27 septiembre 2011

J. D. Salinger: cómo se engendra un monstruo

J.D. Salinger, en foto tomada del diario El País / Babelia

No todos los escritores tienen la suerte de que un asesino, que acaba de cometer un crimen histórico, esté leyendo tu mejor novela en el momento de ser detenido. Es más. Hay que ser un autor privilegiado, bendecido por los dioses, para que el famoso asesino se llame Mark David Chapman, quien disparó cinco balas de punta hueca por la espalda a John Lennon, después de pedirle un autógrafo, en el vestíbulo del edificio Dakota de NY, el 8 de diciembre de 1980 y una vez vaciado el cargador del revólver 38 especial se siente tranquilamente en un bordillo de la acera a leer El guardián entre el centeno, esperando a que llegue la policía y en su descargo confiese que él no había hecho otra cosa que acomodar su vida a la de Holden Caulfield, protagonista de la novela. "Esta es mi confesión", exclamó Chapman exhibiendo el libro, mientras era esposado.
Las ventas de la novela de J. D. Salinger, ya de por sí millonarias, se dispararon una vez más. Una nueva oleada de lectores asaltó masivamente las librerías al saber que la historia llevaba una carga suficiente como para borrar del mapa a John Lennon, héroe de una rebeldía en la que se reconocían varias generaciones de jóvenes. En ese momento J. D. Salinger había hecho de su fuga y anonimato una de las obras de arte que consagran definitivamente a un escritor. Vivía refugiado en una granja de Cornish y llegar hasta él era una misión tan difícil como encontrar un mono en Marte, siempre que el explorador fuera un periodista, biógrafo, crítico literario o editor, pero no una jovencita admiradora o una becaria dispuesta a ser pasada por las armas. Mark David Chapman había asesinado a Lennon buscando la fama; en cambio J. D. Salinger se había hecho extremadamente famoso por no querer serlo y haberse convertido en un ser invisible.
El escritor Salinger, el asesino Chapman e incluso el asesinado John Lennon tenían algo en común con Holden Caulfield, el protagonista de El guardián entre el centeno, un chaval de buena familia, que se movía como un tornillo suelto en el engranaje de la sociedad neoyorquina de aquella época, cuando la gente se sentía feliz en medio de la plétora de tartas de frambuesa que trajo la victoria en la Segunda Guerra Mundial. Salinger, Chapman, Lennon, Holden, los cuatro habían sido adolescentes sarcásticos, rebeldes, inconformistas e inadaptados y se habían comportado con un desparpajo irreverente con los mayores, ya fueran padres, profesores o simples predicadores de la moral de consumo. Los cuatro fueron expulsados del colegio. Los cuatro odiaban los ritos, las costumbres y los gestos del orden constituido, para ellos todo el mundo era idiota, una actitud que en algunos acaba cuando desaparece el acné para convertirse en señores respetables, a otros les incita a escribir o a tocar la guitarra hasta transformarse en artistas y a otros les lleva a encargar un revólver por correo y usarlo contra el héroe de sus sueños. Los cuatro habían pasado por YMCA, la organización religiosa juvenil. Allí Marc David Chapman estuvo encargado de cuidar de los niños, un trabajo que ejercía a la perfección, hasta el punto de que le pusieron Nemo de sobrenombre; la misma y única aspiración manifestó también Holden Caulfield al final del relato, la de vigilar a unos niños mientras jugaban entre el centeno. En el YMCA un amigo le dio a leer a Chapman la novela de Salinger y el futuro asesino decidió ordenar su vida según la del protagonista mientras en Chicago tocaba la guitarra en iglesias y locales nocturnos cristianos.
Salinger nació en NY el 1 de enero de 1919, hijo de un judío llamado Salomón, descendiente a su vez de un rabino que, según las malas lenguas, se hizo rico importando jamones. En realidad Salomón Salinger fue un honrado importador de carnes y quesos de Europa. La compañía Hoffman para la que trabajaba estuvo envuelta en un escándalo, acusada de falsificar agujeros en los quesos de bola, pero de ese lío salió indemne Salomón quien acabó viviendo en un lujoso apartamento de Park Avenue entre la alta burguesía neoyorquina. Allí el adolescente Jerome David Salinger comenzó a sacar las plumas. Después de ser expulsado del colegio McBurney entró como cadete en la academia militar de Valley Forge donde empezó a escribir iluminando el cuaderno con una linterna bajo las sábanas unos relatos cortos que durante años mandó sin éxito a las revistas satinadas. Después ingresó en la Universidad de NY y siguió escribiendo, seduciendo a chicas adolescentes a las que a la vez despreciaba. Era un joven elástico, rico, inteligente, esnob y sarcástico. Se comportaba como el propio protagonista de su novela, el Holden Caulfield enfundado en un abrigo negro Chesterfield que envidiaban sus compañeros. Las chicas se volvían locas con él, mientras luchaba denodadamente por ser famoso, pero hubo una que le fue esquiva, Oona O'Neill, la hija del famoso dramaturgo, a la que escribió mil cartas de amor hasta de Charles Chaplin, 40 años mayor que ella, se la birló para hacerle seis hijos.

