31 agosto 2007

Nacimos para perder / OPINAN


SOBRE NACIMOS PARA PERDER


La propuesta ha sido abordar el tema de la derrota desde la perspectiva particular de cada uno de los 20 narradores convocados. Nacimos para perder. Simplemente cuentos es un libro para leer con atención, pues tiene páginas estupendas.
Diario Correo

Este libro nos entrega 20 cuentos donde la realidad tal cual y el absurdo más hilarante se entrelazan para conmovernos y dejarnos una sonrisa en el rostro o una lágrima en el alma. Corra a comprarla.
Revista Economía & Mercado / ESAN

Todos los cuentos tienen un estilo... y ante la diversidad de temas de la narrativa breve actual, Nacimos para perder reúne 20 narradores que, irónicamente, saborean el gusto del fracaso.
Diario La República

Veinte lados de una misma moneda, esta colección de relatos mantendrá en vilo al lector, por lo cercano de sus situaciones y planteamientos, llegando a rozar –con seguridad– parte de su historia personal. Si no lo lee, pierde.
Revista Dionisos, el placer de la buena vida

“Nacimos para perder. Simplemente cuentos” es el cuarto título de la serie “En el camino” de esta joven editorial. Ironía y humor alrededor del tema de la derrota. Vale.
Revista Caretas

Uno de los 10 libros peruanos más vendidos del mes.
El Dominical / Edición especial: revista mensual de librosSuplemento cultural del diario El Comercio

Esta esperada antología nos entrega veinte autores, veinte formas de contar y veinte maneras de abordar con ópticas distintas un mismo tema. El resultado: un abanico de estilos narrativos que dejarán en el lector, una mezcla de emociones encontradas.
Revista Oveja negra

Un niño enamorado de su maestra, el escritor acosado, un sicario peruano y uno mexicano, el hijo que viaja a recoger a su padre de la cárcel... son sólo algunas de las 20 historias que llevan al lector por las rutas menos esperadas. Cada cuento es una muestra de los diferentes ángulos de la derrota, esa ambigua situación en la que todos, de alguna manera, hemos estado. Muy recomendable.
Diario La Primera

21 agosto 2007

Nacimos para perder


Sobre Nacimos para Perder. Simplemente cuentos
/por José Güich/


Hay una pregunta retórica a propósito de la escritura de ficciones. ¿Qué significa esa actividad? ¿Qué sentido esconde? Los autores reunidos en Nacimos para perder, nacidos entre 1961 y 1979, ejecutan esa labor haciendo a un lado las eternas interrogantes de por qué o para qué infiernos se apartan del mundanal ruido e inician jornadas extenuantes, de las que uno emerge consumido, agotado por el esfuerzo de construir una historia que, al mismo tiempo, sea una revelación única e intransferible acerca de cómo un escritor concibe al mundo, lo reelabora y ulteriormente construye un universo con sus propias reglas y convenciones. En lo personal, pienso que no hay una respuesta única o un pensamiento guía al respecto.

Cuando alguien escribe, no hay teoría o especulación que valga. Es uno y solo uno frente a la bendita o, mejor aún, maldita página en blanco, que se abre como una puerta hacia el único territorio donde el ejercicio de la libertad es la única certeza admisible. A las otras, se las quisieron llevar ciertos discursos nacidos de la postmodernidad, convenientemente manipulados por los fundamentalistas del mercado, al que muchos oportunistas han querido arrimarse para declarar, neciamente, que la historia ya concluyó. Y nada más alejado de eso que los relatos de esta colección, en los que subyace, como motivo guía, la sombra que proyectan las grandes pérdidas y ausencias en el balance de una vida humana; partidas o rupturas, amores imposibles, la perdida de la inocencia, el reencuentro con los miedos más profundos y la soledad moderna son solo algunos de los temas de estos cuentos. Algunos, con ironía o desenfado; otros, con un fatalismo visceral, o bien, con una mirada nostálgica, pero nunca complaciente, nos entregan versiones paralelas y desafiantes de la realidad. Cada autor, desde su experiencia y sensibilidad, se opone tenazmente a la idea de que el mundo solo deba ser contemplado en función de la homogeneización y lo que podría llamarse, con sorna, la cultura Kentucky Fried Chicken, que ha idiotizado a una buena porción de la humanidad.

