26 octubre 2009

La casa de Cartón en Barcelona

Carola Moreno apuesta por los abuelos rebeldes del «boom» latinoamericano con su nueva colección de bolsillo «Humo hacia el sur». Precursores como el chileno Juan Emar o el peruano Martín Adán asaltan el catálogo de Barataria.
Raros, incomprendidos y muchos de ellos todavía desconocidos fuera de sus países de origen. «Fueron malditos involuntarios, porque nadie entendía lo que estaban haciendo», dice la editora de Barataria, Carola Moreno. Se refiere a Juan Emar, Martín Adán o Macedonio, los grandes nombres de la vanguardia latinoamericana cuyo legado aún hoy permanece oculto.Moreno recupera esos nombres, junto a otros como el cubano Lorenzo Garcia Vega o el guatemalteco Luis de Lión, en su nueva colección en formato económico (10 euros) Humo hacia el sur. «Todavía se tiene la idea errónea de que el boom latinoamericano surgió de la nada. La idea de esta colección es dar a conocer a los precursores de esa explosión literaria, los que la propiciaron», explica.Con una docena de títulos al año, a razón de dos por bimestre, la serie Humo hacia el sur saldrá a la venta el próximo 15 de noviembre. Primero en España y luego también en Estados Unidos, a través de la gigántesca distribuidora de Chicago IPG Books, que cuenta con una importante sección de libros en español y nutre de obras en dicha lengua a las bibliotecas y universidades americanas. En poco tiempo Moreno planea extender la distribución a toda América Latina, porque es consciente de que a «pesar de ser autores imprescindibles, son poco conocidos en Latinoamérica, fuera de sus respectivos países».
La serie arranca con la novela Un año (1935), de Juan Emar -el Kafka chileno, como lo llamaba Neruda-, con prólogo de Enrique Vila Matas. Juan o Jean Emar, seudónimo de Álvaro Yáñez (1893-1964) derivado de la expresión francesa «J'en ai marre» (estoy harto), fue además pintor y defensor acérrimo de las vanguardias europeas que, como amigo íntimo de Huidobro, se encargo de difundir en su célebre poema Altazor. Al morir, Emar, dejó una novela inconclusa de más de 5.000 páginas que hoy ya es leyenda. Le sigue La casa de cartón, la primera novela del hermético poeta peruano Martín Adán, por quien Allen Ginsberg sintió devoción, con prólogo de Vicente Luis Mora. Se trata de una novela publicada en 1928, cuando el autor contaba sólo con 20 años, y que significa unos de los primeros brotes del vanguardismo europeo en tierras de ultramar: en un balneario de Barranco, y sin que se atisbe una trama argumental convencional, el autor profundiza en las reflexiones de un joven con una prosa hermética que demuestra una profunda inclinación metafísica. Y para la tercera y próxima entrega, Barataria promete los Papeles de recienvenido, de Macedonio Fernández, uno de los escritores más desconocidos pero, a la vez, más importantes en el cambio del siglo XIX al XX. Amigo en su juventud del padre de Borges, Macedonio trabajo en los campos de la poesía, el periodismo y el ensayo. Papeles de recienvenido y continuación de la nada se publicó originalmente en 1929, y es uno de los ensayos que ayudaron a cimentar su prestigio en las letras argentinas.
Texto de Matías Néspolo, tomado de El mundo

Cuentos fantásticos de Omar Aramayo y Carlos Calderón Fajardo

En la edición virtual de hoy del diario "Los andes" aparece en su sección cultural un artículo sobre narrativa fantástica en dos microcuentos de escritores puneños contemporáneos. Interesante el punto de vista de Darwin Bedoya, autor de la nota, quien va desde la Iliada hasta Star Wars o Matrix, pasando por la mitología fundacional de los Hermanos Ayar o Manco Cápac.
Pueden seguir leyendo siguiendo el enlace al final.

