21 abril 2012

Jerónimo Centurión sobre "Los hijos de Eva"



(Diario 16 / Abril 15, 2012). Durante los cinco años que estudió en la universidad, Verónica Chú Saavedra fue la primera de su clase. La más ordenada, la más responsable y la más seria. Cuando culminó esta etapa de su vida trabajó en algunos medios de prensa, pero sintió que estos formatos le quedaban chicos. No solo a nivel de fondo, sino también de forma.
El inacabable acceso a internet le permitió desarrollar un interés creciente por lo que ocurría en el mundo y establecer amistades virtuales con periodistas extranjeros. Así conoció a un periodista iraquí, “quien me contaba los pormenores de su sufrimiento tras vivir en un país invadido. Sin embargo, la comunicación con él se cortó intempestivamente y ese fue el detonante, mi aliciente para escribir lo que sentía, para exponer mi reacción, mi rechazo, mi denuncia personal”, explicó Chú Saavedra.
Ese fue el inicio de una larga, sacrificada y riesgosa aventura: escribir su primer libro, su primera novela. Le tomó ocho años terminarla. Ocho años en los que investigó a profundidad la perspectiva iraquí, su religión, sus costumbres, su cosmovisión, su forma de entender la vida y también la muerte. Durante este tiempo la vida de Verónica sufrió una interesante transformación. Su percepción de la realidad, de la cotidianeidad, de las noticias que como periodista cubría, terminaban en su cabeza, relacionadas con lo que ocurría en Irak.


No podía dejar de comparar, de contrastar, y esto le sirvió para mirar con otros ojos aquello que para nosotros puede ser simple rutina. La dualidad, sin emb a rg o, desaparecía de noche. Cuando sus personajes, dos periodistas sudamericanos encargados de cubrir la invasión a Irak, hablaban por ella, descubrían este nuevo mundo y se llenaban de información e interrogantes que, como Verónica, les era imposible de transmitir mediante sus respectivos reportes.
La novela muestra las complejas consecuencias derivadas de esta guerra, tanto para la población iraquí como para los extraviados invasores y, sobre todo, para los periodistas latinos, para quienes esta cobertura implica un intenso proceso de aprendizaje y de reflexión con respecto a sus vidas, su forma de entender la muerte, el paso del tiempo, la religión, la familia, el trabajo.
Con Los hijos de Eva, su primera novela, Verónica nos lleva a practicar la empatía de varias formas. No únicamente porque la historia es narrada desde múltiples y opuestas perspectivas, sino también porque los temas sobre los que posan la mirada sus personajes van desde Alá, la política, la vida y la muerte, hasta episodios simples y cotidianos.
Una cruda realidad como la guerra vista desde la ficción a través de periodistas que, pese a su rigor, siguen siendo personajes de novela. Una novela honesta que nos lleva a reflexionar, precisamente, sobre los límites de la verdad y la mentira, la realidad y la fantasía, en tiempos donde todo parece estar fusionado.

LA NOTA COMPLETA AQUI.


No hay comentarios.: