29 mayo 2008

Premio COPE de cuento 2008

XV BIENAL DE CUENTO
«PREMIO COPÉ INTERNACIONAL 2008»
BASES DEL CONCURSO
1.
Podrán participar todos los peruanos y extranjeros, sin distinción —excepto los ganadores del Premio Copé Oro de las bienales anteriores de Cuento—, siempre que las obras hayan sido escritas en español y se envíen en este idioma. Asimismo, solo participarán obras que no se hayan presentado con anterioridad a otro premio o concurso nacional o internacional cuyo esté
pendiente.
2. El tema es libre.
3. El cuento deber ser inédito. La extensión máxima será de veinte páginas, y debe presentarse digitado por una sola cara en papel A4, a espacio y medio entre líneas, en letra Arial 12.
4. Los participantes concursarán bajo seudónimo.
5. El cuento se presentará en soporte electrónico —disco compacto (CD) o disquete, con el archivo en programa Word— y en papel —cinco ejemplares legibles, debidamente compaginados, numerados en el extremo inferior derecho y anillados o «espiralados»—. El soporte electrónico y los cinco ejemplares deberán estar acompañados por un sobre tamaño carta o similar cerrado, que en su exterior consigne el correspondiente seudónimo y nombre del cuento, y en el interior los nombres y apellidos del autor, número de documento de identidad, lugar de nacimiento, dirección domiciliaria, dirección electrónica y teléfono, así como un breve resumen biográfico.
6. Los concursantes podrán presentar más de un cuento al concurso, siempre que lo hagan en sobres separados y con seudónimos diferentes.
7. El soporte electrónico, los cinco ejemplares del cuento y el sobre tamaño carta o similar con los datos biográficos del participante deberán guardarse en un sobre manila. Éste deberá presentarse o remitirse por correo postal hasta el viernes 19 de diciembre de 2008 a las 17.00 horas a la siguiente dirección:

Señores
XV Bienal de Cuento «Premio Copé Internacional 2008»
Oficina Principal de Petroperú
Departamento Relaciones Corporativas
Avenida Paseo de la República 3361
Lima 27, Perú

Los trabajos enviados mediante servicio de mensajería serán aceptados hasta fecha posterior siempre que en el sello de recepción de la empresa postal se consigne el 19 de diciembre de 2008.
8. Podrán remitirse también a las Oficinas de Petroperú en provincias:
• Talara: Calle 400, Portón Nº 5, Talara Perú
• Piura: Jirón Huánuco 228, Piura, Perú
• Iquitos: Avenida La Marina 208, Iquitos, Perú
9. Los organizadores no se responsabilizarán de los inconvenientes que puedan surgir durante el envío de las obras. El participante deberá informarse, en la empresa postal que se encargará del envío, de los costos y posibles riesgos que tendrá que asumir para que la obra llegue sin contratiempos.
10. Los premios no podrán declararse desiertos, y serán:
Primer Puesto: Trofeo Copé Oro y 20.000 nuevos soles
Segundo Puesto: Trofeo Copé Plata y 15.000 nuevos soles
Tercer Puesto: Trofeo Copé Bronce y 10.000 nuevos soles
Finalistas: Trofeo Copé
11. El Jurado Calificador estará integrado por un representante de cada una de las siguientes instituciones: Academia Peruana de la Lengua, Instituto Nacional de Cultura, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Pontificia Universidad Católica del Perú y Petróleos del Perú. El fallo será inapelable y se dará a conocer a partir de la segunda quincena de marzo de 2009.
12. Los cuentos ganadores y finalistas serán publicados en un solo volumen por Petroperú (bajo el sello Ediciones Copé), que se reserva los derechos para la primera edición por el periodo de tres años y para publicaciones antológicas y por Internet sin límite de tiempo. Salvo esta reserva, los derechos de autor pertenecen totalmente a los ganadores y finalistas.
13. Finalizado el concurso, los trabajos que no hayan ganado serán destruidos.
14. La participación en este certamen implica la aceptación de todos los puntos antes señalados.
15. Cualquier caso no previsto en las presentes bases se resolverá a criterio del Jurado Calificador y de los organizadores.
Vamos, muchachos, envíen sus mejores trabajos, esta es una muy buena oportunidad para todos los que se dedican a cultivar la ficción.
¡¡¡Participen!!!