El hálito fantástico en la historia de la literatura universal tiene orígenes épicos. Este hecho viene de textos con un linaje griego y latino, exactamente de las epopeyas clásicas: «La Ilíada» y «La Odisea» de Homero (siglo VIII adC), «La Eneida» de Virgilio (siglo I adC) y continúa con la literatura épica medieval en una saga de los relatos artúricos que en su mayoría se esmeran en mostrarnos elementos de una auténtica narrativa fantástica que en las más de las veces no tendría que envidiarle mucho a «Star Wars» o «Matrix».
Pero empecemos esta lectura por el principio. Todo título es una clave de lectura. ¿Qué se puede decir entonces de epopeyas andinas como «La leyenda de Manco Cápac y Mama Ocllo» o de «El mito del dios Vichama», de la historia más quimérica «El mito de los Pururaucas» O más fantástico aún «El mito de Yacana», la verosimilitud de «La leyenda de Tamba-Tayá»? ¿Qué se puede decir? Pero no sólo estas historias fantásticas, sino también la que nos interesa más por los nexos intertextuales con los textos elegidos para esta ocasión, la base de datos de «El mito de Cuniraya Huiracocha». Quizá aún antes de empezar esta lectura, los textos de los que ahora hablaremos estén orientados a otro mundo; que estamos en el umbral de un universo que late desconocido y misterioso en esos nombres que repercuten con sonidos numinosos pero no son necesariamente tranquilizadores; que se trata de textos que desde su título plantean la existencia de un mundo distinto del que habitamos. Y con la posibilidad de que esos nombres evoquen un mundo ajeno, dejándonos apenas en la frontera que los separa del nuestro y que estamos cerca, muy cerca de los territorios de lo fantástico. ¿Siempre estuvimos envueltos en el aura de lo fantástico? Y, ¿Macondo?, ¿Comala?, ¿Yoknapataupha?, ¿Narnia?, ¿Pacaritampu? ¿Entra Wiñay Marqa en esta lista? ¿Pura alegoría fantástica?, ¿Puro cuento?, ¿Epicidad? Sólo sé que después de Ulises, Jasón, Eneas, Gregorio Samsa y Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, una columna de espectros penan en nuestras lecturas.

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Foto: Detalle de petroglifo de Boca Chaquimayo, Puno.

22 octubre 2009

Biógrafo de Gabriel García Márquez entrevistado por la BBC


"Qué bien que hayas terminado el libro, porque yo siempre había querido ser famoso".
Eso fue lo que le dijo Gabriel García Márquez a su biógrafo Gerald Martin la primera vez que lo vio después de que terminara su monumental "Gabriel García Márquez. Una vida", tras más de 17 años y centenares de entrevistas con el Nobel colombiano, familia, amigos, políticos, escritores... Martin, uno de los mayores especialistas mundiales en literatura latinoamericana, respondió con este ejemplo a una de las múltiples preguntas que le hicieron los lectores de BBC Mundo tras la aparición en español la semana pasada de esta ya considerada primera "biografía tolerada" de Gabo.

¿Cómo fue conocer a García Márquez? ¿Es un señor chistoso? ¿Silencioso? [Kaki Pipes, EEUU]
Es el hombre más normal del mundo, aparentemente. Es muy chistoso, muy divertido, siempre sabe decir la cosa más apropiada. Cuando yo lo vi por primera vez después de publicar el libro, estaba muy preocupado por si le gustaba o no, y él me dijo: "Qué bien que hayas terminado el libro, porque yo siempre había querido ser famoso". Eso es muy de García Márquez. Al mismo tiempo es un hombre muy muy interesante, casi adivino, de alguna manera intuye lo que está pasando dentro de uno.

¿Descubrió Gabo qué es lo que más desea de la vida actualmente? ¿Es feliz, Gabo? [Abilio Montenegro, Panamá]
Yo creo que era más feliz cuando tenía 30 años, como yo también lo era. Más feliz cuando tenía 50 años, como yo también lo era, pero sí creo que es feliz. Lo que él más desea de la vida es vivir más, lo ha dicho siempre, vivir más y no morir nunca. No es que tema morir, pero no quiere morir.

¿Cómo está de salud Gabriel García Márquez? [Rodrigo Alonso Cruz, México]
Gabo está muy bien de salud, es un hombre de 82 años, tiene algunos problemas de memoria, como me está pasando a mí, que tengo muchos menos años que él. Pero básicamente está bien.

De acuerdo con su opinión, ¿qué diferencia a Gabriel García Márquez del resto de los hombres de este mundo? [Zareth, México]
Que es exactamente igual al resto de los hombres de este mundo, pero también tiene un lado extraordinario que se ve en muy pocos hombres de este mundo.

¿Cree usted que Gabriel García Márquez seguirá escribiendo y publicando más obras?[Rafael Serrano, EE.UU]
Sí, pero no creo que empiece más libros. Tiene libros en su cabeza que ya no va a escribir, pero tiene libros que está trabajando. Tiene 82 años y hay muy pocos escritores que hacen cosas nuevas a esa edad. Creo que veremos dos o tres cosas más, aunque no serán cosas nuevas, sino que ya habremos visto partes antes. Pero el biógrafo no lo sabe todo.