14 septiembre 2011

Un clásico de Maupassant (para superar el martes 13)


Pierrot

La señora Lefèvre era una dama pueblerina, una viuda, una de esas semicampesinas de lazos y sombreros adornados, una de esas personas que cecean, que adoptan en público aires de grandeza y ocultan un alma de bruta pretenciosa bajo un exterior cómico y abigarrado, como disimulan sus gruesas manos enrojecidas bajo guantes de seda. Tenía como sirvienta a una animosa campesina muy simple, llamada Rose. Las dos mujeres vivían en una casita de postigos verdes, junto a una carretera, en Normandía, en el centro de la región de Caux. Delante de la casa poseían un estrecho jardín en el que cultivaban algunas hortalizas.
Y sucedió que una noche les robaron una docena de cebollas. Tan pronto como Rose se percató del robo, corrió a avisar a la señora, que bajó en refajo. Fue una desolación y un terror. ¡Habían robado a la señora Lefèvre! Luego alguien robaba en el pueblo, y podía regresar. Y las dos mujeres, azoradas, contemplaban las huellas de los pasos, comentaban, suponían cómo debían haberse desarrollado los hechos: «Mire, han pasado por ahí. Han puesto los pies sobre el muro; han saltado al bancal.» Y se asustaban pensando en el porvenir. ¡Cómo iban a dormir tranquilas a partir de ahora! El asunto del robo se difundió por la zona. Los vecinos llegaron, constataron, discutieron a su vez; y las dos mujeres explicaban a cada recién llegado sus observaciones e ideas.
Un agricultor vecino les sugirió: «Deberían tener un perro.» Es verdad; deberían tener un perro, aunque no fuera nada más que para que les avisara. No un perro grande ¡no, por Dios! ¿Qué iban a hacer ellas con un perro grande? Sólo en comida las arruinaría. Pero sí un perro pequeño (en Normandía se les llama quin) un pequeño quin que ladrara. Cuando todos se marcharon, la señora Lefèvre analizó detenidamente la idea del perro. Después de reflexionar, ponía mil objeciones, aterrorizada al pensar en una escudilla llena de comida; pues era de esa raza parsimoniosa de señoras del campo que llevan siempre algunos céntimos en el bolsillo para poder dar limosna ostensiblemente a los pobres de los caminos y dar en las colectas del domingo. Rose, que adoraba a los animales, expuso sus razones y las defendió con astucia. Por lo que quedó decidido que tendrían un perro, un perro muy pequeño. Se pusieron a buscarlo, pero sólo encontraban perros grandes, que comían hasta hacer temblar. El tendero de Rolleville tenía uno, pequeño; pero exigía que se le pagaran dos francos para cubrir los gastos de la crianza. La señora Lefèvre declaró que estaba dispuesta a alimentar a un quin pero que no lo compraría. Y el panadero, que estaba al corriente del asunto, trajo una mañana en su coche a un extraño animal amarillo, casi sin patas, con cuerpo de cocodrilo, cabeza de zorro y una cola en trompeta, un verdadero penacho, tan grande como todo el resto del cuerpo. Uno de sus clientes quería deshacerse de él. La señora Lefèvre encontró muy hermoso a aquel perrillo inmundo, sobre todo porque no le costaba nada. Rose lo besó y luego preguntó cómo lo llamaban. El panadero contestó: «Pierrot.»
