
26 febrero 2009
Siu Kam Wen en entrevista con el Diario Correo

24 febrero 2009
Siu Kam Wen y El tramo final (testimonio del autor)

Yo estudiaba entonces Contabilidad en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y, muy desdichado con mi elección de carrera, faltaba a la mitad de mis clases. Me pasaba el tiempo merodeando por el Pabellón de Letras y hacía vida de bohemio los fines de semana. Al mismo tiempo, hice varios buenos amigos entre los estudiantes de Letras, entre ellos Cronwell Jara, quien me introdujo al mundo de los escritores y a la creación literaria. Una noche que cruzaba el Pabellón de Letras en busca de estos amigos vi un afiche convocando a participar en un concurso de cuento. Creo que lo organizaba la Asociación Nisei del Perú. Volví a casa e inmediatamente escribí un cuento de quince páginas. Ese cuento fue “El tramo final”. Lo escribí bajo las condiciones más adversas, entre las nueve y las once de la noche. Como mi dormitorio estaba próximo a la sala, tuve que taparme los oídos con algodón o, a falta de éste, con papel higiénico, para no distraerme con el sonido del televisor. Después de las diez, mi joven hermano, que compartía conmigo la habitación, debía dormir, y yo tenía que poner la máquina de escribir sobre el colchón de mi cama y seguir escribiendo en cuclillas.
El siguiente cuento, “El deterioro”, fue el más autobiográfico de la colección. Al principio no supe cómo abordar el tema, que era muy doloroso para mí, hasta que se me ocurrió hacerlo desde el punto de vista, no del hijo adolescente, que era mi alter ego, sino del padre. Aun así, sentí como si estuviera abriendo mi corazón mientras escribía ese cuento, y sólo muy renuentemente lo incluí después en la colección.
El tercer cuento fue “La vigilia”, y a éste ya lo escribí sentado, en tres noches y con una facilidad que no se ha repetido nunca más. El primer borrador fue prácticamente el último. Y mientras escribía este relato de diez páginas, me di cuenta de lo melódico y cadencioso que es el lenguaje español.
En el curso de los siguientes nueve o diez meses, escribí una decena o docena más de relatos. Apenas terminaba uno, ya estaba planeando el próximo, y lo hacía a toda hora del día: en la tienda de mi padre, en la universidad, mientras viajaba en ómnibus. Empecé a concebir esos relatos en términos de un abanico chino. Cada cuento debía de comunicar un mensaje particular, pero leídos como conjunto, debían de proporcionar al lector un panorama completo de la vida en el microcosmos de los chinos en el Perú. Insistí en incluir en los cuentos personajes de todas las variedades (niños, jóvenes, adultos, y viejos; Kueis, chinos “netos”, chinos adoptivos como Uei-Koung, tusanes de padres chinos, tusanes de padre chino y madre peruana como Rosa, etc.), y tratar de abarcar en la mayoría de los temas, el espectro humano que a veces es muy peculiar en la colonia china en el Perú, a veces universales (vejez, brecha generacional, amor o desamor, soledad, matrimonio, identidad racial, muerte, polarización política, etc.).
Descarté cuatro o cinco de los cuentos, quedándome con sólo nueve. A la colección le di el título de mi primer cuento: El tramo final, porque cuando es traducido al chino, resulta ser un título muy poético. Es también muy apropiado, porque en esos años, que eran la segunda fase del velasquismo, todo el mundo estaba haciendo lo que las ratas en un barco que se hunde: salir nadando a toda costa. La colonia china había perdido tantos de sus miembros que parecía estar realmente en su tramo final.
