24 octubre 2010

El camino de los Aegeti, este martes 26 en el Jazz Zone de Miraflores

Editorial Casatomada tiene el agrado de invitar a los lectores y amigos a la presentación de la novela "El camino de los Aegeti", primera entrega de corte fantástico del joven novelista Jeremy Torres. Los comentarios estarán a cargo del premiado escritor Miguel Ruiz Effio.
La cita es este martes 26 de octubre a las 7:30 pm en el Jazz Zone (Psje. El Suche, Av. La Paz 656, Miraflores). El ingreso es libre.

Editorial Casatomada agradece su gentil asistencia.

23 octubre 2010

Adelanto de "El sueño del Celta", de Mario Vargas Llosa

Próximo a aparecer en noviembre, la novela de nuestro nobel Mario Vargas Llosa "El sueño del celta" ha despertado el interés de los lectores de todo el mundo. Para ir preparando lo que será el primer libro de Vargas Llosa como Premio Nobel de Literatura 2010, acá un adelanto del primer capítulo de la novela (pueden verlo en el PDF de El País digital AQUI  


El Congo
I
Cuando abrieron la puerta de la celda, con el chorro de luz y un golpe de viento entró también el ruido de la calle que los muros de piedra apagaban y Roger se despertó, asustado. Pestañeando, confuso todavía, luchando por serenarse, divisó, recostada en el vano de la puerta, la silueta del sheriff. Su cara flácida, de rubios bigotes y ojillos maledicentes, lo contemplaba con la antipatía que nunca había tratado de disimular. He aquí alguien que sufriría si el Gobierno inglés le concedía el pedido de clemencia.
—Visita —murmuró el sheriff, sin quitarle los ojos de encima.
Se puso de pie, frotándose los brazos. ¿Cuánto había dormido? Uno de los suplicios de Pentonville Prison era no saber la hora. En la cárcel de Brixton y en la Torre de Londres escuchaba las campanadas que marcaban las medias horas y las horas; aquí, las espesas paredes no dejaban llegar al interior de la prisión el revuelo de las campanas de las iglesias de Caledonian Road ni el bullicio del mercado de Islington y los guardias apostados en la puerta cumplían estrictamente la orden de no dirigirle la palabra. El sheriff le puso las esposas y le indicó que saliera delante de él. ¿Le traería su abogado alguna buena noticia? ¿Se habría reunido el gabinete y tomado una decisión? Acaso la mirada del sheriff, más cargada que nunca del disgusto que le inspiraba, se debía a que le habían conmutado la pena. Iba caminando por el largo pasillo de ladrillos rojos ennegrecidos por la suciedad, entre las puertas metálicas de las celdas y unos muros descoloridos en los que cada veinte o veinticinco pasos había una alta ventana enrejada por la que alcanzaba a divisar un pedacito de cielo grisáceo. ¿Por qué tenía tanto frío? Era julio, el corazón del verano, no había razón para ese hielo que le erizaba la piel.
Al entrar al estrecho locutorio de las visitas, se afligió. Quien lo esperaba allí no era su abogado, maître George Gavan Duffy, sino uno de sus ayudantes, un joven rubio y desencajado, de pómulos salientes, vestido como un petimetre, a quien había visto durante los cuatro días del juicio llevando y trayendo papeles a los abogados de la defensa. ¿Por qué maître Gavan Duffy, en vez de venir en persona, mandaba a uno de sus pasantes?
El joven le echó una mirada fría. En sus pupilas había enojo y asco. ¿Qué le ocurría a este imbécil? «Me mira como si yo fuera una alimaña», pensó Roger.
—¿Alguna novedad?
El joven negó con la cabeza. Tomó aire antes de hablar:
—Sobre el pedido de indulto, todavía —murmuró, con sequedad, haciendo una mueca que lo desencajaba aún más—. Hay que esperar que se reúna el Consejo de Ministros.
A Roger le molestaba la presencia del sheriff y del otro guardia en el pequeño locutorio. Aunque permanecían silenciosos e inmóviles, sabía que estaban pendientes de todo lo que decían. Esa idea le oprimía el pecho y dificultaba su respiración.
—Pero, teniendo en cuenta los últimos aconteci mientos —añadió el joven rubio, pestañeando por primera vez y abriendo y cerrando la boca con exageración—, todo se ha vuelto ahora más difícil.
—A Pentonville Prison no llegan las noticias de afuera. ¿Qué ha ocurrido?
¿Y si el Almirantazgo alemán se había decidido por fin a atacar a Gran Bretaña desde las costas de Irlanda? ¿Y si la soñada invasión tenía lugar y los cañones del Káiser vengaban en estos mismos momentos a los patriotas irlandeses fusilados por los ingleses en el Alzamiento de Semana Santa? Si la guerra había tomado ese rumbo, sus planes se realizaban, pese a todo.
—Ahora se ha vuelto difícil, acaso imposible, tener éxito —repitió el pasante. Estaba pálido, contenía su indignación y Roger adivinaba bajo la piel blancuzca de su tez su calavera. Presintió que, a sus espaldas, el sheriff sonreía.