26 mayo 2008

Conspiración Shandy - Vila Matas sobre Ribeyro

Lo más probable es que las galeradas que a finales del 74 transporté de Barcelona a París fueron las de Prosas apátridas, artefacto literario que con el tiempo se convertiría en uno de mis libros favoritos. Beatriz de Moura, su editora en España, me dijo que ya que iba a París pasara por la casa del peruano Julio Ramón Ribeyro y le entregara esas galeradas. Creo que no había oído hablar nunca de Ribeyro, pero la misión que me habían encargado me la tomé muy en serio, como si fuera la primera responsabilidad que tenía en mi vida. Busqué al llegar a París la dirección de metro más cercana a la plaza Falguière y emprendí un largo viaje hasta la casa del escritor. Subí por una empinada escalera, llamé al timbre y Ribeyro, que estaba jugando con su hijo en el recibidor de la casa, abrió esa puerta en el acto. Yo era muy tímido. Ribeyro, por lo visto, también. "Le traigo esto", dije. Luego he sabido, por su diario personal —La tentación del fracaso, acaba de publicar Seix Barral en España este extraordinario documento, un gran libro—, que para Ribeyro había un paralelismo entre la actividad de su hijo y la suya, entre el juego y la escritura: "El estado de ánimo que a mi hijo le conduce a los juguetes es similar al que me sienta frente a mi máquina. Insatisfacción, aburrimiento, deseo de ceder la palabra al otro o los otros que hay en nosotros mismos..." Ribeyro cogió las galeradas y me observó en silencio. Era alto y enjuto, me pareció que de ambigua fragilidad. "De parte de Beatriz", añadí bastante nervioso. En los segundos que siguieron estuve esperando a que él dijera algo. Cuando me pareció que iba a decirlo, huí de allí, y lo hice a causa del pánico que mi timidez y la suya habían provocado en mí. Bajé a gran velocidad las escaleras y cuando me hallaba ya en la primera planta y sentía que iba a alcanzar pronto el aire fresco y liberador de la calle, oí de repente la voz del escritor llegando, amortiguada por la risa feliz de su hijo, desde lo alto del hueco de la lúgubre escalera. —Sosiéguese —oí perfectamente que me decía. Es paradójico. Ha pasado el tiempo y ese tímido, fugaz y frío encuentro lo recuerdo muy cálido. Ignoro de dónde viene ese calor que llega de tan lejos y llega tanto tiempo después. El caso es que el peruano tímido que aquel día me aconsejó sosegarme era alguien que, andando por el bulevar Saint-Michel, se daba cuenta de que su marcha determinaba no sólo la de las personas que venían inmediatamente hacia él —y que tenían que esquivarle— sino la de aquellas que se encontraban cinco, diez, o cien manzanas más lejos. Bastaba que él modificara su andar o que se detuviera ante un escaparate para que toda la circulación de peatones sufriera de inmediato una modificación en apariencia mínima, pero cuyas repercusiones eran literalmente infinitas. Un movimiento de aceleración o de retraso podía determinar que a cinco o diez manzanas de allí, un peatón perdiera la luz verde y tuviera que esperarse o fuera atropellado por un coche. Pero también se daba cuenta de que a su vez su marcha estaba determinada por la de las personas con las que se cruzaba o tropezaba, y vio que en realidad si él en parte dirigía, también era dirigido. Conoció muchos días de lluvia, muchos días extraños. Se pasó la mitad de su vida —tal como cuenta Santiago Gamboa en su prólogo al diario— sentado en las terrazas de los cafés, sobre todo cuando estaba en París, mirando a la gente a la que luego en cuerpo y alma trasladaba a sus extraordinarios cuentos en torno a personajes desdichados, sin energía, individualistas, marginados, solitarios hallados en los bulevares periféricos de la vida. También había espiado en Múnich, cuando vivió en esa ciudad una larga temporada, pero ahí de una forma angustiosa: "Aniquilado. Cerca de un mes que no recibo cartas ni de casa, ni de C., ni de París. He pasado toda la semana con la cara pegada a la ventana, espiando la evolución del cartero. El tiempo ha cambiado. Llueve". Solitario con amores, hombre de ambigua fragilidad y de cara pegada a una ventana, hombre que colaboraba con su andar errante en la modificación del tránsito en los bulevares, Ribeyro sentía la tentación del fracaso, lo que le llevaba a una sensación continua de descontento y a una dura interrogación sobre si lo que estaba escribiendo tenía valor. Y al mismo tiempo a un furioso deseo de no realizar una obra maestra, por temor a que le condenara a no hacer nada más, algo que no habría podido soportar nunca, pues —tal como dice en su diario— sólo se sentía bien cuando escribía. Náufrago de sí mismo, vivió en el temor a la obra perfecta mientras se preguntaba si tenía valor lo que escribía. Y de este contradictorio y artístico desasosiego es testigo el magistral diario que ahora se publica, un diario de fatigas de esa frágil y al mismo tiempo poderosa figura que fue Ribeyro, especialista en llegar sin avisar, como ha ocurrido ahora con la publicación de las páginas de su diario: escritor capaz de quedarse quieto y descarriado en la terraza de un café y al mismo tiempo moverse por los bulevares modificando el ritmo del mundo. Ribeyro, tímido y genial al mismo tiempo. Y, como él mismo decía, hombre descarriado por la soledad. Nada se aprende de la soledad, opinaba Brecht. Pero, ¿podría también decirse que nada se crea en el estudio del solitario? No hay duda de que la soledad creó el diario de Ribeyro. Una soledad, como el diario, muy grande. Y es que ella siempre tiene mucho sitio en su casa, es muy hospitalaria. Todos sabemos que la soledad no es sólo espiar al cartero. ~