¿Cuál cree que es la más interesante parte de la vida del autor? [Sarah Strunk, EEUU]
Creo que tiene que ser la infancia y al mismo tiempo tiene que ser el momento en que estaba escribiendo "Cien años de soledad", porque es sobre esa infancia que es tan importante en su obra posterior. Pocos escritores saben aprovechar esa magia de la infancia, llena de tragedias y milagros, para escribir libros para adultos Gabo sí lo logró.

¿Qué parte de la vida de Gabo le pareció más complicada de narrar en la biografía? [Alexandra, Colombia]
Creo que realmente fue la evolución de su vocación literaria, de explicar por qué Gabo llega a ser uno de los grandes escritores de América Latina. Obviamente también fue complicado explicar su relación con Fidel Castro, el episodio de la pelea con Vargas Llosa, sobre lo cual no quise especular.

¿A qué cree usted se debe su simpatía por la Revolución Cubana? ¿Cómo explicaría que uno de los hombres más importantes de la literatura latinoamericana, uno de nuestros más imaginativos pensadores, quien ha ejercido el periodismo, apoye un régimen que ha atacado constantemente la libertad de expresión? [Rosy López Gross, Venezuela]
García Márquez creció en una América Latina dominada por dictadores, no de izquierdas sino de derechas, y pensaba como todos los intelectuales de la época que EE.UU. estaba protegiendo a esos dictadores para sus propios propósitos. Pensaba como casi todo el mundo que Fidel Castro era el icono de la liberación cubana en su época, que iba a liberar a Cuba y a inspirar al resto del continente para librarse del imperialismo. Cuba era entonces un burdel flotante en el Caribe. La cuestión es saber por qué García Márquez se aferra luego a ese régimen: porque se hizo amigo de Fidel, por su epopeya que hay en su resistencia ante Estados Unidos. Aunque no estoy exculpando ni a Castro ni a Gabo: si tú piensas en los niños de América Latina, Asia o África, Gabo siempre ha dicho que Cuba al menos ha garantizado no la libertad de los niños, pero sí la formación. Gabo no reconoce que Fidel es un dictador porque tiene según él el apoyo no de todos pero sí de la mayoría de los cubanos.
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15 octubre 2009

El escarabajo y el hombre, de Oswaldo Reynoso. PRONTO

Dentro de unas semanas Editorial Casatomada se vuelve a vestir de gala con el lanzamiento de la reedición de un clásico de nuestras letras: "El escarabajo y el hombre", del imprescindible escritor Oswaldo Reynoso, quien acaba de llegar de Argentina tras presentar la inolvidable "En octubre no hay milagros" editada en tierras gauchas. "El escarabajo y el hombre" forma parte de nuestra serie Clásicos Peruanos Contemporáneos, que llega a su tercer volumen. Mientras se realizan los preparativos los dejamos con una reveladora entrevista que le hizo Ernesto Hermosa en el programa Presencia Cultural. Disfrútenlo y estén al tanto de la fecha de presentación. No se lo pueden perder.

14 octubre 2009

La divina comedia

Nos escriben consultando sobre la estupenda obra "La divina comedia", un material que muchos conocen de oídas, otros tantos la han visto someramente en sus "resúmenes de obras famosas" en el colegio y otros la conocen porque alguna vez la vieron en un crucigrama. La verdad es que esta formidable obra es un paseo por casi todos los aspectos de la condición humana. De una fuerza impresionante al describir las escenas donde se desarrolla la trama, como lo afirma Borges en sus Ensayos Dantescos, es el sentido de ascenso y redención lo que le da el carácter de comedia a este poema. La descripción de los suplicios infernales y el encuentro celestial con la amada Beatriz constituyen, quizás, la cumbre más alta de la literatura universal.
"A la mitad del viaje de nuestra vida me encontré en una selva obscura por haberme apartado del camino recto". Con estos inmortales versos, Dante Alighieri comienza el relato de su travesía por las tres regiones del mundo: el infierno, el purgatorio y el cielo.
Por el momento, disfruten de este trabajo donde se han utilizado los grabados del genial Gustav Doré. Como para despertar las ganas de correr a buscar el libro. Háganlo, no lean resúmenes, no saben lo que se pierden. Saludos!

09 octubre 2009

Calderón Fajardo, 40 años de historias...

Hace un par de meses presentamos en el Centro Cultural de España la antología personal de Carlos Calderón Fajardo: "Antología íntima, 40 años de historias". El evento, por demás emotivo, contó con un video de homenaje a la trayectoria de vida de este escritor tan querido por sus lectores. Posteamos entonces el vídeo que se proyectó en aquella fecha. Esperamos les guste y los guíe al libro, que salió en edición limitada. Disponible en todas las librerías de Lima.
Saludos!