—¿De qué habla usted? El señor Gavan Duffy estaba optimista respecto a la petición. ¿Qué ha sucedido para que cambiara de opinión?
—Sus diarios —silabeó el joven, con otra mueca de disgusto. Había bajado la voz y a Roger le costaba trabajo escucharlo—. Los descubrió Scotland Yard, en su casa de Ebury Street. Hizo una larga pausa, esperando que Roger dijera algo. Pero como éste había enmudecido, dio rienda suelta a su indignación y torció la boca:
—Cómo pudo ser tan insensato, hombre de Dios —hablaba con una lentitud que hacía más patente su rabia—. Cómo pudo usted poner en tinta y papel semejantes cosas, hombre de Dios. Y, si lo hizo, cómo no tomó la precaución elemental de destruir esos diarios antes de ponerse a conspirar contra el Imperio británico.
«Es un insulto que este imberbe me llame “hombre de Dios”», pensó Roger. Era un maleducado, porque a este mozalbete amanerado él, cuando menos, le doblaba la edad.
—Fragmentos de esos diarios circulan ahora por todas partes —añadió el pasante, más sereno, aunque siempre disgustado, ahora sin mirarlo—. En el Almirantazgo, el vocero del ministro, el capitán de navío Reginald Hall en persona, ha entregado copias a decenas de periodistas. Están por todo Londres. En el Parlamento, en la Cámara de los Lores, en los clubes liberales y conservadores, en las redacciones, en las iglesias. No se habla de otra cosa en la ciudad.
Roger no decía nada. No se movía. Tenía, otra vez, esa extraña sensación que se había apoderado de él muchas veces en los últimos meses, desde aquella mañana gris y lluviosa de abril de 1916 en que, aterido de frío, fue arrestado entre las ruinas de McKenna’s Fort, en el sur de Irlanda: no se trataba de él, era otro de quien hablaban, otro a quien le ocurrían estas cosas.
—Ya sé que su vida privada no es asunto mío, ni del señor Gavan Duffy ni de nadie —añadió el joven pasante, esforzándose por rebajar la cólera que impregnaba su voz—. Se trata de un asunto estrictamente profesional. El señor Gavan Duffy ha querido ponerlo al corriente de la situación. Y prevenirlo. La petición de clemencia puede verse comprometida. Esta mañana, en algunos periódicos ya hay protestas, infidencias, rumores sobre el contenido de sus diarios. La opinión pública favorable a la petición podría verse afectada. Una mera suposición, desde luego. El señor Gavan Duffy lo tendrá informado. ¿Desea que le transmita algún mensaje?
El prisionero negó, con un movimiento casi imperceptible de la cabeza. En el acto, giró sobre sí mismo, encarando la puerta del locutorio. El sheriff hizo una indicación con su cara mofletuda al guardia. Éste corrió el pesado cerrojo y la puerta se abrió. El regreso a la celda le resultó interminable. Durante el recorrido por el largo pasillo de pétreas paredes de ladrillos rojinegros tuvo la sensación de que en cualquier momento tropezaría y caería de bruces sobre esas piedras húmedas y no volvería a levantarse. Al llegar a la puerta metálica de la celda, recordó: el día que lo trajeron a Pentonville Prison el sheriff le dijo que todos los reos que ocuparon esta celda, sin una excepción, habían terminado en el patíbulo.
—¿Podré tomar un baño, hoy? —preguntó, antes de entrar.
El obeso carcelero negó con la cabeza, mirándolo a los ojos con la misma repugnancia que Roger había advertido en la mirada del pasante.
—No podrá bañarse hasta el día de la ejecución —dijo el sheriff, saboreando cada palabra—. Y, ese día, sólo si es su última voluntad. Otros, en vez del baño, prefieren una buena comida. Mal negocio para Mr. Ellis, porque entonces, cuando sienten la soga, se cagan. Y dejan el lugar hecho una mugre. Mr. Ellis es el verdugo, por si no lo sabe.
Cuando sintió cerrarse la puerta a sus espaldas, fue a tumbarse boca arriba en el pequeño camastro. Cerró los ojos. Hubiera sido bueno sentir el agua fría de ese caño enervándole la piel y azulándola de frío. En Pentonville Prison, los reos, con excepción de los condenados a muerte, podían bañarse con jabón una vez por semana en ese chorro de agua fría. Y las condiciones de las celdas eran pasables. En cambio, recordó con un escalofrío la suciedad de la cárcel de Brixton, donde se había llenado de piojos y pulgas que pululaban en el colchón de su camastro y le habían cubierto de picaduras la espalda, las piernas y los brazos. Procuraba pensar en eso, pero una y otra vez volvían a su memoria la cara disgustada y la voz odiosa del rubio pasante ataviado como un figurín que le había enviado maître Gavan Duffy en vez de venir él en persona a darle las malas noticias.

