y su personaje de El túnel. Claro que usted nunca mató a ninguna mujer, pero es pintor desde siempre y se puede suponer que es capaz de ser ferozmente celoso, ¿no?
Ernesto Sábato queda mirándome con expresión irónica. Tal vez quiere decir: "No pienso entrar en sus trampas y hablar de cosas privadas". Dice: "Es verdad, nunca maté a una mujer. Pero, además, no creo en una literatura que calca personajes de la realidad. Eso está bien para escritores naturalistas. Todo naturalismo es superficial, porque no alcanza a la condición humana más profunda, que siempre es sobrenatural".
- En el prólogo de Sobre héroes y tumbas usted dedica la novela "a la mujer que tenazmente me alentó en los momentos de descreimiento", etcétera. Es curioso, pero no la nombra. A mí, esa dedicatoria me pareció que encerraba una pequeña trampa. Muchas mujeres se sentirían aludidas.
Sábato me mira. Su mirada no es irónica sino dura, muy dura. ¿Iría a decir que daba por terminada la entrevista? Dio unas vueltas por la habitación y respondió sin mirarme:
- Soy incapaz de esa clase de mentiras. ¿Quién va a ser sino Matilde, la mujer que me soportó desde los 17 años?
- Yo no quiero que se enoje.
- Si no quiere que me enoje no haga preguntas que pueden enojarme.
- ¿Le resulta impertinente que le pregunte si fue Matilde la única mujer en su vida o tuvo otros amores?
- Tuve otros amores como casi todos los seres humanos. Por no decir todos. Algunos muy fuertes y perdurables, ¿y qué? Grandes culturas en la antigüedad han sido poligámicas o poliándricas. Sólo en esta hipócrita sociedad burguesa se esconde esa tendencia natural de la criatura humana.
- Cuando le dieron el premio Cervantes dijo que, a veces, se sentía ante sus propios personajes como ante seres de carne y hueso, "tan desconocidos que conseguían aterrarme"?
- Eso prueba lo extraño de la vinculación entre autor y personajes. Una relación difícil de explicar.
- ¿Por qué las mujeres en su obra -todas las mujeres- son tan misteriosas, sombrías?
- No sólo las mujeres. También los hombres tienen aspectos sombríos, misteriosos, cosas que no muestran. Todos los seres humanos son así.
- Muchas veces le han preguntado si el "Informe sobre ciegos" de Sobre héroes y tumbas tiene algún significado especial, si alude a alguna realidad no explicitada.
-Muchas veces me preguntan eso y otras tantas les respondo que esas páginas las escribí en un mes y no sé qué significan. Eso, como las pesadillas, salió del inconsciente.
- Cuénteme ¿cómo se distanciaron con Borges?
- Fuimos amigos y nos separó la política. Cuando la llamada Revolución Libertadora llegó hasta lo peor, las torturas a militantes peronistas, yo denuncié una noche, por radio Nacional, nombres y apellidos. Se armó un gran escándalo. A los dos días salió una larga declaración de escritores y artistas condenándome, lo que significa que de alguna manera justificaban las torturas. Lo curioso es que fui siempre antiperonista como ellos, pero por lo visto, por motivos muy diferentes. Como siempre fui un especialista en hacerme enemigos. Muchos años después hubo una reconciliación gracias a un joven escritor que logró que hiciéramos un diálogo que luego se publicó en un libro. Yo creo que hemos pasado las tres y las cuatro. Y tal vez las cinco preguntas, ¿no?

Entrevista realizada por Esther Gilio para la revista Brecha, en 1996

13 agosto 2008

José de Piérola: la profesionalización del escritor

Este lunes 18 de agosto a las 6:00 p.m., se realizará el Conversatorio “La profesionalización del escritor: Los estudios universitarios en creación literaria.” Estará a cargo del laureado escritor José de Piérola (University Texas at El Paso – EE.UU.). Servirá, además, como charla de orientación para quienes tienen planeado dedicarse a la escritura como opción de vida. Se reflexionará sobre fortalezas y debilidades de los estudios académicos de Literatura actuales. Desde el descubrimiento temprano de la vocación, la elección de la carrera profesional, hasta las posibilidades de posgrados en el extranjero. EL INGRESO ES LIBRE

Hora: 6:00 p.m.
Local: Sala de Lectura de Biblioteca UCSUR
Dirección: Av. Paseo de la República 5544, Miraflores.
Escribir a centrocultural@ucsur.edu.pe para reservar, pues el cupo es limitado.