Cuando me senté a escribir el primer cuento de El tramo final, yo tenía 29 años. Pero eso no quiere decir que mi vocación fuera tardía. Por el contrario, cuando tenía sólo diez años de edad, ya llenaba mi bloc escolar con cuentos y hasta novelas cortas. Escribía entonces en chino, que era el lenguaje que conocía mejor. Pero un día tuve una epifanía, y decidí abandonar el chino y usar el castellano a partir de ese momento. Me puse a traducir poemas y los clásicos chinos al español, tratando de aprender el idioma de este país. Cuando entré a la nocturna del colegio Ricardo Bentín, en el distrito del Rímac, ya escribía muy bien, aunque no hubo modo de quitarme el acento, que probablemente me acompañará cuando me presente ante San Pedro y termine llamándole San Pedo.
¿Por qué, entonces, no comencé antes mi carrera literaria? Parecerá mentira a quienes piensen que tenía un mundo narrativo, prácticamente exclusivo entonces, esperándome. A world waiting there for me to grab. La verdad fue muy diferente. Yo no sentía entonces que el mundo de los chinos en el Perú fuera de interés para nadie. Sufría también de una preocupación excesiva por el estilo que me hacía releer el mismo párrafo diez veces antes de avanzar hacia otro. Después de un par de intentos, tiré la toalla y me puse a escribir una tesis sobre lingüística y estética que, treinta años más tarde, reescribiría en inglés y publicaría como Deconstructing art.
Probablemente yo seguiría merodeando por los corredores de San Marcos como un alma en pena si en 1978, no se me ocurriera leer simultáneamente La vida a plazos de Don Jacobo Lerner, de Isaac Goldemberg, y The magic barrel, de Bernard Malamud. La novela de Isaac fue un texto precursor, el machete que abrió el camino que otros como yo seguiríamos más tarde: ahora hasta los miraflorinos escriben acerca de ser miraflorinos. El magnífico cuento de Malamud, por otro lado, me convenció de que el contenido seguía siendo el elemento más importante de cualquier historia, y no las pirotecnias estilísticas.
Les di a leer mis cuentos a tres amigos míos. Dos de ellos los recibieron con entusiasmo, pero el tercero, un poeta, me sugirió que abortara inmediatamente el feto de mi nueva vocación. Me dijo que mis cuentos no tenían trama, clímax o final sorpresa: ése no es el modo de escribir cuentos, me dijo. Volví a mi casa cabizbajo, jurándome que lo próximo que escribiría lo mostraría primero a mis enemigos.
Y solo por darle la contra a mi amigo poeta, escribí los cuentos que compondrían mi segunda colección: La primera espada del imperio. Éstos eran cuentos truculentos, llenos de sorpresas, tan diferentes de los cuentos de El tramo final, que si éstos fueron escritos por el Dr. Jekyll, entonces los primeros debieron haber salido de la pluma de Mr. Hyde. Pero prefiero explicar el maniqueísmo de estos dos libros de cuentos diciendo que La primera espada del imperio lo escribí con mi cabeza, mientras que El tramo final lo escribí con mi corazón.
Ewa Beach, enero del 2009
17 febrero 2009
Siu Kam Wen en Lima 03/03/09

15 febrero 2009
Entrevista a Julio Cortázar por Alfredo Barnechea (Lima, 1972)

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Aunque los lectores han hecho de ‘Cien años de soledad’ su novela preferida, es probable que si los escritores votaran sobre la novela latinoamericana más influyente de este siglo, escogerían a ‘Rayuela’. Esa novela, y los cuentos de su autor, les abrieron a muchos de ellos las puertas de una lengua libre, de un castellano nuevo, extremadamente creativo e inteligente. Julio Cortázar subió a un barco en 1951 y abandonó Argentina para siempre. En París, donde residió desde entonces, trabajó al principio básicamente como traductor, mientras hilvanaba una de las grandes obras literarias de este siglo; uno de los frutos felices de ese oficio fue la maravillosa traducción de Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar.En los sesenta, París volvió a ser una fiesta, esta vez para los escritores de lengua española que convergieron allí. Nacido en 1914 (el mismo año que Octavio Paz y que Camus), Cortázar era una especie de adelanto del ‘boom’. En ese grupo de escritores intensamente políticos, Cortázar fue al comienzo acaso uno de los más apolíticos, y más apegados al puro placer de la literatura. Qué cambió en su vida privada no lo sabemos con certeza, pero lo cierto es que este gran escritor se transformó con el tiempo en un progresista activo, casi ingenuo.