07 octubre 2009

Conversando con Fernando Iwasaki

Acaba de aparecer "España, aparta de mí estos premios", de Fernando Iwasaki. El libro, un juego "homotextual" donde la misma historia es contada de 7 formas distintas para obtener 7 premios municipales (no literarios, ojo, como lo explica el mismo Fernando) plantea una historia delirante donde el humor negro, la ironía, lo absurdo del ser humano y la maquinaria de los "realities" juegan un papel central.
Gracias a la edición digital del diario El País, nos llega esta entrevista realizada on-line por los internautas el día de hoy, donde el escritor se despachó a diestra y siniestra con referentes literarios de casi toda latinoamérica para explicar de dónde viene esa vena tan ácida que cada vez entrega textos más seductores. Pueden seguir con la entrevista haciendo clic en el vínculo.

¿Hay algun premio que, de merecerlo, te gustaría ganar?
No quiero que pienses que estoy contra los premios o que me río de los premios, pues los premios sirven para descubrir vocaciones, consolidar trayectorias o pre-jubilarse anticipadamente. Ahora bien, para mí los mejores premios son los que se conceden a obras ya publicadas, como el "Salambo" de Barcelona, que además es un premio que otorga un jurado de escritores.

¿Puede cualquier persona, sin ir recomendado, llevar un libro y que se tomen la molestia de leerlo?
Te puedo asegurar que así es, porque todas las editoriales -tanto las grandes como las pequeñas- tienen departamentos de lectura que leen los manuscritos y redactan un informe, aconsejando o desaconsejando las publicaciones. Y -por otro lado- muchos escritores y talleres literarios, hacen una lectura profesional de los manuscritos que les envían, pero hago hincapié en lo de profesional, porque obviamente se trata de un trabajo que conlleva unos honorarios profesionales. Te recomiendo, por ejemplo, las lecturas e informes de Jorge Eduardo Benavides.

Hola Fernando, me encantaron tus cuentos del "Libro del mal amor", tus más sonadas calabazas, ¿había alguno autobiográfico? Por otra parte, recomiendame un cuento de un cuentista español.
La verdad es que esa novela era muy autobiográfica. ¿Quién no ha hecho papelones por amor? Yo tenía tantos papelones, que los encuaderné y me salió una novela. No te voy a recomendar a un solo cuentista español sino a varios: Hipólito G. Navarro, Juan Bonilla, Felipe Benítez Reyes, Pedro Ugarte, Quim Monzó, Espido Freire y Patricia Esteban Erlés, entre otros.


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Pueden leer el cuento "El haiku del brigadista" AQUI (Descarga tomada del diario El País digital)

Prólogo a "Cartas a mamá", de Julio Cortázar, por J.L.Borges

Hoy hemos despertado medio Borgeanos. Lo digo por dos post donde Borges es el personaje principal. El primero (el post anterior), una pregunta suelta que le lanzaron en Buenos Aires hace una pila de años. El segundo (este, el que más me gusta porque me dejó pensando largo rato frente al monitor) es el texto que escribió Borges para el Prólogo a "Cartas de mamá", de Julio Cortázar. El texto es muy rico porque recuerda el primer encuentro entre ambos escritores, y explica cómo un texto tan espectacular como "Casa tomada" (nombre además de esta editorial independiente) llegó a la imprenta. Espero lo disfruten.