22 octubre 2010

Gabriel Rimachi y los 17 Fantásticos Cuentos Peruanos atacan otra vez

Emilio Camacho, amante de la literatura fantástica y administrador del estupendo blog CUERVO SOBRE PALAS, me entrevistó a propósito del primer volumen de cuentos "17 fantásticos cuentos peruanos" publicado en 2008 y que verá su segundo volumen en diciembre de este 2010 que ya se acaba, con nuevos 17 fantásticos autores. Pueden visitar -será inevitable dado el gran material que tiene su blog- la página del cuervo haciendo CLIK AQUI

07 octubre 2010

Mario Vargas Llosa gana Premio Nobel de Literatura 2010

MARIO VARGAS LLOSA GANA EL NOBEL DE LITERATURA 2010 (y el resto del planeta tambièn, por fin)


CARMEN VILLAR MIR / CORRESPONSAL EN ESTOCOLMO
Día 07/10/2010 - 13.13h36 comentarios

El escritor peruano Mario Vargas Llosa ha ganado el Premio Nobel de Literatura 2010. Su nombre estaba en el último «top ten» de apuestas y los pronósticos se han cumplido.
Peter Englund, el flamante secretario permanente, abrió la famosa puerta de oro y marfil y pronunció ese nombre tan esperado: Mario Vargas Llosa. El impacto de un premio como el Nobel en la obra de un autor como Vargas Llosa, el eterno candidato, es enorme. Las ventas se multiplican durante semanas y se reimprimen sus obras puesto que alcanzan una popularidad excepcional. Pero la maquinaria debe ponerse a punto para que no existan retrasos en este esfuerzo.

Biografía
Mario Vargas Llosa nació en Arequipa, Perú, en 1936. Aunque había estrenado un drama en Piura y publicado un libro de relatos, «Los jefes», que obtuvo el Premio Leopoldo Alas, su carrera literaria cobró notoriedad con la publicación de «La ciudad y los perros», Premio Biblioteca Breve de 1962 y Premio de la Crítica en 1963.
En 1965 apareció su segunda novela, «La casa verde», que obtuvo el Premio de la Crítica y el Premio Internacional Rómulo Gallegos. Posteriormente ha publicado piezas teatrales («La señorita de Tacna», «Kathie y el hipopótamo», «La Chunga», «El loco de los balcones» y «Ojos bonitos, cuadros feos»), estudios y ensayos (como «La orgía perpetua», «La verdad de las mentiras» y «La tentación de lo imposible»), memorias («El pez en el agua), relatos («Los cachorros») y, sobre todo, novelas: «Conversación en La Catedral», «Pantaleón y las visitadoras», «La tía Julia y el escribidor», «La guerra del fin del mundo», «Historia de Mayta», «¿Quién mató a Palomino Molero?», «El hablador», «Elogio de la madrastra», «Lituma en los Andes», «Los cuadernos de don Rigoberto», «La Fiesta del Chivo», «El Paraíso en la otra esquina» y «Travesuras de la niña mala».
Ha obtenido los más importantes galardones literarios, desde los ya mencionados hasta el Premio Cervantes, el Príncipe de Asturias, el PEN/Nabokov y el Grinzane Cavour.

06 octubre 2010

Leonardo Caparrós: el desconocido perfecto (INIVTACIÓN)

Los directores del sello literario Punto de Narrativa tienen el agrado de invitarle a la presentación de la novela Un desconocido perfecto de Leonardo Caparrós, con el comentario del escritor Renato Cisneros.
Sobre el libro ha escrito Daniel Alarcón: «Leonardo Caparrós tiene por naturaleza algo que cualquier escritor quisiera tener: la sensibilidad necesaria para observar. Ese talento se nota en cada página de su impactante obra.» y Santiago Roncagliolo a anotado que «Leonardo Caparrós conoce a las personas de las que escribe, es un autor atento a la vida que lo rodea
La presentación se llevará a cabo el miércoles 13 de octubre, a las 8.00 p.m., en La Posada del Mirador (calle Ermita 104, Barranco). José Donayre y Aldo Ocaña agradecen su gentil asistencia.
El ingreso es LIBRE (espacio limitado)

03 octubre 2010

Autores de Asamblea portátil en la lista de los mejores escritores de Granta en español


Felicitamos a los autores de Asamblea portátil. Muestrario de narradores iberoamericanos, (Antología a cargo de Salvador Luis) :

 

Elvira Navarro (España)
Samanta Schweblin (Argentina)
Rodrigo Hasbún (Bolivia)
Federico Falco (Argentina)

Por haber sido seleccionados entre los 22 mejores jóvenes escritores en español por la revista Granta.
LA NOTA  COMPLETA AQUI