Lo instalaron en una antigua caja de jabón, y le ofrecieron agua para beber. Luego le presentaron un trozo de pan. Se lo comió. La señora Lefèvre, inquieta, tuvo una idea: «Cuando esté bien acostumbrado a la casa, lo dejaremos suelto. Así encontrará qué comer merodeando por el pueblo.» Lo soltaron, en efecto, lo que no impidió en absoluto que estuviera hambriento. Además, sólo ladraba para reclamar su comida; y en ese caso, ladraba con gran insistencia. Todo el mundo podía entrar en el huerto. Pierrot acudía a acariciar a cada recién llegado y permanecía mudo. Pese a todo, la señora Lefèvre se había acostumbrado a él. Incluso había llegado a quererlo y a darle de su mano, de vez en cuando, trocitos de pan mojados en la salsa del guiso. Pero no se le había ocurrido pensar en el impuesto que debería abonar por el animal, y cuando le reclamaron ocho francos -¡ocho francos, señora!- por esa birria de quin que ni siquiera ladraba, a punto estuvo de desmayarse de la impresión.
Y decidieron de inmediato que debían deshacerse de Pierrot. Nadie lo quiso. Todos los habitantes, a diez leguas a la redonda, lo rechazaron. Entonces, a falta de mejor solución, resolvieron que le harían «piquer du mas». «Piquer du mas», «comer marga». Se les hacía «piquer du mas» a los perros de los que sus amos querían deshacerse. En mitad de una amplia llanura, se veía una especie de choza o más bien, un pequeño techo de paja, colocado sobre el suelo. Era la entrada al margal. Un pozo, completamente perpendicular, se introduce hasta veinte metros bajo tierra, para desembocar en una serie de largas galerías de mina. Sólo bajan a esta cantera una vez al año, en la época en la que se abonan las tierras con marga. El resto del tiempo sirve de cementerio para los perros condenados; y con frecuencia, cuando se pasa cerca de aquel agujero, llegan hasta los oídos del caminante alaridos quejumbrosos, ladridos furiosos o desesperados, llamadas lamentables. Los perros de los cazadores y de los pastores huyen despavoridos de los alrededores de ese agujero que gime; y, cuando alguien se inclina sobre él, percibe un repugnante hedor de podredumbre. Allí se desarrollan terribles dramas en la oscuridad. Cuando un animal agoniza después de diez o doce días en el interior, alimentado por los restos inmundos de sus predecesores, un nuevo animal, más grueso, más fuerte sin duda, es lanzado de repente. Allí se encuentran los dos, solos, hambrientos, con los ojos brillantes. Se miran, se persiguen, dudan, ansiosos. Pero el hambre los apremia; se atacan, luchan durante mucho tiempo encarnizadamente; y el más fuerte se come al más débil, lo devora vivo.
Cuando estuvo decidido que le harían «piquer du mas» a Pierrot, buscaron un ejecutor. El picapedrero que binaba la carretera pidió cincuenta céntimos por hacerlo. Eso le pareció locamente exagerado a la señora Lefèvre. El peón del vecino se contentaba con veinticinco; pero aún era demasiado; y como Rose había hecho observar que más valía que ellas mismas lo llevaran, porque así no lo maltratarían por el camino y no le harían sospechar al animal lo que le esperaba, decidieron que lo harían las dos, al atardecer. Esa tarde le ofrecieron una buena sopa con un dedo de mantequilla. Se tragó hasta la última gota; y cuando removía la cola de alegría, Rose lo cogió y lo envolvió en su mandil. Iban dando zancadas, como merodeadoras, a través de la llanura. Pronto vieron el margal y llegaron a él; la señora Lefèvre se inclinó para escuchar si no gemía ningún animal. -No- no había ninguno; Pierrot estaría solo. Entonces Rose, que lloraba, lo besó y lo lanzó al agujero; las dos se inclinaron con el oído atento. Primero oyeron un ruido sordo; luego el lamento agudo y desgarrador de un animal herido, luego una sucesión de pequeños gritos de dolor, luego llamadas desesperadas, súplicas de perro que imploraba, con la cabeza levantada hacia la abertura. Ladraba , ¡oh! ¡cómo ladraba! Sintieron remordimientos, pavor, miedo inexplicable y loco, y escaparon corriendo. Como Rose iba más rápida, la señora Lefèvre le gritaba: «¡Espéreme, Rose, espéreme!»