Ya envuelto en esa posición, vino al Perú en 1972, en medio de lo que parecía entonces, para muchos intelectuales latinoamericanos, una atractiva revolución militar.
Foto: Archivo fotográfico de la revista LIFE
De todas las entrevistas reunidas en este libro, ésta es la más antigua. Yo tenía veinte años, y hacía mis pinitos en el oficio periodístico, como quizá se note leyéndola. Pero este escritor altísimo, con cara de niño que se comía los años, tuvo la generosidad de darme la entrevista. “Búsqueme en el hotel”, me había dicho. “Pregunte por Monsieur Karvelis” –ya que se alojaba bajo el nombre de su compañera de entonces, Ugné Karvelis. “Pero después nos lleva al box”. He olvidado la pelea, y a quienes iban con nosotros. Pero todavía hoy, veinticinco años después, recuerdo la emoción que tenía cuando subí las escaleras del viejo Hotel Bolívar para conversar con el Cronopio. CONTINUAR LEYENDO AQUÍ
Un cronopio es una flor, dos son un jardín. (Cortázar con Katherine Dunlop en 1982, dos años antes de morir).
14 febrero 2009
En el día del amor...

11 febrero 2009
Entrevista a Vladimir Nabokov
08 febrero 2009
Entrevista a director de Casatomada por Julio César Vega

Foto del autor cuando era joven, delgado y hermoso, hace varios años.
05 febrero 2009
Convocatoria a participar en Antología Internacional 2009
Convocatoria abierta para el Perú
04 febrero 2009
Almita, la gata andina recorre el Perú
¡Felicidades, Claudia, y que sigan los éxitos!
03 febrero 2009
Guerra y literatura en El averno

CENTRO CULTURAL “EL AVERNO”, 10 AÑOS DE LO NATIVO A LO CONTEMPORÁNEO, presenta:
GRAN CONVERSATORIO“GUERRA Y LITERATURA"
Una visión de la última novela peruana post-guerra interna
Participan:
RAFAEL INOCENTE (“La Ciudad de los Culpables”)
MARTÍN ROLDÁN (“Generación Cochebomba”)
JULIO DURÁN (“Incendiar La Ciudad”)P
resentación, apuntes y notas: RODOLFO YBARRA
DÍA: JUEVES 5 DE FEBRERO
HORA: 7 pm.
LUGAR: “EL AVERNO” Jirón Quilca 237, Lima (a una cuadra de la Plaza San Martín).
APOYO VISUAL: Julio Gómez y “TV. BRUTO”.
CANAL CERO (inaugurando su señal contracultural).
INGRESO LIBRE
Antología El futuro no es nuestro en Página 12 - Argentina

Se quiebra, pero no se rompe
El zoom de la cámara de Trelles Paz se posa sobre la forma de afrontar “el acto de la escritura” de un grupo de escritores nacidos justo después del mayo parisino del ’68 y de la matanza estudiantil de Tlatelolco, educados en el marco de dictaduras militares y testigos del derrumbe del muro de Berlín, la caída de la Perestroika y la dispersión de la Unión Soviética, el fin de la Guerra Fría, las invasiones a Irak, el desplome de las Torres Gemelas en Nueva York, los atentados terroristas en España y Reino Unido y la aparición de Internet. El futuro no es nuestro es un título que responde a una serie de malentendidos asociados con la idea demagógica de que el futuro les pertenece a los jóvenes. “Aquella cantata mal disfrazada de sincera esperanza –fundamenta el escritor peruano– suele encubrir y aspira a justificar un presente desolador: catastrófico en términos de equidad y justicia social, siniestro en materia de respeto a los derechos humanos, apocalíptico para la salud ecológica del planeta, cínico con los menos favorecidos por el fundamentalismo neoliberal de un mercado actualmente en caída libre.”