Prólogo a "Cartas de mamá"
Jorge Luis Borges


Hacia 1947 yo era secretario de redacción de una revista casi secreta que dirigía la señora Sarah de Ortiz Basualdo. Una tarde, nos visitó un muchacho muy alto con un previsible manuscrito. No recuerdo su cara; la ceguera es cómplice del olvido. Me dijo que traía un cuento fantástico y solicitó mi opinión. Le pedí que volviera a los diez días. Antes del plazo señalado, volvió. Le dije que tenía dos noticias. Una, que el manuscrito estaba en la imprenta; otra, que lo ilustraría mi hermana Norah, a quien le había gustado mucho. El cuento, ahora justamente famoso, era el que se titula "Casa Tomada". Años después, en París, Julio Cortázar me recordó ese antiguo episodio y me confió que era la primera vez que veía un texto suyo en letras de molde. Esa circunstancia me honra. Muy poco sé de las letras contemporáneas. Creo que podemos conocer el pasado, siquiera de un modo simbólico, y que podemos imaginar el futuro, según el temor o la fe; en el presente hay demasiadas cosas para que nos sea dado descifrarlas. El porvenir sabrá lo que hoy no sabemos y cursará las páginas que merecen ser releídas. Schopenhauer aconsejaba que, para no exponernos al azar, sólo leyéramos los libros que ya hubieran cumplido cien años. No siempre he sido fiel a ese cauteloso dictamen; he leído con singular agrado Las armas secretas de Julio Cortázar y sus cuentos, como aquel que publiqué en la década del cuarenta, me han parecido magníficos. "Cartas de mamá", el primero del volumen, me ha impresionado hondamente. Una historia fantástica, según Wells, debe admitir un solo hecho fantástico para que la imaginación del lector la acepte fácilmente. Esta prudencia corresponde al escéptico siglo diecinueve, no al tiempo que soñó las cosmogonías o el Libro de las Mil y Una Noches. En "Cartas de Mamá" lo trivial, lo necesariamente trivial, está en el título, en el proceder de los personajes y en la mención continua de marcas de cigarrillos o de estaciones del subterráneo. El prodigio requiere esos pormenores. Otro rasgo quiero indicar. Lo sobrenatural, en este admirable relato, no se declara, se insinúa, lo cual le da más fuerza, como en el "Izur" de Lugones. Queda la posibilidad de que todo sea una alucinación de la culpa. Alguien que parecía inofensivo vuelve atrozmente. Julio Cortázar ha sido condenado, o aprobado, por sus opiniones políticas. Fuera de la ética, entiendo que las opiniones de un hombre suelen ser superficiales y efímeras.
Buenos Aires, 1984

Borges ¿por qué no escribe novelas?

Profesor, sus poemas y sus cuentos son muy bien conocidos en el extranjero, pero creo que usted no ha escrito ninguna novela. Si es así, quisiera preguntarle si hay alguna razón específica.
Yo creo que hay dos razones específicas: una, mi incorregible holgazanería, y la otra, el hecho de que como no me tengo mucha confianza, me gusta vigilar lo que escribo y, desde luego, es más fácil vigilar un cuento, en razón de su brevedad, que vigilar una novela.
Es decir, la novela uno la escribe sucesivamente, luego esas sucesiones se organizan en la mente del lector o en la mente del autor, en cambio uno puede vigilar un cuento casi con la misma precisión con que uno puede vigilar un soneto: uno puede verlo como un todo. En cambio, la novela se ve como un todo cuando uno ha olvidado muchos detalles, cuando eso ha ido organizándose por obra de la memoria o del olvido, también.
Además, creo que hay escritores -y aquí pienso en dos nombres, inevitables desde luego, pienso en Rudyard Kipling y pienso en Henry James- que pudieron cargar un cuento con todo lo que una novela puede contener. Es decir, creo que los últimos cuentos que Kipling escribió están tan cargados como muchas novelas y aunque yo he leído y releído y seguiré releyendo Kim, creo que algunos de los últimos cuentos de Kipling, por ejemplo "Dayspring Mishandled", o quizás "Unprofessional" o "The gardener", están tan cargados de humanidad, de complejidades humanas, como un libro como Kim y como muchas novelas. De modo que no creo que escribiré una novela. Ya sé que esta época parece exigir novelas de los escritores.
Continuamente me preguntan que cuándo voy a escribir una novela, pero me consuelo pensando que alguna vez le preguntaban a los escritores: "¿Y usted, cuándo va a escribir una epopeya?" o "¿Cuándo va a escribir un drama de cinco actos?", y actualmente esa pregunta no se usa. Creo, además, que el cuento es un género más antiguo que la novela y quizás pueda outlive, quizás pueda vivir más allá de la novela. Pero aquí me doy cuenta de que estoy repitiendo lo que ha dicho otro autor favorito mío, Wells, y tratándose de Wells, yo diría de él lo que pueda decirse de Henry James: creo que sus cuentos son muy superiores a sus novelas y no son menos ricos.