Pasó la noche en medio de horribles pesadillas. La señora Lefèvre soñó que se sentaba a la mesa para comer, y que, al destapar la sopera, aparecía Pierrot dentro, que se lanzaba hacia ella y le mordía la nariz. Se despertó y creyó oírlo ladrar. Prestó atención; se había equivocado. Se durmió de nuevo y, en sueños, se encontró en una amplia carretera, una carretera interminable. De pronto, en mitad del camino, vio una cesta, una gran cesta de campesino abandonada que le infundía miedo. Terminaba, no obstante, por abrirla, y Pierrot, escondido en el interior, le agarraba la mano y no se la soltaba; y ella echaba a correr despavorida, llevando al extremo del brazo el perro colgando, con los dientes bien apretados.
Por la mañana temprano, se levantó medio loca, y acudió corriendo al margal. Ladraba; ladraba aún, había estado ladrando durante toda la noche. Entonces ella se puso a llorar y lo llamaba con mil nombres cariñosos. Él respondía con todas las inflexiones tiernas de su voz de perro. Quiso volver a verlo, prometiendo hacerlo feliz hasta su muerte. Corrió a casa del pocero encargado de la extracción de la marga, y le contó su caso. El hombre escuchaba sin decir nada. Cuando la señora terminó, dijo: «¿Quiere sacar a su perro? Le costará cuatro francos.» Ella se sobresaltó y todo su dolor se esfumó de repente. «¡Cuatro francos! ¡se dejaría morir! ¡cuatro francos!» Pero él añadió: «¿Cree que voy a coger mis sogas, mis manivelas, voy a instalarlo todo, e ir allí con mi chico y dejarme morder por su maldito perro, sólo por el gusto de devolvérselo? No haberlo tirado.» Se marchó indignada. - ¡Cuatro francos! Cuando regresó a casa llamó a Rose y le dio cuenta de las pretensiones del pocero. Rose, resignada, repetía: «¡Cuatro francos! es mucho dinero, señora.»
Más tarde propuso: «¿Y si le echáramos de comer, al pobre perro, para que no se muera?» La señora Lefèvre aceptó, contenta; y ahí las tienen, en marcha, con un gran pedazo de pan untado con mantequilla. Lo partieron en trocitos que lanzaban uno tras otro, hablándole por turnos a Pierrot. En cuanto el perro se tragaba un trozo, ladraba para reclamar el siguiente. Regresaron por la noche, y al día siguiente, y todos los días. Pero sólo hacían un viaje.
Y sucedió que, una mañana, en el momento de dejar caer el primer bocado oyeron de pronto un formidable ladrido en el interior del pozo. ¡Había dos! ¡habían arrojado otro perro, otro grande! Rose llamó: «¡Pierrot!» y éste ladró. Entonces se pusieron a arrojarle la comida; pero, a cada trozo, percibían una terrible pelea seguida de los gritos quejumbrosos de Pierrot, mordido por su compañero que se lo comía todo, pues era el más fuerte. De nada les servía especificar: «¡Esto es para ti, Pierrot!». Pues Pierrot, evidentemente, no obtenía nada. Las dos mujeres, sobrecogidas, se miraron; y la señora Lefèvre dijo con tono desabrido: «Yo no puedo alimentar a todos los perros que arrojen aquí dentro. Tendremos que renunciar.» Y, sofocada al pensar en todos aquellos perros viviendo a sus expensas, se marchó, llevándose el resto del pan, que empezó a comerse mientras caminaba. Rose la siguió limpiándose los ojos con una punta de su mandil azul.


