06 julio 2010

Asamblea portátil en la FIL Ecuador - Guayaquil, HOY!!!

A propósito de la lanzamiento en Guayaquil de Asamblea Portátil. Muestrario de narradores iberoamericanos (Casatomada. Lima, 2009), este martes 6 (20-21h en la Urna Norte del Palacio de Cristal. Feria Expolibro) presentamos el prólogo de su antologador el escritor peruano Salvador Luis. En esta selección aparecen los mexicanos Mayra Luna y Mauricio Salvador, los peruanos Diego Trelles Paz, Gabriel Rimachi Sialer, Mónica Belevan y Katya Adaui Sicheri, los chilenos Claudia Apablaza y Diego Zúñiga, los españoles Samuel Solleiro, Lara Moreno y Elvira Navarro, los argentinos Maximiliano Matayoshi, Federico Falco y Samanta Schweblin, los cubanos Jorge Enrique Lage y Michel Encinosa Fú, los uruguayos Leonardo Cabrera y Fernanda Trías, el guatemalteco Rodrigo Fuentes, el boliviano Rodrigo Hasbún, el venezolano Rodrigo Blanco Calderón, el paraguayo Juan Ramírez Biedermann y los ecuatorianos Solange Rodríguez Pappe y Miguel Antonio Chávez.

Una caja-maleta (o el eclecticismo)
Por Salvador Luis
Al igual que la valise duchampiana este muestrario de narradores es también portátil. En él lo que existe es relevante y representativo, así como inevitablemente reduccionista y parcial. Lo cierto es que una caja-maleta nos sirve para agrupar de manera ordenada algunas de las particularidades de un momento, en este caso el de algunos narradores iberoamericanos nacidos entre 1974 y 1987, que escriben sus obras durante la apertura del siglo XXI y que se caracterizan fundamentalmente por su multiplicidad estética (heterogeneidad) y por desarrollarse dentro de un marco de crisis ideológicas en el que la institución que llamaremos, con un poco de ironía, Literatura Iberoamericana1 es no sólo maleable sino también un equívoco del cual se puede llegar a prescindir.
Al recopilar este conjunto de narrativa el intento de forjar una nueva camada, generación o entourage literario no ha sido precisamente la misión primaria; la palabra nueva, sobre todo, es muy antojadiza e ilusoria, y debe usarse con discreción; lo que sí existe en este libro es una conciencia similar a la que tiene un comisario de arte cuando elige las piezas para una exhibición, es decir, la conciencia de lo que significa una muestra, con ciertas obsesiones morfológicas, con una imaginario compartido y a la vez distanciado, con repeticiones, omisiones y singularidades. Otra forma más pedestre de entenderlo es utilizando el símil de hace unos instantes, que dice que esta compilación es como aquella caja en la que Duchamp guardaba su antología personal, con todo su eclecticismo y movilidad intrínseca.
Los 25 narradores incluidos en esta compilación provienen de trece países: Argentina, Bolivia, Colombia, Cuba, Chile, Ecuador, España, Guatemala, México, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela2. Una lista parcial que, desde luego, coincide con lo ya antes mencionado: intenciones y arbitraje, pero que, sin embargo, no busca ser un ranking ni una lista canónica, sino más bien una compilación que, a la vez que presenta la narrativa de un grupo de escritores coetáneos, sirve también como un esparcimiento por medio de la prosa. El goce y la distracción, a veces perdidos en nombre de la recopilación de corte bibliotecario, fueron factores cardinales en el proceso de elaboración de este muestrario de narrativa. No obstante, hay también en este conjunto un propósito un poco más especializado, que se refiere a la presentación de ciertas estéticas generales (teniendo en cuenta siempre una semi-uniformidad) que deben contrastarse con paradigmas previos.
No se puede afirmar, ni siquiera insinuar, que todos los antologados comparten una misma escuela, pues, como suele ocurrir desde que la literatura es literatura, cada uno utiliza un código y psyche personales, ya sea insertándose en corrientes disímiles como el existencialismo o el realismo sucio, en sub-géneros como el cuento fantástico, de terror o la ficción transgresiva o utilizando técnicas narrativas metaficcionales, pero sí es posible trazar una lista de préstamos y diálogos literarios (y también de los extraliterarios) que individual o colectivamente afecta mucho de lo aquí reunido, y que, retomando la actitud duchampiana, cabe en una pequeña valise.

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