Los escritores seleccionados están inmersos en una disgregación germinal, en un aislamiento forzado, que impregna de cierto nihilismo y desencanto muchos de los relatos de la antología. En un riguroso análisis que se agradece –a diferencia de otros antólogos que no fundamentan el recorte que han hecho ni plasman una lectura crítica de los cuentos–, el escritor peruano observa que los motivos esenciales de la tradición literaria no han variado radicalmente entre las últimas generaciones de escritores latinoamericanos. “Hay una certeza formal y temática ya consolidada que nos reúne y nos identifica incluso más allá de nuestras voluntades y reticencias: la superación de la llamada novela total, es decir, la muerte de esa concepción general, tan arraigada entre los escritores latinoamericanos del boom, de la novela como un género comprometido en explicar una época en su totalidad, y abarcar y ser fiel a la historia tragicómica de nuestros países.” Lo que ha cambiado es la forma. “Ni las raíces ni las tradiciones, menos aún conceptos tan desfasados como la nacionalidad o la patria, limitan ahora nuestro pacto incondicional con la ficción”, explica Trelles Paz. “De la misma manera, ya no resulta descabellado o poco serio abordar estos mismos temas históricos (de próceres y dictadores, conflictos armados y revolucionarios) mediante géneros antes menospreciados por su carácter formulaico y su arraigo popular, como el policial o la ciencia ficción.” Otros escritores se encargaron de allanar el camino y liberar las formas, como Augusto Monterroso, Manuel Puig, Ricardo Piglia, Diamela Eltit, Clarice Lispector y Roberto Bolaño, autores de referencia entre los escritores que integran esta antología.
Esa maldita violencia
En “Los curiosos”, el relato de Juan Gabriel Vásquez (nacido en Bogotá en 1973), la espiral de violencia, parafraseando a ese inquietante narrador en primera persona del plural, se agolpa “sin método ni constancia, como el agua acumulada” junto al río Medellín. El espectáculo del rescate del cuerpo de una mujer desaparecida, desde que la secuestraron junto con su marido, termina en una imprevista tragedia. El otro colombiano de la antología, Antonio Ungar (también nacido en Bogotá, pero en 1974), que actualmente reside en Jaffa (Palestina-Israel), opta por desplazar la violencia tanto geográfica como temáticamente. En Londres, “ciudad de hombres miserables en donde nunca deja de lloviznar hielo”, el escritor escarba en las miserias de dos hermanos ingleses, Teddy y Fredy Barnes, acabados por el alcohol. Un joven inmigrante sudamericano de 25 años, redactor de artículos para una revista mediocre, espía y escucha los llantos continuos de los hermanos, los insultos, las detonaciones, mientras piensa que está solo en el mundo. Parece conjurar esa soledad creyendo que es libre y que puede hacer lo que se le antoja. Claro que la realidad en este perturbador cuento titulado “Hipotéticamente”, quizá con su violencia solapada, se encargará de domesticar sus ilusiones. Y sus creencias.
Los animales no están inmunizados contra la crueldad humana. En “Lima, Perú, 28 de julio de 1979” (Día de la Independencia Nacional), relato que pertenece al libro Guerra a la luz de las velas (2006), Daniel Alarcón narra el “primer acto revolucionario” de un grupo guerrillero –que remite al accionar de Sendero Luminoso– desde la óptica de uno de los camaradas, a quien llaman Pintor. El grupo mata perros callejeros y los cuelgan de los postes de luz de la ciudad, cubriéndolos con lemas como “Mueran, perros capitalistas”. Pintor contrasta desde el presente ese pasado revolucionario. “Ahora es evidente que en aquel momento no asustamos a nadie, más bien los fastidiamos y los convencimos de que teníamos una manía peculiar y un gusto desmedido por la violencia gratuita.” Lo que se narra, en parte, es la persecución de un perro ensamblada con los recuerdos y pensamientos de Pintor –la ceguera de su padre, su paso por la universidad– hasta la aparición de un policía.