Tomado de la biblioteca digital: Ciudad Seva

09 septiembre 2011

CUENTOS INFAMES: este lunes 12 de septiembre en el JAZZ ZONE!!!


Cuentos infames es la primera entrega de Luis Torres Vásquez, joven escritor que ha plasmado en estas páginas su visión personal de una sociedad que se desmorona y se reconstruye sobre sus escombros, siempre en el camino errado.
Ya desde el título el autor nos anuncia que sus historias pueden no solo golpearnos sino también ponernos a pensar (el terrible y verdadero poder de la literatura), en que estamos asistiendo al fin de una época donde los valores poco o nada importan, haciendo referencia a personajes clave como el Holden Caulfield de Salinger (y de ahí también los violentos y precisos desenlaces de sus tramas).
Si la desesperanza es una de las características de una juventud rebelde y ansiosa por gritar su libertad a los cuatro vientos, es también esa misma rebeldía la que la transforma en un elemento vital dentro de una sociedad cuyos cambios son constantes; y es que Cuentos infames no es sólo una colección de cuentos: es una pintura oscura de la sociedad en que vivimos. Un libro que anuncia nuevas y esperadas entregas.

CUENTOS INFAMES se presentará este lunes 12 de septiembre a las 7:00 pm en el Jazz Zone (Av. La Paz 665, pasaje El Suche, Miraflores). Los comentarios estarán a cargo del literato y crítico Jonathan Timaná y Gabriel Rimachi Sialer Ed.
El ingreso es libre (capacidad limitada).


El libro de los pájaros negros - PRESENTACIÓN

08 septiembre 2011

Miguel Ruiz Effio sobre "Desasosiegos menores"

Miguel Ruiz Effio

El premiado escritor Miguel Ruiz Effio ha tenido la gentileza de escribir una reseña sobre el libro de cuentos del también premiado escritor colombiano Andrés Mauricio Muñoz, y que se ha publicado en esta casa dentro de nuestra serie Legión Extranjera, que ya va por su cuarta entrega. Lo compartimos con ustedes entonces, no se pierdan esta nueva entrega que trae más de una sorpresa, pues este libro tiene ese poder que sólo las buenas historias poseen: el quedarse durante mucho, mucho tiempo en nuestras mentes.

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DESASOSIEGOS MENORES, DE ANDRÉS MAURICIO MUÑOZ
Miguel Ruiz Effio

Quizá por una cuestión cronológica o por las estrategias utilizadas para construir las historias, debo confesar que me he sentido muy identificado con el trabajo narrativo que realiza Andrés Mauricio Muñoz en su libro Desasosiegos menores. Tal vez este tipo de afinidad (o complicidad) sea la mejor manera de abordar y descubrir a un nuevo autor. Es importante resaltar que este libro obtuvo en Colombia el premio del VI Concurso Nacional de Libro de Cuentos Premios de Literatura UIS 2010. Es justo felicitar a la editorial Casatomada por permitirnos conocer en Lima, y ojalá también en las provincias del Perú, lo que se está escribiendo en Colombia, pero además, por permitirnos conocer lo mejor de lo que se está produciendo en el país norteño.
Encontrar una cita de Julio Ramón Ribeyro en el segundo cuento del conjunto no es gratuito. “La vida no podía ser esa cosa que se nos imponía y que uno asumía como un arriendo, sin protestar. Pero ¿qué podía ser?... Debía haber una contraseña, algo que permitiera quebrar la barrera de la rutina y la indolencia y acceder al fin al conocimiento, a la verdadera realidad”, dice Ribeyro. Y conociendo que hay una lectura de Ribeyro antes de la articulación de este trabajo como un conjunto, podemos entender la concepción de los personajes del libro.
En Carolina ya no aguanta más, una oficinista hastiada de sus problemas sentimentales y profesionales concluye que origen de sus males es su trabajo. Pero no podrá cambiar su situación.
En La obsesión de Álvaro Güaque, un vendedor de seguros está obsesionado con sentir la proximidad de las mujeres y para ello diseña todo un método para rozarlas en los viajes del Transmilenio (el equivalente a nuestro reciente Metropolitano).
El hijo de Barack Obama es una divertida especulación acerca de un muchacho pobre que resulta ser hijo del entonces candidato a la presidencia norteamericana.
En Tibaduiza espera a Diógenes Almeida, un escritor que cree ciegamente en su propio talento y que envía trabajos a diferentes concursos, busca un éxito que parece esquivo. Él está convencido de que su último cuento por fin se lo proporcionará.
Pierna obstinada es una fantasía acerca de un hombre con problemas para controlar su pierna izquierda.
En Laura en la ventana, una mujer que intenta concebir su primer hijo mira un partido de fútbol, donde un joven juega pelota y sueña con una vivienda propia para su familia.
Estos son solo algunos ejemplos de los temas y personajes del libro.
Andrés Mauricio Muñoz elige para fabular a personajes solitarios, víctimas de una soledad física o existencial, personajes marginales, con una vida interior que los conduce a reflexionar y rebelarse a través de actos o de decisiones.