Ryunosuke Akutagawa - RASHOMON

Ryunosuke Akutagawa
Era un frío atardecer. Bajo Rashomon, el sirviente de un samurai esperaba que cesara la lluvia. No había nadie en el amplio portal. Sólo un grillo se posaba en una gruesa columna, cuya laca carmesí estaba resquebrajada en algunas partes. Situado Rashomon en la Avenida Sujaltu, era de suponer que algunas personas, como ciertas damas con el ichimegasa o nobles con el momiebosh, podrían guarecerse allí; pero al parecer no había nadie fuera del sirviente. Y era explicable, ya que en los últimos dos o tres años la ciudad de Kyoto había sufrido una larga serie de calamidades: terremotos, tifones, incendios y carestías la habían llevado a una completa desolación. Dicen los antiguos textos que la gente llegó a destruir las imágenes budistas y otros objetos del culto, y esos trozos de madera, laqueada y adornada con hojas de oro y plata, se vendían en las calles como leña. Ante semejante situación, resultaba natural que nadie se ocupara de restaurar Rashomon. Aprovechando la devastación del edificio, los zorros y otros animales instalaron sus madrigueras entre las ruinas; por su parte ladrones y malhechores no lo desdeñaron como refugio, hasta que finalmente se lo vio convertido en depósito de cadáveres anónimos. Nadie se acercaba por los alrededores al anochecer, más que nada por su aspecto sombrío y desolado.
En cambio, los cuervos acudían en bandadas desde los más remotos lugares. Durante el día, volaban en círculo alrededor de la torre, y en el cielo enrojecido del atardecer sus siluetas se dispersaban como granos de sésamo antes de caer sobre los cadáveres abandonados.
Pero ese día no se veía ningún cuervo, tal vez por ser demasiado tarde. En la escalera de piedra, que se derrumbaba a trechos y entre cuyas grietas crecía la hierba, podían verse los blancos excrementos de estas aves. El sirviente vestía un gastado kimono azul, y sentado en el último de los siete escalones contemplaba distraídamente la lluvia, mientras concentraba su atención en el grano de la mejilla derecha.
Como decía, el sirviente estaba esperando que cesara la lluvia; pero de cualquier manera no tenía ninguna idea precisa de lo que haría después. En circunstancias normales, lo natural habría sido volver a casa de su amo; pero unos días antes éste lo había despedido, no obstante los largos años que había estado a su servicio. El suyo era uno de los tantos problemas surgidos del precipitado derrumbe de la prosperidad de Kyoto.
Por eso, quizás, hubiera sido mejor aclarar: “el sirviente espera en el portal sin saber qué hacer, ya que no tiene adónde ir". Es cierto que, por otra parte, el tiempo oscuro y tormentoso había deprimido notablemente el sentimentalismo de este sirviente de la época Heian.
Habiendo comenzado a llover a mediodía, todavía continuaba después del atardecer. Perdido en un mar de pensamientos incoherentes, buscando algo que le permitiera vivir desde el día siguiente y la manera de obrar frente a ese inexorable destino que tanto lo deprimía, el sirviente escuchaba, abstraído, el ruido de la lluvia sobre la Avenida Sujaku.
La lluvia parecía recoger su ímpetu desde lejos, para descargarlo estrepitosamente sobre Rashomon, como envolviéndolo. Alzando la vista, en el cielo oscuro se veía una pesada nube suspendida en el borde de una teja inclinada.
"Para escapar a esta maldita suerte -pensó el sirviente- no puedo esperar a elegir un medio, ni bueno ni malo, pues si empezara a pensar sin duda me moriría de hambre en medio del camino o en alguna zanja; luego me traerían aquí, a esta torre, dejándome tirado como a un perro. Pero si no elijo..."
Su pensamiento, tras mucho rondar la misma idea, había llegado por fin a este punto. Pero ese "si no elijo..." quedó fijo en su mente. Aparentemente estaba dispuesto a emplear cualquier medio; pero al decir "si no..." demostró no tener el valor suficiente para confesarse rotundamente: "no me queda otro remedio que convertirme en ladrón".
Lanzó un fuerte estornudo y se levantó con lentitud. El frío anochecer de Kyoto hacía aflorar el calor del fuego. El viento, en la penumbra, gemía entre los pilares. El grillo que se posaba en la gruesa columna había desaparecido.
Con la cabeza metida entre los hombros paseó la mirada en torno del edificio; luego levantó las hombreras del kimono azul que llevaba sobre una delgada ropa interior. Se decidió por fin a pasar la noche en algún lugar que le permitiera guarecerse de la lluvia y del viento, en donde nadie lo molestara.
El sirviente descubrió otra escalera ancha, también laqueada, que parecía conducir a la torre. Ahí arriba nadie lo podría molestar, excepto los muertos. Cuidando de que no se deslizara su espada de la vaina sujeta a la cintura, el sirviente puso su pie calzado con sandalias sobre el primer peldaño.
Minutos después, en mitad de la amplia escalera que conducía a la torre de Rashomon, un hombre acurrucado como un gato, con la respiración contenida, observaba lo que sucedía más arriba. La luz procedente de la torre brillaba en la mejilla del hombre; una mejilla que bajo la corta barba descubría un grano colorado, purulento. El hombre, es decir el sirviente, había pensado que dentro de la torre sólo hallaría cadáveres; pero subiendo dos o tres escalones notó que había luz, y que alguien la movía de un lado a otro. Lo supo cuando vio su reflejo mortecino, amarillento, oscilando de un modo espectral en el techo cubierto de telarañas. ¿Qué clase de persona encendería esa luz en Rashomon, en una noche de lluvia como aquélla?
Silencioso como un lagarto, el sirviente se arrastró hasta el último peldaño de la empinada escalera. Con el cuerpo encogido todo lo posible y el cuello estirado, observó medrosamente el interior de la torre.
Confirmando los rumores, vio allí algunos cadáveres tirados negligentemente en el suelo. Como la luz de la llama iluminaba escasamente a su alrededor, no pudo distinguir la cantidad; únicamente pudo ver algunos cuerpos vestidos y otros desnudos, de hombres y mujeres. Los hombros, el pecho y otras partes recibían una luz agonizante, que hacía más densa la sombra en los restantes miembros.
Unos con la boca abierta, otros con los brazos extendidos, ninguno daba más señales de vida que un muñeco de barro. Al verlos entregados a ese silencio eterno, el sirviente dudó que hubiesen vivido alguna vez.
