Por José Donayre Hoefken
“El ejercicio de especular quiénes quedaron fuera de una antología quizá sea lo más interesante, aunque el verdadero aporte esté en el resultado del “algoritmo” que empleó su organizador. Lo más probable es que Salvador Luis –seleccionador de “Asamblea portátil”–, ante lo bueno, lo feo y lo malo de los narradores iberoamericanos nacidos entre 1974 y 1987, se haya centrado (más que en su buen gusto) en la necesidad literaria de mostrar lo que pergeña un escritor iberoamericano que frisa los 30 años. Son 25 los elegidos, que proceden de 13 países. Más allá de las justificaciones para plantear una representatividad cuyo rótulo quizá se convierta en el nombre de una promoción transnacional, se aprecia un verdadero esfuerzo de S.L. por alcanzar un equilibrio, no obstante su exceso (de pasión) y su cuota (de inclusión), es decir, un ritmo que atiende casi matemáticamente a orígenes, sexos, temas, trayectorias y proyecciones.
Porque en esta asamblea hay de todo (desde cierto afán por la erudición frívola y banal hasta la superación de juguetear con el ombligo), procura un verdadero gusto encontrar textos que descollan entre la monotonía del cumplimiento del deber, como “Los invencibles” del venezolano Rodrigo Blanco Calderón o “El color de la sangre diluida” del cubano Jorge Enrique Lage, en los que se advierte un pulso de más riesgo, aunque ello no suponga efectivamente un afán de ruptura. Textos que, junto a un puñado más, nos recuerdan cuán buenos somos en Iberoamérica en el arte de narrar.”
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