Carolina recuerda que tiene que buscar trabajo; una empresa donde de verdad valoren todo lo que ella puede aportar, donde le paguen más, al menos un salario acorde con sus años de experiencia. Necesita ahorrar y ahí no puede. Carolina se imagina trabajando en una multinacional, entrando a un edificio grande en el World Trade Center o en el Teleport Business Park; mucha gente en los pisos, compañeros de trabajo con quienes podría salir un jueves o un viernes, al final de la tarde, a tomar una cerveza. Lo que ella necesita es no depender tanto de Daniel; abrir un espacio en la relación, tal vez así acabe la monotonía y él empiece a sentir que ella le hace falta, que la necesita mucho más cerca, que la puede perder en cualquier momento porque ella se puede enamorar de uno de sus compañeros. Carolina trata de imaginar la cara de Daniel si ella un jueves, cualquiera de tantos, saliera hasta tarde a tomar cerveza con alguien de la oficina, de la gran empresa donde merece trabajar.

Son las rutinas más sencillas las que motivan las reflexiones de los personajes: sus desasosiegos. El título del libro alude a esto, precisamente. Son estos desasosiegos sencillos, “menores” si se les quiere llamar así, los que constituyen disconformidades universales que nos permiten reconocer problemas comunes, que nos hermanan a los países de la región latinoamericana. Esto no es un descubrimiento, pero Mauricio Muñoz nos lo recuerda a través de sus historias. Las peripecias de Álvaro Güaque en el Transmilenio, por ejemplo, serán fácilmente reconocidas e identificadas como propias por el lector peruano, y quizá también por el chileno o el argentino. Esta capacidad de contar temas particulares para aludir a problemas universales es lo que distingue a la buena literatura de los ejercicios del debut.
Otro elemento que se maneja con solvencia son las técnicas narrativas. Carolina ya no aguanta más y Laura en la ventana, por ejemplo, comparten estrategias de narración similares. Hay una superposición del pensamiento sobre la irrupción de la realidad. El pensamiento empieza a hilvanar hacia atrás para conocer el pasado de los personajes y sus puntos de vista. La realidad irrumpe a través de la espera de unas copias, de un partido de fulbito o de un correo electrónico al que hay que responder. Esta variedad de líneas se maneja con pulcritud a lo largo de los cuentos del libro, a pesar de que las técnicas varían, se acentúan o se atemperan, de acuerdo a la conveniencia del texto.
Y ya que hemos mencionado los correos electrónicos, hay en estos cuentos una asimilación de la vida moderna de un modo natural, nunca impostado. Las alusiones a la tecnología son funcionales, medios para contar las historias, siempre vehículos y no fin en sí mismos. César Vallejo desconfiaba de la poesía que incorporaba palabras alusivas a la tecnología solo para atribuirse la categoría de nueva. Decía el poeta:

En la poesía verdaderamente nueva pueden faltar imágenes o rapports nuevos —función ésta de ingenio y no de genio— pero el creador goza o padece allí una vida en que las nuevas relaciones y ritmos de las cosas se han hecho sangre, célula, algo, en fin, que ha sido incorporado vitalmente en la sensibilidad.
La poesía nueva a base de palabras o de metáforas nuevas, se distingue por su pedantería de novedad y, en consecuencia, por su compilación y barroquismo. La poesía nueva a base de sensibilidad nueva es, al contrario, simple y humana y a primera vista se la tomaría por antigua o no atrae la atención sobre si es o no moderna.