No existe literatura plena que nazca de la claudicación o del conformismo, disfrazado de recetas anodinas. Y de eso, todos los escritores antologados están muy seguros. Para aquellos que quieran tranquilizar sus almas con productos livianos, están más bien, los Manuales de Autoayuda que Gabriel satiriza tan eficaz y jocosamente en la nota de presentación. La literatura auténtica, esa que se escribe con pulmones, hígado y el aparato genital entero, solo puede debe brotar de la colisión frontal contra aquello que los asimilados al sistema denominan “lo fáctico” casi con veneración religiosa y de rodillas; para un narrador, eso no es más que nutriente, materia prima de la escritura. Al trasvasarse a la maligna hoja, se convierte en una ficción. Para ello, es necesario que los creadores se devoren a sí mismos y luego expectoren sus pesadillas, sus ilusiones, sus frustraciones, sus búsquedas del paraíso terrestre, sus monstruos predilectos y, quizá, muy relegada en el desván construido por el desencanto, esa palabra llamada “esperanza”…aunque no sabemos de qué o para qué. Y lo más fascinante es que también se apropian de los terrores ajenos, los cargan sobre sus hombros y los llevan a cuestas a través de los laberintos insondables de una narración.

De todo eso y mucho más habla Nacimos para perder, inteligente título que Gabriel ha sabido utilizar no solo como alusión al eje de la antología, sino, en un segundo plano de lectura, para darle un golpe certero a todos aquellos domesticados para los cuales la literatura no pasa de ser un mero pasatiempo, y cuyos cultores siempre llevan siempre en sus frentes el sello del sospechoso, del marginal o de la demente. No, señores tecnócratas, escribir relatos es un trabajo muy serio, que exige disciplina, entrega plena y sinceridad (los mismos principios que, graciosamente, campean en los bancos o en los supermercados). Aunque, a decir verdad, al escritor no le viene mal algo de locura, de marginalidad o recibir eternas acusaciones de subversión, parricidio o irreverencia ante las verdades consagradas.

Escribir es, sobre todo, una celebración agónica y un ritual mistérico; pero también puede ser, simplemente, como nacer, morir o apagar la televisión…un acto entre tantos, que solo alcanzará la trascendencia que cada autor quiera otorgarle en una época tan desabrida, tan antiutópica y de otras barbaridades nacidas de la deshumanización que poco a poco quiere ponernos contra las cuerdas y convertirnos en obedientes ovejas dentro del redil. Y ahí están, estamos, los escritores, decididos a ejercer el derecho a ser anarquistas, a fundar nuestra religiones personales o, simplemente, asustar, desestabilizar a los bienpensantes que creen tener los pies bien puestos sobre la tierra.

En “Nacimos para perder”, creo que todo eso se da con creces, en amplias cuotas sin vencimiento de pago…..Y es una muestra de que la narrativa peruana está más oronda y viva que nunca, apostando por una diversidad temática y estilística sin precedentes en otros períodos. Su lectura atenta puede brindar un mapa general de los derroteros y opciones actuales por los que avanza nuestra narrativa. El orden solo está dictado por la fecha de nacimiento de los seleccionados, lo que contribuye a fortalecer la identidad del conjunto, basada en los contrastes poéticos y estructurales. Celebremos, pues, juntos, esta sana y aconsejable heterogeneidad de miradas, anhelos y sacrificios a los viejos dioses; festejemos esta sana demencia que es perpetrar un cuento. (José Güich)