José de Piérola es Ph.D. en Literatura Hispánica, por Texas University. Su especialidad es la literatura latinoamericana, sobre la que ha publicado importantes investigaciones. Como creador es ganador de los premios Max Aub Internacional, Copé de Oro, Premio de Novela BCR, y es considerado como uno de los más notables narradores peruanos de las últimas dos décadas.

12 agosto 2008

Juan Gonzalo Rose: Su voz anida en el jardín

Juan Gonzalo Rose (1928 - 1983) - Foto archivo Epensa

Enciérrame. Protégeme. Y deténme. Deténme. Aquí,
ahora, todo es oscuro y silencioso. La sombra ha borrado
toda página. Apenas, doblegando los pétalos de vidrio,
penetran los rumores apagados de una luz callejera y la
halagadora sospecha del otoño. Aquí, sólo nosotros.
Nosotros dos, en nuestra alcoba, mientras Lima tirita bajo
la neblina y un niño como yo, igual que yo,
tal vez yo mismo, se echa al hombro sus versos
y se escapa hacia el mar.


La característica de la poesía de Juan Gonzalo Rose es la ternura. Conocedor de un área muy importante de la poesía española, principalmente Miguel Hernández y León Felipe, el poeta ha mostrado un gran dominio de recursos expresivos tanto en su vela realista y combativa de sus primeros versos, como en la poesía desnuda, adelgazada de Simple canción (1960), que junto con Informe al rey y otros libros secretos, de 1969, son a nuestro parecer sus mejores libros de poemas. Solitario, escéptico, marginal, Rose fue hasta 1983, año de su muerte, la imagen que el pueblo tenía del poeta, como Martín Adán en otros años. (Marco Martos, continuar leyendo aquí)

10 agosto 2008

Fresan: La salvación de los malditos

Buscando en la red acabo de encontrar una entrevista de 1999 a un joven Rodrigo Fresán, quien acababa de terminar el recordado libro de cuentos "La velocidad de las cosas", realizada por Maria Cristoff. Resulta interesante, a la distancia de sus declaraciones, que si algo se puede admirar en un escritor que se respete, es el no traicionar con el paso de los años su manera de concebir la literatura y la escritura. Cuenta que siempre tiene unos seis o siete libros pensados, que no tiene memoria de un solo día de su vida en que no supiera que quería ser escritor y que lo iba a ser.

-¿Esa certeza se vive como una felicidad o como una condena?
-En realidad, como una moneda de dos caras. Yo recibí una educación muy agnóstica, muy atea, muy sesentista, y creo que el hecho de tener una vocación muy firme suple mucho la idea de un dios o de alguien a quien agradecer, o con quien sentirse en deuda. Yo me siento en deuda con mi vocación todo el tiempo. Una deuda placentera, que pasa por la idea de tener que seguir escribiendo y hacerlo cada vez mejor.
-Su deuda parece haber sido contraída sobre todo con los autores americanos contemporáneos.
-Sí. De hecho, los dos escritores con los que me siento más en deuda son Cheever y Kurt Vonnegut. También me interesan los clásicos: Dickens, Proust.
-¿Y Ford Madox Ford, que aparece citado tan significativamente en su libro de cuentos "La velocidad de las cosas"?
-El buen soldado es una de mis novelas favoritas; tiene una estructura atómica con la que me identifico. Yo soy más cuentista que novelista, me gusta divertirme con el formato cuento y no creo que el cuento tenga que responder a una estructura tan conservadora como se lo entiende últimamente en la literatura argentina.
-La velocidad de las cosas me pareció, más que una serie de cuentos, una larga reflexión acerca de lo que es narrar que por momentos se acerca incluso a una escritura ensayística. ¿Eso se debe a esa postura suya frente al género cuento?
-La definición a la que llegué en cuanto al género es que, paradójicamente, La velocidad de las cosas es una autobiografía no autorizada, puramente ficcional. Mi trabajo en el libro consistió en partir de tramas muy claras, muy precisas, que después comencé a enrarecer haciendo detonar las historias que contaba. En Historia argentina había una cosa mucho más narrativa pero, a medida que ha ido pasando el tiempo, me he sentido más atraído por la maniobra literaria como parte del argumento. Siempre digo que soy más un lector que escribe que un escritor que lee, y como lector-escritor me interesa, cada vez que leo algo, ver lo que podría llamarse el making off de esa historia. Me interesa mucho la trastienda del asunto. Pero, además de esas reflexiones, este libro narra también historias en el sentido más tradicional de la frase. Yo venía de un libro como Esperanto, que es casi como un guión de cine: puro acontecer, con una estructura narrativa muy sólida. En La velocidad de las cosas, en cambio, la narración se da en forma de monólogos. En realidad, este libro tiene mucho de cierre de capítulo dentro de mi obra. Una despedida que ya se insinuaba en Esperanto.
-¿Qué etapa diría que termina con este libro?
-La de la inocencia: es el fin de la inocencia.
-¿Y qué hay al otro lado del fin de la inocencia?
-Mis libros anteriores estaban muy enamorados de la figura del escritor, me encantan los personajes escritores, es una profesión que siempre me gustó. Tengo recuerdos de infancia muy vívidos de Rodolfo Walsh, de Cortázar, de García Márquez, que venían siempre a mi casa, y de la fascinación que me provocaban. Tuve una infancia muy tumultuosa y creo que los libros eran para mí un refugio, una posibilidad de fuga a mundos alternativos. Pienso que justamente el fin de la inocencia tiene que ver con empezar a pensar menos en la figura del escritor y en pensar más en la literatura que los escritores generan.
-Después de haber publicado su cuarto libro, ¿hay algo que reconozca como estilo propio?
-Quizás, un irrealismo lógico, una especie de reacción frente al realismo mágico, un concepto que hace más hincapié en la idea de lógico y no en la de mágico. Algo en definitiva muy argentino: la aparición de fragmentos de lógica en esta irrealidad en la que vivimos. En mi estilo reconozco también la influencia de la música, incluso más fuerte que la literaria. Yo escribo de un modo muy parecido al sistema de composición de Los Beatles. Planto el cuento y digo: "violines" y después, "guitarras" y así sigo. Mi estilo tiene mucho que ver con Bob Dylan también: frases largas, oraciones en serpentina con altibajos y curvas, como un electrocardiograma. También, la manía referencial: las citas y los guiños constantes que hablan de los autores que están presentes y que han ejercido su influencia en mi escritura.
-¿Qué constantes definen a sus personajes?
-En mis personajes, muchas veces se ven mis influencias: la de Salinger, por ejemplo, en la idea del Mesías íntimo, privado y secreto, el iluminado de cabotaje que no espera comunicar una gran verdad sino apenas comunicarse alguna cosa a sí mismo, asimilarla y tal vez influir a cuatro o cinco personas que lo rodean. Y también hay una especie de glamour de la derrota que es muy argentino, la versión tanguera fin de milenio.
-¿A qué se refiere en su caso concreto esa dicotomía tan clásica entre vida e historias (literarias) que recorre permamentemente La velocidad de las cosas?
-Son dos niveles que siempre van paralelos. Tengo terror a la idea del escritor que se convierte en personaje de sí mismo. La literatura está llena de esos casos: Hemingway, por ejemplo, que después de matar tantos elefantes termina invirtiendo la dirección del rifle. O Fitzgerald, casi el Santo Patrono de los Escritores, el hombre que murió por todos nuestros pecados, alguien que además de escribir libros maravillosos, cometió todos los errores posibles para que nosotros no los cometamos.
-¿Y qué ocurre con esa dicotomía dentro de sus narraciones, más allá de la figura del escritor?
-Ocurre algo muy gracioso: los lectores que no me conocen están convencidos de que yo fui a la guerra de Malvinas o de que trabajé en un restaurante inglés, como sucede en el primer cuento de Historia argentina, etcétera. En cambio, los fragmentos de mis libros que realmente formaron parte de mi vida les parecen los menos verdaderos. En La velocidad de las cosas, por ejemplo, hay muchos hechos verdaderos: es cierto que yo estuve unos minutos muerto cuando nací y es cierto que tengo unas costillas de más.
-¿De dónde viene ese tono tan apocalíptico de su libro?
- Durante todo el año 97 pensaba que me estaba por morir. Además, murieron Osvaldo Soriano, Charlie Fielding. Pero incluso antes que eso ocurriera, yo venía pensando en el tema de la muerte de los escritores, tan fuerte en el libro.
-¿Cuál es su postura frente a la tan mentada muerte de la literatura?
-Creo que va a haber una revancha: volveremos y seremos millones. Cuando se habla tanto de la invasión y la dictadura de la imagen, yo siempre pienso en algo que puede sonar lírico o ingenuo pero que funciona. En el aspecto formal, una pantalla de televisión, por ejemplo, es como el marco de una ventana donde el paisaje está muy acotado. El libro, en cambio, es como una puerta: uno entra en él y puede perderse en su mundo. Cheever antes de morir dijo algo muy interesante al respecto: "Lo que voy a escribir ahora es lo último que tengo para decir y creo que pienso en el éxodo al decirlo... La literatura ha sido la salvación de los malditos, la literatura ha inspirado y guiado a los amantes, ha encauzado la desesperación, y puede tal vez en este caso salvar al mundo". Lo dijo él antes que yo.