En la mejor senda de lo que podríamos llamar literatura nueva (parafraseando a Vallejo), un cuento como Búsqueda en Internet aborda el antiquísimo tema de la lucha contra el destino, por supuesto, actualizada a los tiempos de las redes de información. En Un mal viaje, el progreso de la ciencia permite la tele transportación de los individuos para recorrer distancias largas, con un pequeño efecto secundario: la posibilidad de perder porciones imperceptibles de nuestra humanidad. Mauricio Muñoz irrumpe en la vertiente futurista para, usando como telón de fondo el asombro que nos produce lo científico, reflexionar sobre la naturaleza de nuestra esencia (¿qué es lo que nos hace humanos? ¿nuestra peculiar anatomía o nuestra personalidad?). Así, volvemos a comprobar que los temas abordados son universales, mientras que los recursos para contar las historias son funcionales para que esta recoja los nuevos desasosiegos que vivimos hoy
Hay distintos estilos en los cuentos de este libro. Hay cuentos de imágenes precisas, descritas con frases cortas y otros con frases largas. Hay cuentos de grandes y silenciosas derrotas del individuo, casi anécdotas observadas con la precisión de un miniaturista. Hay temas de tratamiento sobrio, desarrollados a través de una cadena de sucesos que no requieren atención por su naturaleza sino por la reflexión que se hace de ellos, frente a otros donde las historias nacen de una sucesión de peripecias (pienso por ejemplo, en El hijo de Barack Obama, que recuerda el antiguo género picaresco). Creo que la cantidad de cuentos incluidos en este volumen y la variedad de temas y estilos hablan de un autor diestro en el manejo de sus recursos, pero que busca aún, al plantear un abanico amplio de temas, una voz y un sendero por el cual desfilará su narrativa corta. Tal vez, esta multiplicidad de temas y estilos auguran una novela. Pero estoy especulando. De lo que estoy seguro es que a partir de Desasosiegos menores, tendremos que estar atentos a los futuros trabajos de Andrés Mauricio Muñoz.


05 septiembre 2011

Nueva y esperada entrega de Rossina Valcárcel


Presentación del poemario
Naturaleza Viva de Rosina Valcárcel
Miércoles 7 de setiembre
7:00 p.m.

El Instituto Raúl Porras Barrenechea los invita a la presentación del poemario Naturaleza viva (Premio Poesía breve 2010. Hipocampo Editores), de Rosina Valcárcel, que se realizará el miércoles 7 de setiembre a las 7:00 p.m. en el Auditorio del Instituto, sito en calle Colina 398, Miraflores (ref. alt. cdra. 52 de la Av. Arequipa). Los comentarios estarán a cargo de Carlos Calderón Fajardo, Diana Ávila y Juan Carlos Lázaro. Odette Vélez y Rosina Valcárcel leerán algunos poemas.
El ingreso es libre.

SOBRE LA OBRA
Naturaleza viva es un conjunto de poemas registrados en la vigilia, desde los arrecifes del tiempo detenido, escrito caminando por distintas ciudades enterradas bajo la niebla, entre calles de hojas muertas, pero al mismo tiempo llenas de aves y niños. Madurez, plenitud de la poesía, protesta por el bombardeo a Palestina, pero también una infinita ternura, amor sin fin y testimonio de un tiempo letal para escribir poesía. Se trata sin duda de uno de los libros de poesía más importantes escritos en América Latina.

SOBRE LA AUTORA
Rosina Valcárcel es antropóloga, periodista, escritora y una de las voces más representativas de la generación del 70. Realizó estudios de Letras y Antropología en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Es fundadora, directora y codirectora de la revista Kachkaniraqmi, codirectora de WarmiNayra (nov. 1990). Ha colaborado con artículos, entrevistas, testimonios, reseñas, etc. en diversos medios de comunicación.
Ha publicado Universitarios y prejuicio étnico. Estudio del prejuicio hacia el negro en los universitarios de Lima, 1974; Mitos, dominación y resistencia andina, 1988. Entre sus poemarios tenemos: Sendas del bosque (Premio Poesía Cátedra Literatura, UNMSM, 1965), Navíos, 1975 (Premio Poesía José María Arguedas 1974), Una mujer canta en medio del caos, 1991, Loca como las aves, 1995, Paseo de sonámbula, 2001, Naturaleza viva, 2011 (Premio Poesía breve 2010. Hipocampo Editores). Su poesía ha sido traducida al inglés, italiano, y francés, y musicalizada por Chalena Vásquez y José Ramos.