20 mayo 2008

EL JARDÍN (un poema de Luis Hernández)


Que hay en tus ojos
Tiene el color
De las tardes


Porque también
De fulgor...
La manera
Cómo besas
El tiempo
Tiene, aparte
Del Amor, el Sonido

De la leyenda
Imperceptible.

La forma misma
Con que la brisa
Te imita
Tiene la semejanza
Del recuerdo
O de la playa

Porque también
De fulgor
Y de playa
Y de jardín

Así el día oscurece
Tras tus ojos

13 mayo 2008

Continuidad de los parques (porque siempre habrá tiempo para un clásico)

Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restañaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.

08 mayo 2008

Un poema de Floriano Martins / Brasil /


CLARIDADE EXTRAVIADA

Eu o chamei para mim com suas raízes
que fingiam confundir sussurros e silêncio.
Ramos que pareciam regressar do abismo.
Silhuetas que se desfaziam ao som do hálito,
meu fôlego crescendo ávido em cada sílaba.
Eu o chamei para que me tocasse vivíssimo,
e que me pusesse a persistir junto ao mar,
indo e vindo dentro de mim, em doce desvario.
Por onde mais viesse, sua extensão me refaria
de tudo o que não soube ser antes de tê-lo
a evocar-me no centro de minhas aflições.
Ele é todo feito de trevas e palavras inumadas.
Fetiche extraviado que recolho nos destroços
dos amores que eu nunca soube comover.

CLARIDAD EXTRAVIADA

Yo lo llamé con sus raíces
que fingían confundir susurros y silencio.
Ramas que parecían regresar del abismo.
Siluetas que se deshacían al sonido del hálito,
mi respirar creciendo ávido en cada sílaba.
Yo lo llamé para que me tocara vivísimo,
y me pusiera a persistir junto al mar,
yendo y viniendo dentro de mí, en dulce desvarío.
Por donde más viniese, su extensión me reharía
de todo lo que no supe ser antes de tenerlo
evocándome en el centro de mis aflicciones.
Él es todo hecho de tinieblas y palabras inumadas.
Fetiche extraviado que recojo en los destrozos
de los amores que nunca supe conmover.

Floriano Martins es poeta y director de Agulha - Revista de Cultura, Brasil.

06 mayo 2008

Breve Bestiario Peruano - PRESENTACION

La franja costeña, árida e infinita, oculta entre la arena seres que podrían atraparte y ocultarte en las profundidades de la tierra. La sierra y la selva, con sus áreas inexploradas, grutas interminables, silencios absolutos y noches increíbles, esconden en algún lugar a los seres que descansan en estas páginas, recuperados de la mitología peruana oral y escrita a lo largo de una gran investigación que llevó al autor a recorrer el país en busca de los seres fabulosos que pueblan los mitos y leyendas del Perú.

Sirenas, cabezas voladoras, dragones con cuerpo de serpiente y cabeza de venado, una llama que bebe agua del océano para que éste no inunde al mundo, son sólo algunos de los más de setenta seres que Daniel Cossíos, biólogo e ilustrador de profesión, radicado en Montreal, ha recopilado en este brillante libro que aparece en una segunda edición, corregida y aumentada, y que incluye ilustraciones del propio autor.

Breve Bestiario está a la venta el las principales librerías de Lima. A nuestros amigos de los colegios pueden hacer su pedido a los teléfonos que ya conocen. Gustosos los visitaremos.