El hedor que despedían los cuerpos ya descompuestos le hizo llevar rápidamente la mano a la nariz. Pero un instante después olvidó ese gesto. Una impresión más violenta anuló su olfato al ver que alguien estaba inclinado sobre los cadáveres.
Era una vieja escuálida, canosa y con aspecto de mona, vestida con un kimono de tono ciprés. Sosteniendo con la mano derecha una tea de pino, observaba el rostro de un muerto, que por su larga cabellera parecía una mujer.
Poseído más por el horror que por la curiosidad, el sirviente contuvo la respiración por un instante, sintiendo que se le erizaban los pelos. Mientras observaba aterrado, la vieja colocó su tea entre dos tablas del piso, y sosteniendo con una mano la cabeza que había estado mirando, con la otra comenzó a arrancarle el cabello, uno por uno; parecía desprenderse fácilmente.
A medida que el cabello se iba desprendiendo, cedía gradualmente el miedo del sirviente; pero al mismo tiempo se apoderaba de él un incontenible odio hacia esa vieja. Ese odio -pronto lo comprobó- no iba dirigido sólo contra la vieja, sino contra todo lo que simbolizase “el mal", por el que ahora sentía vivísima repugnancia. Si en ese instante le hubiera sido dado elegir entre morir de hambre o convertirse en ladrón -el problema que él mismo se había planteado hacía unos instantes- no habría vacilado en elegir la muerte. El odio y la repugnancia ardían en él tan vivamente como la tea que la vieja había clavado en el piso.
Él no sabía por qué aquella vieja robaba cabellos; por consiguiente, no podía juzgar su conducta. Pero a los ojos del sirviente, despojar de las cabelleras a los muertos de Rashomon, y en una noche de tormenta como ésa, cobraba toda la apariencia de un pecado imperdonable. Naturalmente, este nuevo espectáculo le había hecho olvidar que sólo momentos antes él mismo había pensado hacerse ladrón.
Reunió todas sus fuerzas en las piernas, y saltó con agilidad desde su escondite; con la mano en su espada, en una zancada se plantó ante la vieja. Ésta se volvió aterrada, y al ver al hombre retrocedió bruscamente, tambaleándose.
-¡Adónde vas, vieja infeliz! -gritó cerrándole el paso, mientras ella intentaba huir pisoteando los cadáveres.
La suerte estaba echada. Tras un breve forcejeo el hombre tomó a la vieja por el brazo (de puro hueso y piel, más bien parecía una pata de gallina), y retorciéndoselo, la arrojó al suelo con violencia:
-¿Qué estabas haciendo? Contesta, vieja; si no, hablará esto por mí.
Diciendo esto, el sirviente la soltó, desenvainó su espada y puso el brillante metal frente a los ojos de la vieja. Pero ésta guardaba un silencio malicioso, como si fuera muda. Un temblor histérico agitaba sus manos y respiraba con dificultad, con los ojos desorbitadas. Al verla así, el sirviente comprendió que la vieja estaba a su merced. Y al tener conciencia de que una vida estaba librada al azar de su voluntad, todo el odio que había acumulado se desvaneció, para dar lugar a un sentimiento de satisfacción y de orgullo; la satisfacción y el orgullo que se sienten al realizar una acción y obtener la merecida recompensa. Miró el sirviente a la vieja y suavizando algo la voz, le dijo:
-Escucha. No soy ningún funcionario imperial. Soy un viajero que pasaba accidentalmente por este lugar. Por eso no tengo ningún interés en prenderte o en hacer contigo nada en particular. Lo que quiero es saber qué estabas haciendo aquí hace un momento.
La vieja abrió aún más los ojos y clavó su mirada en el hombre; una mirada sarcástica, penetrante, con esos ojos sanguinolentos que suelen tener ciertas aves de rapiña. Luego, como masticando algo, movió los labios, unos labios tan arrugados que casi se confundían con la nariz. La punta de la nuez se movió en la garganta huesuda. De pronto, una voz áspera y jadeante como el graznido de un cuervo llegó a los oídos del sirviente:
-Yo, sacaba los cabellos... sacaba los cabellos... para hacer pelucas...
Ante una respuesta tan simple y mediocre el sirviente se sintió defraudado. La decepción hizo que el odio y la repugnancia lo invadieran nuevamente, pero ahora acompañados por un frío desprecio. La vieja pareció adivinar lo que el sirviente sentía en ese momento y, conservando en la mano los largos cabellos que acababa de arrancar, murmuró con su voz sorda y ronca:
-Ciertamente, arrancar los cabellos a los muertos puede parecerle horrible; pero ninguno de éstos merece ser tratado de mejor modo. Esa mujer, por ejemplo, a quien le saqué estos hermosos cabellos negros, acostumbraba vender carne de víbora desecada en la Barraca de los Guardianes, haciéndola pasar nada menos que por pescado. Los guardianes decían que no conocían pescado más delicioso. No digo que eso estuviese mal pues de otro modo se hubiera muerto de hambre. ¿Qué otra cosa podía hacer? De igual modo podría justificar lo que yo hago ahora. No tengo otro remedio, si quiero seguir viviendo. Si ella llegara a saber lo que le hago, posiblemente me perdonaría.
Mientras tanto el sirviente había guardado su espada, y con la mano izquierda apoyada en la empuñadura, la escuchaba fríamente. La derecha tocaba nerviosamente el grano purulento de la mejilla. Y en tanto la escuchaba, sintió que le nacía cierto coraje, el que le faltara momentos antes bajo el portal. Además, ese coraje crecía en dirección opuesta al sentimiento que lo había dominado en el instante de sorprender a la vieja. El sirviente no sólo dejó de dudar (entre elegir la muerte o convertirse en ladrón) sino que en ese momento el tener que morir de hambre se había convertido para él en una idea absurda, algo por completo ajeno a su entendimiento.
-¿Estás segura de lo que dices? -preguntó en tono malicioso y burlón.
De pronto quitó la mano del grano, avanzó hacia ella y tomándola por el cuello le dijo con rudeza:
-Y bien, no me guardarás rencor si te robo, ¿verdad? Si no lo hago, también yo me moriré de hambre.
Seguidamente, despojó a la vieja de sus ropas, y como ella tratara de impedirlo aferrándosele a las piernas, de un puntapié la arrojó entre los cadáveres. En cinco pasos el sirviente estuvo en la boca de la escalera; y en un abrir y cerrar de ojos, con la amarillenta ropa bajo el brazo, descendió los peldaños hacia la profundidad de la noche.
Un momento después la vieja, que había estado tendida como un muerto más, se incorporó, desnuda. Gruñendo y gimiendo, se arrastró hasta la escalera, a la luz de la antorcha que seguía ardiendo. Asomó la cabeza al oscuro vacío y los cabellos blancos le cayeron sobre la cara.
Abajo, sólo la noche negra y muda.
Adónde fue el sirviente, nadie lo sabe.