El enfrentamiento de clases, el odio racial, la pobreza y los prejuicios, a veces camuflados bajo una pátina de una convivencia pacífica, son formas que adopta la violencia, especialmente en algunos países latinoamericanos donde la desigualdad es galopante. Santiago Roncagliolo (Lima, 1975) en el notable “Un desierto lleno de agua”, incluido en el libro Crecer es un oficio triste, narra el fin de semana iniciático de una adolescente limeña de clase media, Vania, en la casa donde suele veranear junto con su familia y amigos. En “Rapiña”, Yolanda Arroyo Pizarro (Guaynabo, Puerto Rico, 1970), ofrece una narración magistral de la violación de una chiquilla de diez años en un día de cierre de campaña electoral, desde la mirada de un testigo morboso que no hace nada para evitar el crimen. El guatemalteco Ronald Flores (1973), en “Una historia cualquiera”, plantea el dilema de una joven de quince años que abandonó su pueblo buscando superarse. No quería quedarse para terminar “pariendo hijos hasta que se le secara el cuerpo, velando borracheras y aguantando los golpes”.
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02 febrero 2009
Un cuento de Julio Chalco Fernández (Cusco, 1973)

PRESENTIMIENTO
Cuando abrió los ojos, descubrió no sin asombro que estaba recostado sobre el fangoso terreno de siempre y desde aquella posición divisó, acercándose, cuatro siluetas borrosas deformadas por la torridez que se filtraba del suelo para arriba. Un viento tibio le recorrió el cuerpo y sintió un leve alivio. Las figuras con la cercanza, fueron creciendo de a pocos, de modo que tomaban su forma natural. Eran tres hombres y una mujer.
Les miró desconfiado sin atinar a levantarse. Posiblemente la comodidad del fresco preñado en el fango aumentaba la gravedad y disminuía las ganas de ponerse de pie.
Las siluetas se detuvieron a unos metros de él, solo se interponía una cerca de obesos palos y algunos metros de fango. Allí, postrado, descubrió que sus rostros estaban pintados de cobre y congestionados por el calor, todos usaban diferentes prendas en la cabeza. El más grande, que apenas sobrepasaba las tres décadas, era fuerte y moreno, hablaba con algo de ira y sus ojillos nadaban en un mar de espinillas. Vestía ropa breve y vieja, y calzaba ojotas negras en unos pies cuarteados, desnudos y belludos. Los otros dos eran mínimamente más pequeños, uno de estos, quizás el mayor de todos, por debajo de su deforme y gris sombrero, mostraba un rostro cobrizo, arrugado e hinchado por el lado izquierdo, donde rumiaba un bollo de coca; Vestía un viejo y descolorido saco, donde acurrucaba una imposible camisa. Entre el saco y la camisa arropaba un bulto informe que guardaba con desconfianza; el pantalón, roído y arrugado, estaba alejado de unas destartaladas ojotas. El otro, el que quedaba, el más núbil, casi un niño, mostraba un cuerpo delgado y débil. La prenda de lana puesta en su cabeza delataba algo de su rostro asustado y triste, mientras que con las manos temblorosas sujetaba una cuerda de regular tamaño.
Los tres hombres se apiñaron y empezaron a discutir entre mascullos sobre alguna cuestión, mientras que la mujer se acercaba a la cerca, tanteando el terreno hasta pegarse al grupo. Era una mujer enorme de cuerpo ancho y senos caídos. Su cara serena estaba flanqueada por dos trenzas negras que se perdían en la cascada de su espalda, poseía la edad media y usaba jersey de lana y abundantes polleras; bajo ellas. Sus piernas desnudas se perdían en un par de sucios y gastados mocasines.
Pasado algún tiempo, la mujer se alejó hacia un ramal encalaminado, por donde el humo se escapaba en ráfagas negras y allí se perdió. Los tres hombres acercaronse despreocupados y también se apoyaron en la cerca sin dejar de mirar a aquel tendido cuerpo en el fango. Estudiaron el terreno, tanteando extrañas posibilidades y se miraron entre sí.
Allí, postrado en el fango, meditando sobre su actual situación, se preguntaba ¿Qué era lo que aquellos hombres querían?, si bien es cierto sus rostros le eran conocidos y hasta familiares, había en estos (ahora) un aura extraña, algo que le inspiraba un secreto y desconocido terror y no hallaba explicación al porqué de esta extraña y repentina sensación. Hacían ya, algunos días, posiblemente semanas que empezó con esta idea; presentía a ciencia cierta que algo se le venía de manera irremediable; pero no sabía exactamente que era. Intuía que aquel día estaba llegando de a pocos, como el goteo del pilón malogrado. Intentó recordar lo que hizo ayer y anteayer, y se topó con lo mismo, solo recordaba el terreno fangoso, la comida de siempre y el cruel sol del medio día. Levantó la cabeza para contemplarse y se descubrió asqueroso e increíblemente no se sorprendió. Agachose nueva y lentamente y en el trayecto se dio cuenta que el trío se había hecho uno, solo estaba el más viejo apoyándose con una mano en la cerca y con la otra protegiendo su deforme y sospechoso bulto, mientras removía su animado bollo en la boca. Sorprendido intentó rastrear con la mirada a los otros; pero el tiempo ya no estaba de su parte, sorpresivamente cuatro manos ávidas y fuertes lo sujetaron de los miembros a la vez que el viejo del bollo se le arrojaba encima, mostrando una agilidad insospechada. Intentó gritar y solo emitió sonidos guturales y sordos, pues tenía la boca empapada por dos manos que le amordazaban; más abajo, constató con horror que la cuerda del núbil se enredaba como serpiente entre sus brazos y piernas, aprisionándolas hasta hacerles brotar un dolor agudo y latente. Como tenía la boca amordazada y las extremidades atadas, solo le quedaba suplicar con los ojos. Escribió entre sus lagrimones un S.O.S. indescifrable para aquellos hombres cegados por la crueldad. En poco tiempo se dejó estar y ya no protestó más; curiosamente se le vino a la memoria, la lejana tarde, aquella en que vio a otro habitante del territorio fangoso en este mismo estado. Muchos dijeron que sospechaba que ese día llegaría y nunca más se supo de él. Este recuerdo hizo que el terror se metiera por los ojos hasta anegarle todo el cuerpo y empezó a temblar.
El sol empañaba su rostro y lanzabale ráfagas candentes, haciendo que un copioso sudor le invada por entero. Ya no lo sujetaban, pero sentía que las extremidades se le entumecían por la presión. El viejo animó con furia su bollo y escupió una verde y viscosa saliva, se alejó del enmarrocado, extrajo su sospechoso bulto por el lado del vientre y lo puso sobre el terreno menos húmedo. Desenredando lentamente hizo parir un rectangular y puntiagudo puñal que sujetó cuidadosamente con ambas manos, como repitiendo un viejo ritual; al mismo tiempo, los otros dos se abalanzaban nuevamente sobre aquel informe cuerpo que era él. El más fuerte le atenazó los miembros atados, aplastando el vientre con la rodilla, mientras que el más joven sujetaba la cabeza con menos determinación. Experimentó nuevamente aquel aniego de terror en el cuerpo y convulsionó, intentó zafarse, gritar, rogar; pero cayó en la cuenta de que sus esfuerzos se perdían en un agujero negro. Sintió ahogarse y el corazón le saltaba violentamente. Quiso mirar al cielo azul, para perderse en su infinidad y solo descubrió las ráfagas violentas del sol que se le metían por los ojos y los cerró fuertemente ¿Por qué a mí? ¿Qué hice para merecer esto? se lamentaba. En ese transe sintió que una gota tibia le refrescaba uno de los párpados cerrados y una sombra se interponía entre las ráfagas de sol. Abrió los ojos y se topó con el núbil llorando con los párpados cerrados y sujetando la mordaza cada vez con más fuerza, mientras que el fuerte le gritaba con enojo, casi escupiendo.