06 agosto 2008

Mario Vargas Llosa: el origen de Conversación en la catedral

Para todos los que hemos disfrutado de los libros de Mario Vargas Llosa, siempre nos queda la gran pregunta: ¿Cómo nace la historia, es decir, cómo la va estructurando, a partír de qué motivación o imagen o hecho nacen las historias? En este trabajo periodístico que recojo de peru.com, que el periodista Luis Felipe Gamarra le hiciese a nuestro escritor hace dos años, se explica la génesis de esa obra maestra (para mí la mejor de todas) y los eventos que influyeron en su construcción. Creo que es un documento riquísimo para todos aquellos que nos dedicamos a la escritura y para todos aquellos que siempre gustan querer ver más allá de lo evidente. Los dejo entonces con el vídeo, espero lo disfruten.

Terminó la FIL LIMA 2008

La treceava edición de la feria del libro de Lima –FIL LIMA 2008- acaba de concluir hace unos días con la presencia de Mario Vargas Llosa para el cierre. Como imaginarán, una multitud de personas abarrotó el área destinada a la conferencia, que fue programada a la misma hora en que se presentaba el polémico y brillante poeta chileno Pedro Lemebel. Sin embargo, ambas salas estuvieron repletas (la de Mario obviamente fue la más concurrida). El balance ferial deja muchos huecos en blanco, entre ellos, la poca participación de autores peruanos -jóvenes y no tan jóvenes- en mesas o conversatorios realmente necesarios, como en ediciones anteriores de la FIL. El cobro de ingreso simbólico ¿? de un nuevo sol por persona (¿en qué feria del libro del mundo se cobra por ingresar?) subió a dos nuevos soles sin ninguna explicación. Tal vez debido a la inclusión de cantantes (¡!) y grupos musicales en la programación de la feria (¿no es una feria de libros?). Pero bueno, esperemos que la próxima edición de la FIL solucione esos problemas. Casatomada participó por primera vez en la FIL como parte de la Alianza Peruana de Editores Independientes, con un feliz resultado: los lectores asistentes a la feria conocieron nuestro catálogo y adquirieron lo más reciente de la producción literaria de autores jóvenes, y estamos muy agradecidos por eso. Se vienen nuevos eventos, nuevas ferias, nuevos espacios, y desde acá continuaremos trabajando para continuar con nuestro compromiso: difundir el libro, y promover la lectura y la creación. Gracias a todos por su gran apoyo.