Ana Casas y David Roas en el Instituto de Investigaciones Humanísticas

Al parecer se han puesto las pilas en el Instituto de Investigaciones Humanísticas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Facultad de Letras), donde desde hace algunas semanas se vienen cocinando las conferencias y talleres más interesantes de la temporada. A las conferencias sobre Garcilazo y sobre lo fantástico en la literatura y el cine español (una excusa para conversar sobre lo fantástico a nivel mundial), se suman ahora las conferencias de Ana Casas y David Roas, expertos en la materia. Nuestras felicitaciones a los organizadores.

Conferencia de David Roas
“Sobre la esquiva naturaleza del microrrelato”

En las dos últimas décadas, se ha hecho evidente el arraigo y acomodo del microrrelato en el sistema literario, una forma narrativa que se ha convertido en un verdadero fenómeno editorial en diversas literaturas occidentales. Todo ello ha supuesto que, además de escritores, lectores y editores, el mundo académico haya empezado a prestar una especial atención al microrrelato. El debate teórico en torno al microrrelato sigue todavía abierto: no está todo dicho acerca de su caracterización, su relación con el relato breve, su (supuesta) autonomía genérica y su vinculación con las diversas vías por las que se ha desarrollado la narrativa en la Modernidad y la Posmodernidad.
En esta conferencia David Roas reflexionará sobre las características formales y temáticas que definen al microrrelato, para discutir si éstas pueden o no configurar un nuevo tipo de narración breve con un estatuto genérico propio.
David Roas es escritor y profesor de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universidad Autónoma de Barcelona. Es especialista en literatura fantástica y ha dedicado a este género diversas obras, entre las que destacan los ensayos: Teorías de lo fantástico (2001), Hoffmann en España (2002), De la maravilla al horror. Los orígenes de lo fantástico en la cultura española (1750-1860) (2006) y La sombra del cuervo. Edgar Allan Poe y la literatura fantástica española del siglo XIX (2011). Asimismo, ha publicado varias antologías dedicadas a la narrativa fantástica española de los siglos XIX y XX: El castillo del espectro. Antología de relatos fantásticos españoles del siglo XIX (2002); Cuentos fantásticos del siglo XIX (España e Hispanoamérica) (2003); y, en colaboración con Ana Casas, La realidad oculta. Cuentos fantásticos españoles del siglo XX (2008). En julio de este año ha recibido el IV Premio Málaga de Ensayo “José María González Ruiz” por su libro Tras los límites de lo real. Una definición de lo fantástico.


Conferencia de Ana Casas
“Autoficción: novelas híbridas
y posmodernas en la literatura española actual”

La conferencia analizará las diversas vías formales y temáticas por las que discurre la autoficción española actual tomando como base algunas de las novelas híbridas más representativas de los últimos años: Negra espalda del tiempo, de Javier Marías, Sefarad, de Antonio Muñoz Molina, El mal de Montano, de Enrique Vila-Matas, entre otras.
Con el objeto de clasificar y analizar los diversos procedimientos empleados en la ficcionalización del yo –a través de los cuales el autor se proyecta en su obra como si se tratara de un personaje más–, se estudiarán 1) el estado de la cuestión en torno de la autoficción desde una perspectiva teórica, examinando el concepto desde sus orígenes, 2) los fenómenos de ambigüedad genérica que propician el llamado “pacto de lectura contradictorio” o ambiguo, y que a menudo hacen que el lector vacile en sus estrategias de lectura y 3) los fenómenos de hibridismo genérico a través del estudio textual y retórico de las obras, en especial de las estrategias discursivas que tienden a difuminar los límites que separan los distintos géneros.
Ana Casas es doctora en Literatura por la Universidad de Neuchâtel (Suiza) con una tesis sobre el cuento español de los 50. Ha sido profesora en dicha universidad como en la Universitat Autónoma de Barcelona y la Universitat Pompeu Fabra. Es autora del libro El cuento español en la posguerra (2007) y las antologías La realidad oculta. Cuentos fantásticos españoles del siglo XX (en colaboración con David Roas) y Voces disidentes. Cuentos de la generación del medio siglo (2009).
Actualmente está realizando una estancia de movilidad de dos meses en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos cuyo objeto es llevar a cabo una investigación en torno a lo fantástico actual en las literaturas española y peruana.

Día: miércoles 7 de setiembre de 2011
Hora: 18:00 p.m.
Lugar: Auditorio Principal de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas (UNMSM)
INGRESO LIBRE