El viejo puso la rodilla sobre el cuello y con la mano libre tanteó entre el hombro y dos costillas más abajo, buscando una parte blanda. La encontró y oprimió un dedo marcando la zona descubierta. Elevó sutilmente el puñal, lo más alto que pudo hasta hacerlo brillar y lo dejó caer en picada empujando con su puño arrugado y seguro…
Recordó él, aquel día en que tuvo conciencia de lo que estaba chupando era la teta que su madre le ofrecía, la comida(siempre) al aire libre, las innumerables puestas de sol, el otro habitante del fango atado como él, la mujer de las trenzas y polleras....ahora ya sabía quien era...
El puñal traspasó su piel, con la facilidad de los pies en el fango y se hundió sin remedio. Descubrió un extraño dolor, que le crecía de manera precoz al final de la puñalada, era como si el corazón se le desinflara de a pocos y constató, ya sin sorpresa, que al escapar el puñal, la herida vomitaba lo poco que le quedaba de vida. Esta se le escapaba roja, a borbotones y dibujaba un pequeño y caliente riachuelo que se deslizaba por el vientre hasta caer sobre el fango, donde formaba una agónica laguna roja. Notó también que las fuerzas se le despegaban cual hilos de titiritero y los párpados le pesaban. Extrañamente ya no sentía aquel precoz dolor inicial, o quizá sí, pero ya no le quedaban fuerzas para tomarlo en cuenta y mientras la muerte se le acomodaba de a pocos en el cuerpo y ya no tenía que sostenerlo, recordó nuevamente la teta de mamá y la sombra que se interponía al sol le envió una nueva gota de agua tibia, que cayó sobre sus abiertos ojos y luego otra y otra. Ya no los pudo mover, también se le estaban muriendo; pero alcanzó a notar que la sombra contra el sol era en realidad la cara del más joven que seguía con su lloriqueo y sintió ternura por aquel, que era uno de sus asesinos…
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-¿Es que ni eso puedes sujetar? – le seguía gritando su padre a Tomás. Él no cesaba de llorar. Con los ojos cerrados continuaba sujetando fuerte y furiosamente aquella inerte cabeza. Don Aquilino se puso de pie, escupió el bollo verde de coca que le embotaba la boca y con fría tranquilidad limpió el puñal con su derruido saco y arropándolo con sumo cuidado lo enterró nuevamente entre el saco y la camisa.
-Ya está muerto patrón - dijo dirigiéndose al padre de Tomás, mientras dibujaba una verde sonrisa de satisfacción.
La mujer de las trenzas salió enorme y sudorosa del encalaminado.
-¡Tráiganlo rápidooooooooooooooo! No dejen que se enfríe - comunicó y luego se dejó tragar nuevamente por el encalaminado que seguía humeante.
Le quitaron la mordaza y desataron sus miembros; al sentirse libre, el cadáver exhaló un leve suspiro y se desparramó ridículo, mostrando una obscena herida bajo el cuello. Lo subieron sobre sus espaldas y en cortejo trasladaron el cuerpo hacia el ramal. Entraron y ya dentro lo descansaron sobre la inmensidad de una mesa.
-¿No sufrió verdad?- preguntaba la mujer de las trenzas, mientras miraba con ternura y gula la enormidad del cadáver – Es el cerdo más grande que hemos criado... alcanzará para todos...- concluyó satisfecha, al tiempo que se inclinaba para atizar el fogón humeante donde hervía una descomunal olla con abundante agua.
01 febrero 2009
Mario y apuntes sobre El sueño del celta

En una entrevista al rotativo, Vargas Llosa confesó que esta ansiedad, que no le ocurre de manera premeditada, lo lleva a tomar "pequeñas" notas, esquelas y trayectorias "sin estar seguro" de qué va a escribir.
