30 enero 2010

Vargas Llosa en el Hay Festival de Cartagena


Mario Vargas Llosa se presentó hoy en el Teatro Adolfo Mejía de Catargena de Indias, en Colombia, bajo un sol implacable y en medio de una multitud de lectores que hacían cola para poder ingresar a la conferencia magistral programada en un horario solo para fans: el mediodía del trópico. Acá algunos de los puntos más destacados de esta tarde, para leer más, seguir el enlace, no hay pierde.

Un escritor sin inspiración. "Mi disciplina a la hora de escribir nació de la comprobación deprimente de que no tenía inspiración. Por eso me sirvió tanto descubrir, cuando llegué a París en 1959, a Flaubert y, sobre todo, su correspondencia. Flaubert empezó siendo un mal escritor, un mero imitador, y para llegar a ser el genio que fue se impuso una disciplina de galeote. Yo llegué a la conclusión de que si uno no tenía talento podía provocárselo a base de trabajo".

Crisis social, salud artística. "Las sociedades inestables en las que se percibe una cierta inseguridad tienden a generar literaturas más ambiciosas que aquellas sociedades más estables en las que se percibe como algo pueril el deseo de llevar a cabo un gran proyecto novelesco. Por eso la literatura latinoamericana dio grandes frutos en los años 60, en un momento convulso en el que nadie apostaba por América Latina. Pero todo esto no es más que una tendencia y no una ley histórica, yo no creo en las leyes históricas. Además, en el arte siempre prima el elemento individual".

Políticos y rufianes. "¿Por qué me presenté a la presidencia de Perú si le había hecho decir a uno de mis personajes que la política es un mundo de rufianes? Tal vez por la atracción del abismo, pero sobre todo porque no debemos sacar conclusiones de desdén aristocrático de esa frase. Eso sería hacer el avestruz. Cuanta más gente decente haya en la política más se adecentará ésta".

Elogio de la imperfección. "Si fui mi crítico como opositor a Alan García en Perú y ahora no lo soy tanto es porque él piensa ahora cosas que yo pensaba entonces. En materia estética podemos ser intransigentes porque la imperfección es intolerable, pero en política eso es imposible. Hay que optar por el consenso y hacer concesiones, eso es la democracia, el menos malo de los sistemas. Los únicos que creen que la perfección es posible en política son los fanáticos".

Diez años huérfano. "A mí me vacunó contra el fanatismo la mala relación que tuve con mi padre, un hombre muy autoritario al que conocí cuando tenía 10 años. Hasta entonces me habían ocultado que mi padre estaba vivo por la vergüenza familiar de decir que mi madre se había divorciado. Yo me había criado como un niño muy mimado y seguro que era engreído e insoportable, pero la aparición de mi padre fue brutal. Eso sí, reconozco que en mi propio trabajo hay una dosis de fanatismo, el de sacrificarlo casi todo en busca de la gran obra".

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En la foto: Mario Vargas Llosa conversa con el escritor colombiano Héctor Abad Faciolince en Cartagena de Indias

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