Lo "nuevo" de Roberto Bolaño

Acaba de aparecer bajo el sello Anagrama, "Una novelita lumpen" del desaparecido Roberto Bolaño. Pues bien, lo curioso de esta novelita breve, es que fue escrita por encargo de Claudio López de Lamadrid para una colección de Mondadori en 2002 (lo ha contado por escrito el propio Herralde). Es larga la tradición de textos escritos "por encargo" y más aún de los textos escritos "para otros", entiéndase "negros literarios" (aunque este no es el caso). Pues bien, mientras llega a las estanterías de Lima, los dejo con la nota de Jordi Gracia aparecida hoy en Babelia.

"Está el mejor Bolaño sin desatarse: el de la piedad difusa y sin huellas visibles, el de la amargura de las vidas malsanas sin culpa, el de las frustraciones veladas pero invencibles, y el de la vitalidad psicológica suficiente como para trazar personajes de escasa complejidad cuyo papel sin embargo desemboca en relatos complejos. Todo es fácil y directo en Una novelita lumpen y sin embargo la novela trata de la infelicidad y de las recompensas falsas dentro de la infelicidad, de la valentía para cambiar de rumbo y de la lucidez súbita sobre el rumbo real de la vida de cada cual: un pedazo de realismo inteligente sin sermón."