"Hasta que de pronto todo eso empieza a ponerse en marcha y empiezo a escribir, pero sin saber al principio a dónde voy. Al inicio siempre voy a tientas. Con algunos libros me ha pasado que he trabajado uno o dos años sin tener claro cuál iba a ser la historia final" , acotó.
Vargas Llosa -quien actualmente trabaja en su nueva novela, provisionalmente titulada "El sueño del celta" - explicó que esta primera parte del proceso creativo también le produce "una gran excitación" porque después empieza a sentirse llevado por la historia, sus fuerzas y su propia dinámica.
"Para mí es la parte más emocionante porque tienes la sensación de haber producido un simulacro de vida. Y lo has conseguido utilizando palabras, excluyendo otras, organizando el tiempo, los puntos de vista, ocultando ciertas cosas, o más bien distrayendo al lector para poder hacer que pasen ciertas cosas que normalmente el lector rechazaría" , dijo.
El autor de "La fiesta del chivo" aseguró que la satisfacción de un escritor es secreta: "Creo que en la soledad en que te sumerges para crear pasas por momentos muy difíciles, pero al mismo tiempo son de una sorpresa, de una satisfacción íntima que no se compara a ningún tipo de conocimiento".
Vargas Llosa manifestó también al diario El Comercio que todos los escritores piensan en un lector y se desdoblan para intentar prever su reacción frente a su texto.Pero esta actitud no se debe a "razones de éxito o fracaso, sino por razones de credibilidad" , puntualizó.
Vargas Llosa recalcó que nadie puede anticiparse la reacción del público frente a los libros. Esta situación permite a los escritores tener "una libertad extraordinaria a la hora de escribir, si no, los escritores serían corrompidos y sólo harían 'best sellers'" , agregó.
El galardonado con el Premio Cervantes (1994) , entre otros, aseguró que sus obras de ficción no pretenden dar un mensaje, porque cuando se escribe en este campo se intenta "trascender la actualidad" , y explicó que si él quiere defender algo muy específico escribe un ensayo o un artículo.
Inéditos de Hemingway

La prensa estadounidense publicó ayer que las copias de los documentos ya se encuentran en la biblioteca que lleva el nombre del asesinado presidente. Según el diario “Worcester Telegram”, los documentos fueron examinados de manera somera y se espera que estén a disposición de los investigadores a finales de la primavera boreal, que finaliza el 21 de junio.
Cuba y Estados Unidos acordaron el 2002, gracias a la intercesión del congresista demócrata James McGovern, un plan para preservar miles de fotografías, cartas y otros documentos del novelista estadounidense que se encuentran en Finca Vigía, el hogar en Cuba del escritor y periodista durante 21 años. McGovern consideró que Hemingway (1899-1961) puede ser el puente que permita a ambos países “tener una relación buena y sólida”.
ARCHIVOS DE LUJOLa colección incluye pruebas corregidas de “El viejo y el mar”, un guion de cine basado en la novela, un final alternativo de “Por quién doblan las campanas” y miles de cartas, que incluyen correspondencia de los escritores Sinclair Lewis y John Dos Passos y la actriz Ingrid Bergman.
La biblioteca JFK ya contaba con una amplia colección documental de Hemingway gracias a la buena relación entre la cuarta esposa de Hemingway, Mary Welsh Hemingway, y la familia Kennedy. Según indica la institución en su página web, tiene en sus archivos 100.000 páginas de escritos, 10.000 fotografías, pinturas y artículos personales, como los pasaportes y la billetera del escritor.
La selección digitalizada representa un “monto importante” de los fondos que conserva el museo Hemingway en Finca Vigía, explicó la especialista Inaurys Portuondo.
Además de la conservación y digitalización de los papeles de Hemingway, el acuerdo bilateral establecido entre el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural de Cuba y del Consejo de Investigación de Ciencias Sociales de Estados Unidos incluyó la restauración de Finca Vigía, convertida en museo en 1962.